domingo, 26 de febrero de 2017

Cazando con hurones


La plaga de conejos que está afectando a muchas zonas de la Comunidad Valenciana es una auténtica tragedia para los agricultores. Los daños en almendros, vides y frutales son cuantiosos. No hay forma humana de acabar con ellos.
N las batidas ni los permisos que concede la Conselleria de Agricultura para la caza con hurón durante todo el año, consiguen reducir la población de estos lagomorfos, que arrasan con todo.
Esta mañana me han invitado a cazar a un coto situado en la provincia de Alicante. Concretamente a la finca Las Cañas. Los suelos son arenosos ,ideal para que los conejos hagan sus madrigueras y campen a sus anchas. Los ribazos están llenos de agujeros.  La población de conejos es muy abundante.
Los daños en la finca, según una persona que venía con nosotros y que sabe de lo que habla rondan el 50%. Y la temporada agrícola no ha hecho más que empezar.


Antonio, más conocido como Tarzán, traía 7 hurones. Nos hemos divido en varias zonas para no molestarnos porque éramos varias escopetas. De camino al puesto nos hemos encontrado con un hurón que andaba perdido. El miércoles estuvo cazando otra cuadrilla y se debió quedar encerrado.
Algunas veces ocurre que el hurón se queda dentro de la galería porque el conejo tapona la salida. Lamentablemente hoy hemos perdido dos de ellos. Tarzán ha puesto una trampa a la salida de la madriguera para capturarlo, por si saliera.
Abel cuando ha echado el hurón, ya había advertido que podía ser la madriguera de un tejón o una zorrera. Mal asunto, si el tejón se encontraba dentro, que es lo más probable, ya que este mustélido caza de noche y duerme durante el día.
Como mandan los cánones cinegéticos,  a mitad mañana hemos parado para tomar el taco en el campo. Jesús se ha encargado de preparar el fuego y de echar a las brasas, el embutido y la careta de cerdo que había comprado en la carnicería.  Pan recién salido del horno y un magnum de Dani Belda han hecho el resto. Una auténtica delicia.
Por la mañana he compartido postura con Revertet, viejo amigo de los años en los que ambos íbamos a tirar al plato a Fuset. Abraham que se quejaba de la munición que le había dejado Tarzán se ha unido a nosotros más tarde. Mucha gente cuando va al conejo, piensa que cualquier cartucho vale y si es barato mucho mejor. Echa al zurrón un batiburrillo de cartuchos de todos los colores y perdigones. Al conejo hay que tirar con un buen cartucho como a cualquier otra especie cinegética.  No porque estemos con los hurones hay que bajar la guardia. Abraham ha tirado a un par de conejos que ha plomeado, pero que no ha podido cobrar porque el cartucho no tenía la suficiente penetración. El cartucho hay que tenerlo en buenas condiciones de conservación. Si la munición esta pasada, como era el caso, nos podemos esperar lo peor.
 Los hurones han hecho muy bien su trabajo.
Después del almuerzo se ha complicado la cosa porque uno de los hurones se ha quedado dentro de la madriguera y no ha salido.  Así que hemos tenido pocas ocasiones de tirar a los conejos. Durante el tiempo que hemos estado esperando, he aprovechado para dar una vuelta por la orilla del barranco y me he apuntado un doblete.
En una de las ocasiones me ha acompañado un chaval joven. Íbamos cada uno a un lado del barranco para aprovechar mejor las oportunidades. Ha matado un conejo. No me ha gustado que no lo cobrara y lo dejara en el monte, gesto que le he reprochado, sin ningún resultado. La caza se cobra y no se deja en el monte. Esa es la primera regla de cualquier buen cazador.
Al final la percha ha sido importante dada la alta densidad de conejos.


viernes, 3 de febrero de 2017

De nuevo con los hurones

Hay días que te echas la escopeta a la cara y te entra como un guante. Otros, en cambio, no hay forma de encontrarle el punto, por más que quieras.
Esta  mañana he estado cazando de nuevo con el hurón en la finca de mi amigo Mauro. Hasta ahora íbamos por la tarde, pero hoy hemos probado por la mañana y no ha ido nada mal del todo. Al principio les ha costado salir un poco. Hemos terminado de cazar el linde que el otro día no acabamos. También probamos a echar el hurón en un margen donde hay una plantación joven de viña. Finalmente, hemos topado con una buena madriguera. 4 que han salido, 4 que han ido al zurrón. La salida estaba muy despejada, lo que facilita mucho el tiro. Tampoco se había huroneado esa boca, con lo cual era fácil pensar que hubiera conejos dentro.

Cuando echas el hurón en una madriguera, el conejo tarda en volver a entrar. El olor que desprende el mustélido impregna la galería y el conejo sabe que ha entrado un extraño, con no muy buenas intenciones, que digamos. Buscarán otro sitio donde aposentarse.
Hay zonas en la finca con mucha piedra amontonada de los desfondes que se han hecho en los campos para plantar viña, que son auténticas conejeras.  Echar el conejo aquí es peligroso porque lo puedes perder. Las filas de piedras son kilométricas. También los restos de poda que no se queman o trituran son un buen refugio para el conejo.
Me he venido muy contento porque al ir a ponernos con el hurón, he visto 3 perdices dentro de la viña. No las había visto en todo el año hasta hoy. Ahora toca esperar que se emparejen y críen y que la temporada próxima sea un buen año de perdices. Falta hace porque andan escasas.
Antes de cazar, he visto unas fotos que me ha mandado un amigo mío de los daños que está causando el conejo en los olivos. Trepan por el tronco como si fueran funambulistas y mordisquean las ramas, con lo cual, secan el árbol. Ya no se contentan con comer sus frutos. La fotografía estaba tomada en un olivar en La Font de La Figuera. No quiero ni pensar cómo debe sentirse este agricultor al ver destrozado el trabajo de toda una vida.
Mientras los animalistas y algunos grupos ecologistas quieren prohibir la caza, casos como este, de superpoblación demuestran la necesidad de la actividad cinegética para regular el ecosistema.


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miércoles, 1 de febrero de 2017

Últim día de caçera (a mi amigo Pepe Sala)

Últim día de caçera (a mi amigo Pepe Sala)
La temporada de caza está tocando a su fin, así que hay que aprovechar los pocos días que quedan. A las 8,30 he pasado a recoger a Mauro para irnos a El Bonillo. El día anterior estuvimos en su finca tirando al conejo con hurón.
A las 10,30 llegábamos a nuestro punto de destino: El coto La Patirroja, en el Bonillo. Allí nos esperaba Kiko y Sergio, que sería la persona encargada de acompañarnos en esta ocasión. Tampoco Césareo pudo hacerlo esta vez, ya que le habían asignado otra cuadrilla.                                                                            
El día amaneció fresco, pero soleado. El termómetro marcaba 10 grados. En las zonas más hondas todavía quedan restos de la nevada de estos días pasados, aunque por aquí no lo ha hecho con la misma intensidad que en la zona de Levante, donde continúan campos anegados por el agua.  

Esta vez he cambiado de munición. Y no por capricho. No me quedaban cartuchos de los que uso habitualmente - Armusa Pla -1, 34 gramos de séptima y he echado mano de otros que compré hace tiempo para un ojeo, por cierto, en una armería que acaba de cerrar sus puertas en Valencia y que permanecía abierta desde 1890, me refiero a la armería Pablo Navarro. El cartucho en cuestión es Remington del 7, 32 gramos.
Es mucho menos pegón que el Pla-1 y eso cuando llevas una escopeta paralela se agradece doblemente porque el retroceso es mayor que cuando tiras con una semiautomática, que amortigua más el tiro.
Como casi todos los cazadores y tiradores, soy bastante supersticioso, así que no me gusta andar cambiando ni de cartucho ni de escopeta. Los hay que se apañan con cualquier cosa. Los cazadores estamos llenos de manías. Yo por lo menos. Y las manías nadie las cura.
Cuando he errado la primera perdiz de la mañana, ya estaba echándole la culpa al cartucho cuando realmente ha sido porque no he corrido la mano lo suficiente y he hecho el tiro trasero, que es lo que suele ocurrir la mayoría de las ocasiones. Pocas veces erramos por delante.
Tras cruzar un sembrado, he visto un bando de perdices. Me he acercado lo más rápido que he podido a él y he abatido 4 perdices. El cartucho empezaba a gustarme.
Sergio iba marcándonos la mano porque había otro grupo de cazadores en la finca y cada uno tiene asignadas unas zonas donde cazar, cuarteles, creo que les llaman.
Mientras me hacía el gesto con la mano para que subiera, Mauro me ha enviado una perdiz, tipo ojeo, que bajaba a una velocidad endiablada. La dejo pasar y hago nuevamente los tiros traseros. Esta vez por arriba.
Syra caza muy bien y coge muy bien el rastro, pero se alarga demasiado. Nos ha sacado de tiro varios bandos de perdices. Debe de cazar más a la mano. Poco a poco irá enterándose de que si las saca fuera de tiro, lo único que consigue es volarlas.
Me he acordado mucho de mi amigo Pepe Sala, que estos últimos días no nos ha podido acompañar ningún viaje. En breve va a someterse a una delicada operación quirúrgica y desde aquí le deseo lo mejor y una pronta recuperación.
A diferencia del último día, hoy hemos visto mucha caza. Y es que la caza es así de caprichosa. Los caminos están llenos de comida. No faltan bebederos ni comederos. Se nota el trabajo de los guardas. La finca está cuidada al máximo y eso se nota también en la calidad de las perdices.
He cogido varios lindes. La perdiz busca los linderos porque ahí se encuentra más protegida. Hay piedras y retamas donde guarecerse.

Poco a poco he ido cogiendo confianza con el cartucho y los aciertos se iban sucediendo unos tras otros hasta encadenar 8 perdices más, una de ala. Mauro se ha colgado otras 3, poniendo fin a una magnífica jornada de caza.