sábado, 11 de noviembre de 2017

Empezando la temporada: de caza en El Bonillo

Debido al intenso calor que ha estado haciendo hasta bien entrado el otoño, este año he optado por esperarme hasta el mes de noviembre para ir a cazar, a la espera de que bajen algo las temperaturas. En octubre rondaban los 27 grados. Demasiado calor para ir a cazar. Es más propio ir a la playa con estos calores que salir al campo detrás de las perdices.
Casi un mes después de abrirse la veda me fui a El Bonillo, al coto La Patirroja. Esta vez me ha acompañado mi mujer Dolores, que aguantó estoicamente las 3 horas que estuvimos cazando.
Cuando llegamos a la casa nos esperaba Francisco. Cesáreo esta vez no pudo acompañarnos porque estaba con otra cuadrilla. Kiko el dueño de la finca, ya tenía preparado el permiso para cazar. Así que fue recogerlo y subirnos al coche.
Nos quedaban un par de kilómetros hasta llegar al lote que nos había tocado.
Nada más llegar al coto empezamos a ver los primeros bandos de perdices, que parecían no tenerle miedo al coche. El camino es un reguero de perdices.  En los comederos, pero también en los caminos hay comida en abundancia.
Este viaje me traje también  conmigo la Pedro Arrizabalaga que esperaba estrenar después de unas modificaciones que le había hecho en la culata y en el gatillo, pero tendrá que esperar mejor ocasión porque al final tiré con la Mendicute.
Syra, que cobró muy bien, anduvo muy nerviosa, volando perdices sin parar. Cuando se tranquilizó, cazo más a la mano. Normalmente, los labradores que son muy buenos cobradores suelen ser perros  tranquilos que no andan espantando la caza. No me gusta ponerles collar y andar con el mando a toda hora.


Al poco de salir arranca una perdiz del barbecho que abato, tras meterle un par de perdigones en la cabeza. Apenas la toqué, pero un plomo en la cabeza es suficiente para derribarla.
He cambiado de munición. Hasta ahora siempre tiraba Armusa PLa 1, séptima ,de 34 gramos. Las escopetas paralelas suelen ser bastante más pegonas que el resto de las armas, así que este año he optado por tirar 32 gramos. La diferencia es considerable y me encuentro más cómodo. Esos dos gramos de diferencia entre un cartucho y otro se notan. Y en verano con el calor más aún, por lo que es preferible tirar munición más suave. Nuestro hombro lo agradecerá.
Las perdices apeonan a larga distancia. El terreno está muy seco. Apenas ha llovido. El ruido de nuestras botas al pisar el terreno nos delata y la caza va delante. Syra me saca de tiro varias perdices. El guarda me avisa de que aguante a la perra o tiraremos las perdices fuera del coto. Dolo me sigue a corta distancia, avisándome de los bandos de perdices que se ven a lo lejos.
A mitad mañana hicimos un receso y nos  tomamos unos bocadillos de chorizo con queso, con pan recién hecho que nos supieron a gloria bendita. Nada como comer en el monte. Aquí todo sabe distinto. Nos faltó echar la bota con el vino.
Tras el taco, continuamos en el monte detrás de las patirrojas, cobrando alguna pieza más y errando otras. Francisco va dirigiendo la mano. Nos adentramos en una zona de esparteras muy querenciosa para las perdices, pero, sobre todo, para los conejos. Vuela una perdiz hacia abajo a una velocidad endiablada, que engancho de segundo tiro. Syrah va como una flecha en dirección hacia ella. Me espero a que la cobre. Al ver que tarda, decido bajar. La perra no lleva la perdiz en la boca. Francisco que se percató del lance también se acerca y vemos el pelotazo, y un montón de plumas, pero ni rastro de ella. Continuamos cazando y al  poco Syrah da con ella. La perdiz a pesar del pelotazo estaba de ala. Era un macho viejo que había sobrevivido a varias batallas.
Sobre las 13,30 dimos por concluida la jornada, con media docena de perdices en el zurrón y un conejo.
De regreso a casa, paramos como de costumbre en el Restaurante Casa Valencia de Almansa, donde Daniel nos preparó un deliciosa paella de verduras. De entrada: croquetas  de jamón y pollo y una deliciosa ensaladilla de sepia de bocas de mar. Día redondo.



viernes, 10 de noviembre de 2017

"Pala" en el primer día de caza en Fontanars

El primer día de caza en Fontanars dels Alforins, que se abrió para la perdiz el pasado domingo día 5, fue para olvidar. Tal es así, que muchos cazadores han optado por no renovarse el talón de caza ante el desánimo de muchos de ellos, como reconoce el propio Juan Carlos Bataller, miembro de la junta directiva de la sociedad de cazadores L'Alforí.
"De los cerca del centenar de escopetas que salieron a cazar ese día no se abatieron ni media docena de perdices  entre todos", asegura apesadumbrado Bataller.

Las razones de esta falta de perdices en el campo hay que atribuirla a la abundancia de alimañas, sobre todo, jabalíes, cuya población ha crecido enormemente al no tener depredadores naturales , al intenso calor que ha hecho durante el verano y a la falta de lluvias pero, sobre todo, al cambio de hábitat.


Antes Fontanars era una zona muy buena para la caza. No era difícil regresar a casa con una buena percha de perdices en el zurrón. Pero el paisaje ha cambiado sustancialmente. Donde antes había viña en vaso ahora se levantan enormes palos con alambres en espaldera, donde la perdiz ya no cría. Los tratamientos fitosanitarios y, sobre todo, los herbicidas han sido letales para la fauna salvaje.
No se explica de otra forma de cómo habiendo bandos de perdices en la primavera, aunque no muy numerosos, al abrirse la veda no haya quedado ninguno o muy pocos.
A pesar de que el cupo por cazador y día era de una perdiz, la mayoría, como se dice en el argot cinegético hizo "pala" y no abatió ninguna patirroja.
Ante esta dramática situación , la sociedad de cazadores L'Alforí debería plantearse,  si no es más aconsejable en estos momentos, cerrar la veda para la perdiz y dejarla abierta solo para el conejo, la liebre y el tordo a la espera de que la situación mejore y la perdiz se recupere.
Hay quien sostiene, sin embargo, que esto tampoco garantiza que el año que viene vaya a ser bueno desde el punto de vista cinegético porque son muchos los factores que intervienen en la cría de perdices para que un coto se repueble de manera natural, sin soltar perdices de bote.
Pero en lo que sí estaremos todos de acuerdo  es que la base fundamental es  una buena gestión cinegética. Y eso se hace tomando medidas por drásticas que puedan parecernos a priori, pensando siempre en el bien y en el interés de la caza.