miércoles, 20 de diciembre de 2017

Tercera jornada de caza en El Bonillo

Magnífico y completo día de caza este miércoles en el coto La Patirroja. Esta vez me ha acompañado mi amigo Mauro Matarredona. A las 10 en  punto llegábamos a El Bonillo, allí nos esperaba como de costumbre, Cesáreo.
Teníamos todo el coto para nosotros porque no había ninguna otra cuadrilla cazando. Mauro fue por bajo, Cesáreo por el centro y yo por arriba. Mantuvimos este orden a lo largo de toda la mañana.


Cogimos bien la mano desde el principio y eso se nota, además, el viento y el frío nos favorecía porque la perdiz aguanta más. Si te oye o te ve, estás perdido porque aunque sea perdiz de granja te da muy pocas opciones.
Cesáreo conoce muy bien la finca y la querencia de las perdices. Y es que Cesáreo es ante todo un cazador nato. Un amigo mío también cazador, Ramón Ferrero, siempre me decía que dar las patadas bien, cuesta lo mismo que darlas mal, pero los resultados no son los mismos. Y tenía mucha razón. La caza de la perdiz en mano requiere mucha astucia y una buena planificación. No se trata de salir al monte y echar a andar. Así solo conseguiremos fatigarnos.
La lluvia, aunque escasa, había hecho acto de presencia en La Mancha. El olor a romero se dejaba sentir en  el aire. Daba gusto andar por el monte. En las zonas de umbría todavía podía observarse la escarcha y el hielo de la madrugada que se quebraba a nuestros pasos.
 El primero en descolgar un par de perdices fue Mauro con un doblete de patirrojas. La segunda de ellas, la cobró Syrah cuando regresábamos al coche. Cogió bien el aire y dio con ella enseguida. Mauro y Cesáreo habían pasado por encima de ella un par de horas antes sin percatarse de dónde estaba. Y es que si no vas provisto de un buen perro es fácil perder caza. Y la norma de todo buen cazador es no dejar caza muerta o malherida en el monte.
La verdad es que Kiko tiene uno de los mejores cotos de caza intensiva de España. Muy bien gestionado.  Los bebederos y los comederos están llenos de agua y comida. De hecho, nos topamos con uno de los encargados de la finca que iba con un tractor, llenando los comederos de trigo. Tampoco en los caminos falta comida. La perdiz está fuerte. Algunos campos de cereales empiezan a verdear en esta época del año, lo que les asegura comida en abundancia para el invierno. El terreno es bastante cómodo de cazar, con una orografía típica del paisaje manchego de chaparros, retamas y carrascas.
Esta vez, aunque me llevé conmigo la Pedro Arrizabalaga, tiré con la  Mateo Mendicute, que le tengo más confianza. Mauro cazó con una repetidora del calibre 20, que le trae muy buenos recuerdos porque fue su primera escopeta y un regalo de su padre. Algo cerrada ( 2 estrellas), pero lo compensó, tirando un cartucho más abierto de octava y 32 gramos. La ventaja de tirar con una escopeta del 20 es su ligereza y eso cuando llevas unas cuantas horas en el monte, subiendo y bajando barrancos o cruzando barbechos y sembrados se agradece. Podemos estar hablando de un kilo menos de peso y eso en un arma es mucho. Y cuando tienes ya algunos años a la espalda como es mi caso,  aún más. También es verdad que al pesar menos son más pegonas. Pero si vas a  tirar pocos cartuchos, poco importa eso. Cosa distinta es si vas a pegar muchos tiros. Entonces puedes terminar con el hombro dolorido y la cara hecha un cromo.
Syrah anduvo un  poco más tranquila.  Es la tercera vez que sale a cazar esta temporada. En el cobro estuvo espectacular. No dejando ninguna perdiz en  el monte. En cuanto se serene un poco será una perra magnífica.
Yo había descansado la noche anterior y anduve muy certero y muy rápido de reflejos, colgándome una docena de perdices, pinchando otras dos,  con 25 cartuchos. Abatiendo perdices a corta, media y larga distancia, errando solo un par de ellas.
Mauro, que como él me dijo se lo pasó "bomba" se colgó 9 patirrojas, pese a que le falló la escopeta en varias ocasiones, en una jornada que tuvo como colofón final unos suculentos gazpachos en el Restaurante El Rincón de Pedro en Almansa.


lunes, 11 de diciembre de 2017

Segunda jornada de caza en El Bonillo

Esta semana de puente he vuelto a El Bonillo en compañía de mi mujer Dolores. No pegué ojo en toda la noche por los nervios  de ir a cazar y eso después se nota porque el cansancio es mala compañera.
Durante el viaje cogimos algo de niebla antes de llegar a Albacete, después ya se despejó y tuvimos un buen trayecto hasta llegar a El Bonillo. Mi mujer Dolores preparó unos deliciosos bocadillos de chorizo ibérico con queso para chuparse los dedos. Esta vez no se nos olvidó coger la bota de vino, que rellenamos con un buen caldo.
Cuando llegamos a El Bonillo nos esperaba puntual, como siempre, Cesáreo.  Recogimos el permiso para cazar, que previamente había cumplimentado Kiko y nos fuimos a la finca.
En el camino de entrada a la finca era un espectáculo ver las perdices delante de nosotros, apeonando y cruzándose entre ellas. No le tienen miedo a los coches. Están acostumbradas. Cosa distinta es cuando vas con la escopeta en la mano y a pie. En ese momento saben guardar muy bien las distancias.
Esta vez a diferencia de la jornada anterior cazamos en otro  lote, con abundancia de chaparros, retamas y esparteras. Anduvimos un buen rato, sin pegar ni un solo tiro. A pesar de que unos días antes había llovido, el campo sigue muy seco y la caza va muy delante porque nos oye. Si no eres capaz de hacer bien la mano y meter la perdiz en el monte, después de haberlas volado varias veces, tirar  a una patirroja en un rastrojo  es muy complicado porque no te deja muchas opciones y vuela muy larga. En días con viento es otra cosa porque la perdiz aguanta más.
Empecé la mañana con la Mateo Mendicute, pero solo pude tirar a dos perdices, de las que me colgué una ,pudiendo haber hecho un doblete, pero erré la segunda. A la hora del taco cambié de escopeta y cogí la Pedro Arrizabalaga, que aún no había tenido ocasión de probar, después de recogerla de la armería y hacerle algunos cambios en la culata y en el gatillo. Es algo cerrada, sobre todo, el segundo cañón que tiene 11 décimas, una estrella cerrada, aunque para la perdiz al salto no es una mala opción, teniendo en cuenta la distancia a la que salen en esta época del año y muchos tiros los hacemos a más de 45 metros.
Me hubiera gustado plomearla antes para ver como hace el tiro, si alto o bajo, pero no fue posible, así que, qué mejor ocasión para probarla que un día de caza. Dicho y hecho.
Aunque en este caso, el estreno no fue muy provechoso que digamos, y erré la primera perdiz, que a priori no entrañaba ninguna dificultad. Pero hasta las más fáciles se fallan. Afortunadamente, la cosa mejoró y a continuación abatí un conejo y una perdiz larga a la que le tiré de saque, sin apenas tiempo de apuntarla, que es como se mata la caza. Tampoco es que diera muchas más opciones.
En el cielo, las siluetas de las águilas nos observan mientras cazamos. También ellas están buscando algo que llevarse al buche.
Syrah levantó mucha caza, sacándome de tiro en  muchas ocasiones. Se adelanta demasiado, es muy nerviosa y malogra muchas oportunidades. Debe serenarse para que formemos un buen tándem. Aún es joven y tiene mucho tiempo por delante.
Luego me tragué dos seguidas. Una de ellas, la sacó Syra, llegando al coche, de dentro de una mata. Cesáreo contuvo la risa y dijo que él no había visto nada. A lo que yo asentí cabizbajo con la cabeza.
Sobre las dos del mediodía dimos por concluida la jornada cinegética. Cuando salíamos por el camino en dirección a la casa, Césareo nos avisó de las perdices que íbamos a ver. Efectivamente, no se equivocó.

 De regreso a casa, paramos como de costumbre en el Restaurante Casa Valencia de Almansa, donde nos prepararon un delicioso arroz seco de bogavante, de los mejores arroces que he probado en mi vida, regado con un excelente Marqués de Cáceres, crianza.  El arroz no era del todo seco ni tampoco meloso. Estaba en su punto de cocción. De aperitivo no podía faltar la ensaladilla de sepia  y las croquetas de jamón y pollo.

Huroneando por tierras de Fontanars

Fantástico día de conejos con hurón en la finca de un amigo mío en Fontanars del Alforins.  Una magnífica finca de caza menor en plena Toscana valenciana con cerca de 200 hectáreas  de viñedos, olivares y almendros. Día completo porque por la tarde hemos ido un rato al tordo a la choca, que es cuando entran a dormir a poca noche.
A pesar del gélido día y del fuerte viento que ha arreciado durante todo el día, estamos en plena ciclogénesis explosiva,  la jornada se ha dado muy bien y "Ronaldo" ha hecho un trabajo extraordinario, con un par de lances memorables.


Cuando oyes las carreras bajo tierra, debajo de tus pies, que parece que haya un pequeño terremoto alrededor, el corazón se te pone a mil por hora.  La adrenalina se dispara. Y esto ha ocurrido hoy en un par de ocasiones.
Ronaldo es mucho Ronaldo. Hoy ha dado buen ejemplo de ello. Tras esperar casi media hora en la boca de la madriguera, al final el resultado ha dado sus frutos. No ha sido uno sino dos los conejos  que han  salido a la carrera a una velocidad endiablada.
Hemos echado el hurón en varias bocas, en aquellas que veíamos que no estaban muy huroneadas. Si la tierra está movida o hay excrementos cerca, buena señal. Otra cosa es que el conejo esté dentro de la madriguera porque puede estar fuera, comiendo.
En un par de ocasiones, el conejo se ha percatado de nuestra presencia, echándose atrás y entrando de nuevo en la madriguera.  Ese conejo ya está resabiado y le costará más tiempo salir. Son  muy astutos y listos.


Para evitar que esto ocurra, conviene no ponernos delante de la madriguera sino un poco más atrás, dejando libre la boca y, sobre todo, es importante que no les dé el viento porque nos delatará enseguida. Todas las previsiones que tomemos son  pocas.
Cuando echamos el hurón en una zona con mucha piedra, hay que armarse con un poco más de paciencia de la habitual porque aunque a nosotros nos parezca fácil dar con el rabudo debajo está lleno de intrincadas y angostas galerías que hacen muy difícil dar con él. Si, además, en el interior hay gazapos, algo muy habitual, pues las conejas están cada dos por tres pariendo, la espera puede ser interminable.
La caza del conejo con hurón es una práctica cada vez más extendida por los cuantiosos daños que los lagomorfos causan en las cosechas y que lleva de cabeza a muchos agricultores.
En la finca que hoy hemos estado cazando, con cerca de 80 hectáreas de viñedo y algunas plantaciones nuevas, abatir conejos con hurón se ha convertido en una obligación para el propietario que lucha para sacar adelante sus explotaciones.