Este es el quid
de la cuestión y no otro. Si queremos que en un tiempo prudencial vuelva a haber
perdices en nuestros acotados, tenemos que recuperar el hábitat que las
perdices tenían antaño, antes de que llegara la agricultura intensiva, que es
la principal responsable de que su población se haya reducido de forma
considerable. No se trata de volver a arar con mulas y bueyes como lo hacían
nuestros antepasados, pero sí, al menos, de cuidar y preservar más y mejor el
ecosistema y, sobre todo, de no destruirlo.
Hablando estos
días con Juan Carlos Bataller, que
es miembro de la Junta directiva de la Sociedad de Cazadores L'Alforí, de Fontanars y que de caza sabe un rato, me reconocía que la
perdiz sigue criando donde no se le molesta. "Los pocos bandos que se ven,
están donde la perdiz puede sacar adelante las polladas, sin el agobio de la
presencia humana. En el resto, no cría".
Muchos
agricultores hemos transformado toda la viña que había en vaso en espaldera y
la hemos mecanizado para obtener mayor rentabilidad a nuestras explotaciones. Y
eso es muchas veces incompatible con una buena gestión cinegética, máxime
cuando no hemos sido capaces de sustituir esos hábitats por otros, que hagan
posible que la perdiz saque adelante a sus perdigones.
El cuidado de la viña hasta que llega la vendimia, allá por el mes de septiembre u octubre, salvo las uvas blancas que se recolectan antes, tiene multitud de trabajos: podar, mondar, quitar hierba, subir y bajar hilos, quitar bordes, despuntar, tratarla contra las enfermedades como el mildiu, la polilla o el oideo, etc, etc. Cada vez que realizamos uno de estos trabajos, molestamos a las perdices, que puedan haber hecho un nido debajo de una cepa o cerca de un ribazo. Cuando la viña era en vaso se realizaban también trabajos en el campo, pero muchos menos que ahora. Básicamente era una labor de tractor y no tanto de mano de obra como ocurre ahora, que se ha mecanizado la vendimia, pero hay continuas cuadrillas en los viñedos, realizando trabajos, prácticamente desde que empieza a mover la viña en marzo o abril hasta la vendimia, casi medio año.
El cuidado de la viña hasta que llega la vendimia, allá por el mes de septiembre u octubre, salvo las uvas blancas que se recolectan antes, tiene multitud de trabajos: podar, mondar, quitar hierba, subir y bajar hilos, quitar bordes, despuntar, tratarla contra las enfermedades como el mildiu, la polilla o el oideo, etc, etc. Cada vez que realizamos uno de estos trabajos, molestamos a las perdices, que puedan haber hecho un nido debajo de una cepa o cerca de un ribazo. Cuando la viña era en vaso se realizaban también trabajos en el campo, pero muchos menos que ahora. Básicamente era una labor de tractor y no tanto de mano de obra como ocurre ahora, que se ha mecanizado la vendimia, pero hay continuas cuadrillas en los viñedos, realizando trabajos, prácticamente desde que empieza a mover la viña en marzo o abril hasta la vendimia, casi medio año.
Solo un dato. La
paja que antes se dejaba en el campo durante semanas, ahora se empaca
prácticamente el mismo día que se está cosechando el cereal, destrozando muchas
veces los nidos. Las cosechadoras son auténticas trampas mortales para los
animales. ¿Cómo queremos que haya codornices en los rastrojos de trigo, si no
le dejamos si quiera refugio para que críen y se protejan de las alimañas?.
Queremos que
haya caza, pero no cuidamos su hábitat. Y una cosa lleva a la otra.
La perdiz tiene
innumerables enemigos en el campo. Si entre todos no le hacemos la vida un poco
más fácil, terminará por extinguirse, como ya está ocurriendo en algunas zonas
de España, donde tendremos que echar manos de los libros y las revistas de caza para enseñárselas a
nuestros nietos.
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