domingo, 26 de agosto de 2012

Buen año de torcaces

Esta semana me llamó por teléfono mi buen amigo Pepe Sala para decirme que comprara el periódico porque había leído un artículo mío. Colaboro en un periódico local. Aprovechó la llamada para preguntarme si le acompañaba a Albacete a ver el coto que nos hemos quedado para la paloma torcaz. Yo aún no había subido a verlo, así que le dije que sí. Pepe, por el contrario, ya había ido un par de veces. Le gusta tanto cazar como ir al coto a ver a los animales. Le da igual llevar la escopeta o no.
Quedamos en el lugar de costumbre. Un bar situado a la salida de Almansa. Le acompaña un amigo suyo de Xátiva, Filiberto, también cazador.
Sobre las 6 de la tarde llegamos al coto. Nada más entrar por el camino embarrado por el agua de los pivots,  empezamos a divisar los primeros bandos de palomas. Pero aquello no era nada comparado con lo que veríamos después.
El coto se encuentra a una hora de Fontanars, más cerca de lo de costumbre, pues yo suelo cazar en Ossa de Montiel y el trayecto es justo el doble. Teniendo en cuenta lo que hay que madrugar para tirar a las palomas esa diferencia de tiempo es de agradecer. A mitad mañana el cansancio se nota y más en los días calurosos de agosto.
Parados en los cables de la luz, los torcaces se cuentan por decenas.
La finca está sembrada de alfalfa y cebolla. El brócoli y el trigo ya ha sido recogidos y en los próximos días cosecharan la alfalfa.
En el centro de la finca hay un pinar que está vallado que sirve de dormidero a los torcaces.
Dentro del vallado, los conejos campan a sus anchas. Aprovechan los montones de arena para hacer las madrigueras. El terreno arenoso es propicio para ello.
Conforme vamos andando contamos un par de bandos de perdices. Todas del terreno. Allí ni se suelta ni se caza la perdiz.
El cielo está gris y amenaza tormenta. El oscuro del cielo contrasta con el verde del campo. La imagen es fotográfica.
Dejamos el coche aparcado en una de las casas destinada al personal de la finca y recorremos la finca a pie. No les exagero un ápice si les digo que no he visto más torcaces en mi vida.
Salían de todos los sitios. Al no estar tiroteados, podíamos aproximarnos bastante a ellos, sin que se asustaran, sobre todo los más jóvenes.
No sé cuantas veces hice el ademán de apuntarles con mi dedo índice y hacer el simulacro de disparar.
La alfalfa que está apunto de ser recogida está en su pleno apogeo. Un manto verde cubre todo el campo, como si de una alfombra se tratara. Los pivots de riego no paran de escupir agua.
Cuando bordeamos la valla, el inconfundible canto de una codorniz irrumpe con fuerza y nos recuerda que estamos también en época codornicera.
El torcaz permanece allí durante todo el año.  Comida y agua tienen en abundancia también cuando escasea la comida durante el invierno.
Las tradicionales migraciones del centro y norte de Europa durante el otoño hacia la península son ya historia.
La paloma torcaz es cada vez más sedentaria y emigra menos, encontrando aquí el hábitat perfecto.
La finca reúne, a priori, todos los requisitos para que el próximo día 23 tenga lugar una buena tirada de torcaces.