Pensaba como
dice el refrán que a la tercera va la vencida, pero no fue así. Lo mejor de
este vieja fue, sin duda, reencontrarme con mi buen amigo Ramón Ferrero, a
quien le debo mi pasión por la caza.
Ramón, algo ya
más repuesto de un ictus que sufrió hace un par de años, acudió acompañado de
su hijo Genaro, que no lo deja ni a sol ni a sombra y menos cuando se trata de
cazar.
Yo no les
esperaba porque era un día laborable, y Genaro trabaja de responsable en un supermercado,
pero como les digo fue una grata sorpresa ver de nuevo a mi buen amigo y
excelente cazador, Ramón Ferrero.
Esta vez Fran
optó por ponernos en un campo de rastrojos, en la finca La Carolina, donde el
domingo vio algo de torcaces.
Genaro y su
amigo fueron a otra parte de la finca.
Ramón, Fran y yo
estábamos colocados en el rastrojo. Fran a escasos metros de mí y Ramón más
abajo. La idea era cubrir todo el perímetro para que en caso de que hubiera
torcaces todos tirásemos y moviésemos las palomas.
Si importante es
que haya torcaces, importante es igualmente cómo esté hecha la barraca y
sobretodo la orientación que tenga la misma. Siempre que se pueda es conveniente
hacerlas de espaldas al sol por razones obvias.
La barraca debe
ser amplia para poder moverte con comodidad dentro de ella y debe cubrirte lo suficiente para que las
palomas no te vean, pero tú si verlas a ellas. He visto puestos en los que el
cazador estaba tan camuflado que ni las palomas lo veían a él ni él a las
palomas.
En mi caso no
podía ser peor en ambos sentidos. Menos mal que iba provisto de unas gafas de
sol. Tuve el sol dándome a los ojos hasta mitad mañana que ya estaba más alto. Si hay paloma uno lo sobrelleva mejor, pero
si no, además, de aburrido resulta molesto e incómodo.
A las dos horas
de estar en la barraca probamos suerte en otra parte de la finca, Esta vez una
charca, pero tampoco. Tire a uno y erré otro.
Como la ilusión
es lo último que se pierde y las tardes suelen ser mejores que las mañanas nos
quedamos a comer y pasadas las tres ya estábamos en los puestos, bueno ellos
porque yo que soy poco paciente aguanté poco y me fui a la laguna a ver si por
allí había algo más de torcaz. El sol apretaba y era más que probable que
buscaran el agua natural de la laguna. Hay agua este año por toda Castilla La
Mancha con lo cual los animales tienen mucho sitio donde elegir y la laguna no
fue uno de ellos.
Ramón y Genaro
se quedaron en el barranco.
En la laguna
pude disfrutar otra vez de los patos, pero hasta finales de octubre no se les
puede tirar porque la veda está cerrada. Así que habrá que esperar mejor
ocasión.
Para acertar un
buen día de torcaces tienes que hacer muchos viajes. Yo ya llevo tres y en los
tres he errado. Quedan aún un par de viajes por hacer hasta el día 22 que se cierra
la veda. A ver si tengo más suerte la próxima vez.
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