Acabo de venir
de labrar y he echado en falta esos pajarillos que otrora nos acompañaban
revoloteando en busca de insectos al lado del tractor. De color blanco y negro,
no recuerdo su nombre ahora. Frágiles y rápidos en su vuelo nos hacían la
velada más amena y entretenida.
No se ven
jilgueros ni verderoles ni gorriones. Estamos acabando con todo. Culpa de que
esto ocurra lo tienen los productos que echamos en el campo para combatir
plagas tanto en frutales, viñedos o cereales. Me refiero a los productos
fitosanitarios. Algunos se han prohibido, pero otros no.
Muchas de estas
aves que ingieren estos productos mueren. Las que logran sobrevivir tienen
secuelas para toda su vida, por ejemplo, en la incubación o polladas,
reduciéndose el número de puestas.
La perdiz junto
a otras especies cinegéticas como la codorniz o la tórtola es otra de las
grandes afectadas. Citaba en un artículo mío anterior, haciéndome eco de un
informe elaborado por la sociedad de ornitología , que su población se ha visto reducida en un
16%.
Muchos echan la
culpa a las granjas cinegéticas de que la perdiz salvaje esté casi al borde de
su desaparición por las enfermedades que transmiten. Si no se toman medidas
encaminadas a preservar la especie por antonomasia de la caza menor es fácil
que esto ocurra. Pero en cualquier caso, esto es una responsabilidad que
compete a agricultores y cazadores.
Algo de culpa,
sin duda, tienen las granjas, pero el problema gordo son los productos químicos
que tiramos en el campo sin ningún control.
La agricultura ecológica es una buena alternativa para
que fauna y flora convivan en armonía Cada vez son más las explotaciones
agrarias que apuestan por este modelo productivo que, además, es muy rentable al
margen de las ayudas que reciben. Les invito