Quienes tuvieron
ocasión de salir el primer día -en la Comunidad Valenciana se abrió el domingo
16-, disfrutaron de lo lindo tirando a torcaces y tórtolas. Hubo quien superó
la media docena de pájaros.
La pipa ya
está buena y es un manjar para estas
aves. El año pasado por la condiciones meteorológicas adversas y la ausencia de
lluvias no se sembró y este año se ha visto más paloma al haber más comida en
los campos.
La ausencia de
tormentas los días previos a la abierta de la veda también ha favorecido la
proliferación de estas aves.
A la paloma no
le gustan las tormentas. Al menor atisbo de borrasca abandonan, incluso, los
nidos con los pollos. La paloma quiere tranquilidad y pinares, donde echarse a
sestear.
Esta vez no
he cazado en el coto de Fontanars. Lo he hecho en un coto privado, que también se encuentra en Fontanars, al que me ha
invitado una de sus propietarias, que tiene cedida la finca al acotado. Al
margen de un pequeño incidente el sábado por la tarde con una persona, que de
muy malas maneras se acercó a nosotros
para preguntarnos, quién nos había dado permiso para estar cazando, el resto fue inolvidable.
Por la mañana me
acompañó Juan Carlos Bataller que
iba sin escopeta y su sobrino José Luis
que tiene más afición que yo. Me recuerda mucho a mí cuando era pequeño y la
noche antes, no pegaba ni ojo.
Tanto su tío Juan Carlos como su padre José Luis son grandes cazadores, además,
de muy buenos amigos.
El día antes Juan Carlos estuvo echando un vistazo
al cazadero para ver la querencia de los animales, aunque cuando hablamos de
torcaces es una lotería porque nunca sabes lo que va a ocurrir. Son
imprevisibles. Así que lo mejor es verlo in situ.
Me puse en
una punta del campo de girasoles y en el otro extremo, José Luis. En pocos minutos se hizo la barraca.
Nada como una
barraca natural hecha de carrasca. Las que compramos en las armerías son muy
cómodas porque es llegar y abrirlas, y no tienes que andar con el serrucho;
salvo que haga aire, que deseas no haberla comprado nunca. Pero como el torcaz
es un animal bastante desconfiado y suspicaz, mejor si hacemos una barraca con
cuatro ramas.
La única
prohibición que nos impuso la propietaria de la finca era no tirar a las
palomas. Obvia decir que la cumplimos a rajatabla.
Coloqué los
cimbeles sobre las corolas de los girasoles para ver si se echaban a comer,
pero nada. No estaban cebados a la comida. Venían, seguramente, de un embalse
próximo.
Entraban a gran
altura. Como si estuvieran tiroteados. Cuando
esto ocurre, lo mejor es no disparar y dejarlos cumplir porque muchas veces, lo
que hace el torcaz es observar antes de echarse a comer. Son muy desconfiados, además, de tener una
vista privilegiada. Al menor movimiento te descubren por muy bien que vayas
camuflado. Sólo la luz del sol que da sobre el cañón o el reflejo de unas gafas
de sol es suficiente para delatarnos. Pueden aguantar parados en los hilos de
la luz o en las ramas de los árboles mucho tiempo antes de tirarse a la comida.
Hay quien no tiene paciencia y se precipita en
los disparos, echando a perder la tirada. Yo les llamo escopeteros. Si tienes
la mala suerte de tener a uno de ellos al lado, ya puedes plegar los trastos e
irte a casa. No era el caso. Jose Luis
sabe comportarse en el puesto y sabe perfectamente cuándo debe tirar y cuando
no. Mejor que muchos adultos.
Los hay que
tiran con chockes muy cerrados y plomo del 5 o del 6, de 36 gramos. Yo prefiero
tirar cartucho más flojo, sobre todo, ahora que estamos en el mes de agosto y
hace mucho calor. Si es cuestión de tirar tiros, aguantas mucho mejor con un
cartucho de menos gramaje. 32 es ideal para todo tipo de caza. He visto
moratones en mejillas y brazos con hematomas, precisamente, por tirar cartuchos
con mucha carga de perdigones. Si, además, como es mi caso, llevas una
paralela, es más aconsejable utilizar un cartucho suave.
Disparar fuera
del radio de muerte sólo sirve para, aparte de estropear la tirada, y poner de
malhumor al compañero de puesto; malherir al animal y no darle captura. Un
animal con un par de plomos en el cuerpo muere a las pocas horas y no es
aprovechable, salvo para las alimañas.
Dormí poco la
noche anterior, así que anduve bastante lento y fallón. Cuando los torcaces van
a una altura considerable, hay que adelantar más el tiro y si estás flojo de
reflejos por el cansancio haces los tiros traseros, que es lo que me paso a mí.
También aunque hayamos dormido lo suficiente nos quedamos detrás en los tiros.
Lo raro es irse por delante. La caza la fallamos normalmente porque no
adelantamos lo suficiente el tiro.
Por la mañana
sólo pude bajar dos y tiré por lo menos a siete u ocho. Un promedio bastante
bajo, la verdad.
A la hora del
taco, fundamental en cualquier jornada de caza, Juan Carlos tuvo la amabilidad
de compartir conmigo su almuerzo.
La tarde me fue
bastante mejor. Pude dar un par de cabezaditas y descansar un rato. Las tardes
suelen ser en general bastante más provechosas. Aunque la paloma come a primera
hora de la mañana. Descolgué cinco y una tórtola. Repetí el domingo y me eché
al zurrón otros dos. Esta vez no erré ninguno.