Hoy labrando el
campo de syrah de casa he visto el primer bando de perdices. No he podido
grabarlo porque como suele ocurrir en estos casos me he quedado sin batería y
se me ha apagado el móvil.
Llevaba diez o
doce perdigones, ya eran del tamaño de
una codorniz.
Las he visto
terminando el bancal, cerca de un camino, pero dentro de la viña. No han
cruzado al otro coto. Al otro lado del camino están las tablillas que delimita
el coto de Fontanars con otro que es privado. Siempre hay un bando ahí, justo en
el linde. Pasan de un lado a otro.
Iban un poco
locas, huyendo del tractor. Banco arriba, banco abajo. No he querido apretarlas
por el calor.
Primero ha
volado la madre con un pollo, enseguida ha volado el bando, buscando a la madre
y se han perdido dentro de la viña. Ya no las he querido molestar.
Las madres son
superprotectoras con sus perdigones. Hace unos días vi un video que colgaron en
una red social donde una culebra trata de atrapar un perdigón para comérselo y
cómo la madre de forma valiente le planta cara, y consigue salvarla de una
muerte casi segura.
El problema es
que hoy hace muchísimo calor. El termómetro no ha bajado de 38 grados y cuando
escribo estas líneas son las 8 de la tarde. Las perdices son aún muy pequeñas y
necesitan agua porque el calor las agota y puede acabar con ellas.
No hay bebederos
cerca, el más próximo está en el monte, uno que yo mismo preparé cerca de los
corrales de La Sénia, así que buscar agua, cuando aprieta tanto el calor se
convierte en una auténtica odisea para las patirrojas. El agua es fundamental y
más en esta época del año. Habría que hacer más charcas y más bebederos
diseminados por todo el coto.
Tras el ver el
bando de perdices me he venido a casa contento porque hasta ahora no había
visto ninguno y eso que paso mucho tiempo encima del tractor. Da alegría verlas
corretear por el campo.
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