domingo, 15 de septiembre de 2013

Soy cazador: no pasa nada por decirlo

 
 
Estos días hemos conocido por la prensa que el ex presidente del Gobierno Felipe González se ha comprado en Extremadura una finca de caza. De Felipe González sabíamos de su afición por los bonsáis y por los cohíbas cubanos, pero de su afición por la caza, nada. Al menos, nada de su pasión cinegética había trascendido a la opinión pública.
Felipe González no es el único caso de políticos que pasan por la caza de puntillas. En la clase política son muchos los políticos que comparten esta afición. Sin embargo, lo callan por temor al qué dirán o por la mala prensa que pudiera ocasionarles en su carrera política.
Junto al propio Felipe González otros nombres ilustres del mundo judicial como el ex juez Baltasar Garzón o el ex ministro de Justicia Mariano Fernández Bermejo o el propio coordinador general de IU, Cayo Lara también practican la caza, aunque prefieren omitirlo si pueden. Como si ser cazador fuera un delito y hubiera que pedir disculpas por ello.
No tienes ningún problema si te gusta fútbol, el baloncesto o el motociclismo, pero si se trata de caza, mejor no decir nada, no sea que te estigmaticen y eso te cueste un puñado de votos o  lo que es peor: tu carrera política. Si, además, eres de izquierdas la cosa pinta peor. Caza y ecología parece que vayan separadas cuando en realidad van de la mano. Se lo dice una persona que ama el campo y los animales, pero que también es cazador y no le duelen prendas reconocerlo.
La caza no tiene ideologías. Ni es de derechas ni de izquierdas. Es una afición, un deporte, una pasión, que compartimos muchos, independiente de la ideología que tenga cada cual.
Si es cierto, sin embargo, que durante mucho tiempo, la caza la practicaba la aristocracia. Era propia de Reyes. Pero eso ha pasado a la historia. Hoy es un deporte al alcance de todos. Por 200 euros que es lo que cuesta sacarse un talón de caza en mi pueblo puedes cazar toda la temporada. Qué es eso comparado con los seis euros que te crujen por tomarte un gin-tonic o  los 100 euros por una entrada a un partido de fútbol, ya no les digo si la compran en la reventa. Tema a parte son los ojeos o la caza mayor. Esto ya no está al alcance de todos los bolsillos.

Señores políticos no teman decir si son cazadores o amantes de la bicicleta. Este es un país libre! O no?.
 
 
 
 
 

 
 

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Otro día aciago en el torcaz




Pensaba como dice el refrán que a la tercera va la vencida, pero no fue así. Lo mejor de este vieja fue, sin duda, reencontrarme con mi buen amigo Ramón Ferrero, a quien le debo mi pasión por la caza.

Ramón, algo ya más repuesto de un ictus que sufrió hace un par de años, acudió acompañado de su hijo Genaro, que no lo deja ni a sol ni a sombra y menos cuando se trata de cazar.

Yo no les esperaba porque era un día laborable, y Genaro trabaja de responsable en un supermercado, pero como les digo fue una grata sorpresa ver de nuevo a mi buen amigo y excelente cazador, Ramón Ferrero.

Esta vez Fran optó por ponernos en un campo de rastrojos, en la finca La Carolina, donde el domingo vio algo de torcaces.

Genaro y su amigo fueron a otra parte de la finca.

Ramón, Fran y yo estábamos colocados en el rastrojo. Fran a escasos metros de mí y Ramón más abajo. La idea era cubrir todo el perímetro para que en caso de que hubiera torcaces todos tirásemos y moviésemos las palomas.

Si importante es que haya torcaces, importante es igualmente cómo esté hecha la barraca y sobretodo la orientación que tenga la misma. Siempre que se pueda es conveniente hacerlas de espaldas al sol por razones obvias.

La barraca debe ser amplia para poder moverte con comodidad dentro de ella  y debe cubrirte lo suficiente para que las palomas no te vean, pero tú si verlas a ellas. He visto puestos en los que el cazador estaba tan camuflado que ni las palomas lo veían a él ni él a las palomas.

En mi caso no podía ser peor en ambos sentidos. Menos mal que iba provisto de unas gafas de sol. Tuve el sol dándome a los ojos hasta mitad mañana que ya estaba más alto.  Si hay paloma uno lo sobrelleva mejor, pero si no, además, de aburrido resulta molesto e incómodo.

A las dos horas de estar en la barraca probamos suerte en otra parte de la finca, Esta vez una charca, pero tampoco. Tire a uno y erré otro.

Como la ilusión es lo último que se pierde y las tardes suelen ser mejores que las mañanas nos quedamos a comer y pasadas las tres ya estábamos en los puestos, bueno ellos porque yo que soy poco paciente aguanté poco y me fui a la laguna a ver si por allí había algo más de torcaz. El sol apretaba y era más que probable que buscaran el agua natural de la laguna. Hay agua este año por toda Castilla La Mancha con lo cual los animales tienen mucho sitio donde elegir y la laguna no fue uno de ellos.

Ramón y Genaro se quedaron en el barranco.

En la laguna pude disfrutar otra vez de los patos, pero hasta finales de octubre no se les puede tirar porque la veda está cerrada. Así que habrá que esperar mejor ocasión.

Para acertar un buen día de torcaces tienes que hacer muchos viajes. Yo ya llevo tres y en los tres he errado. Quedan aún un par de viajes por hacer hasta el día 22 que se cierra la veda. A ver si tengo más suerte la próxima vez.

 


 

domingo, 1 de septiembre de 2013

Mal comienzo de veda


 

El comienzo de la media veda ha sido muy flujo y creo por lo que he podido hablar con compañeros cazadores que ha sido generalizado en toda España, sobre todo, en lo que se refiere a la codorniz.

Fran me puso en un cebadero que había preparado en la era, frecuentado, según me cuenta, por alguna que otra tórtola. El año pasado, la verdad, es que se dio muy bien y eso que no había el agua que hay ahora.

Coloco los cimbeles que llevaba y a esperar.

Ya en el puesto pasan los primeros torcaces, pero fuera de tiro. Al torcaz hay que tirarle cuando se le ve el collarín. Tirarles cuando van hablando con san Pedro como se dice coloquialmente es estropear la tirada y fastidiarle la mañana al compañero. Si hay, claro.

Al poco de estar pertrechado en el puesto entran las primeras tórtolas.  Algunas se paran en el árbol seco que hay junto al comedero. Son listas. Antes de tirarse a comer dotorean antes la zona. Consigo abatir una de un certero disparo.

Al rato un torcaz entra por la espalda. Lo dejo pasar y también lo abato. La mañana se presentaba buena.

A penas se oyen tiros. Los dos compañeros que había puesto Fran en otro comedero tampoco se explayan en tiros, diez o doce a lo sumo.

Levanto la vista y por mi izquierda entra una pareja de tórtolas como un rayo. Tiro a la primera de ellas y abato la que iba más rezagada. Curioso, verdad? De no haber entrado las dos tórtolas hubiese errado el tiro. Normalmente siempre que erramos un tiro lo hacemos porque nos quedamos por detrás. En este caso, además del vuelo rápido y zigzagueante de la tórtola hay que añadir el cansancio acumulado que nos hace estar lentos y no adelantamos suficientemente el tiro.

Llevaba ya casi dos horas en el puesto y ya no aguantaba más. Decido bajarme al barranco por si allí hubiera alguna paloma. Aunque el barranco lo toman más a mediodía cuando más aprieta el calor.

A penas había revuelo de pájaros. Tiro a uno que yerro y veo otro que sale a mi paso de una carrasca. A este no le pude tirar y menos mal porque tenía un pollo en el nido.

A pesar de que se ha retraso la apertura de la media veda una semana todavía hay torcaces que tienen pollos en el nido.

Dejo el barranco y me voy a la laguna. Tampoco en la laguna había torcaces y si vi algo más de revuelo, pero muy poco.

A pesar de recorrerme toda la laguna no conseguí dar tampoco con las codornices, aunque sin perro esto es tarea inútil, ya que para cazar la codorniz es preciso ir provisto de un buen perro que tenga buena nariz, ya que a la codorniz le gusta apeonar mucho y tarda en arrancar a no ser que la chafes.

Cansado, aburrido y con mucho sueño me arranca uno de dentro de la laguna. A este si le vi el collarín, pero él no vio los perdigones. Tiro trasero y a criar.

Sénia no me acompañó este viaje y la eché de menos.

La torcaz es un ave imprevisible, así que habrá que esperar mejor ocasión.