Debido al
intenso calor que ha estado haciendo hasta bien entrado el otoño, este año he
optado por esperarme hasta el mes de noviembre para ir a cazar, a la espera de
que bajen algo las temperaturas. En octubre rondaban los 27 grados. Demasiado
calor para ir a cazar. Es más propio ir a la playa con estos calores que salir
al campo detrás de las perdices.
Casi un mes
después de abrirse la veda me fui a El Bonillo, al coto La Patirroja. Esta vez
me ha acompañado mi mujer Dolores,
que aguantó estoicamente las 3 horas que estuvimos cazando.
Cuando llegamos
a la casa nos esperaba Francisco. Cesáreo esta vez no pudo acompañarnos
porque estaba con otra cuadrilla. Kiko
el dueño de la finca, ya tenía preparado el permiso para cazar. Así que fue
recogerlo y subirnos al coche.
Nos quedaban un
par de kilómetros hasta llegar al lote que nos había tocado.
Nada más llegar
al coto empezamos a ver los primeros bandos de perdices, que parecían no tenerle
miedo al coche. El camino es un reguero de perdices. En los comederos, pero también en los caminos
hay comida en abundancia.
Este viaje me
traje también conmigo la Pedro Arrizabalaga que esperaba estrenar
después de unas modificaciones que le había hecho en la culata y en el gatillo,
pero tendrá que esperar mejor ocasión porque al final tiré con la Mendicute.
Syra, que cobró muy bien, anduvo muy
nerviosa, volando perdices sin parar. Cuando se tranquilizó, cazo más a la
mano. Normalmente, los labradores que son muy buenos cobradores suelen ser
perros tranquilos que no andan
espantando la caza. No me gusta ponerles collar y andar con el mando a toda
hora.
Al poco de salir arranca una perdiz del barbecho que abato, tras meterle un par de perdigones en la cabeza. Apenas la toqué, pero un plomo en la cabeza es suficiente para derribarla.
Al poco de salir arranca una perdiz del barbecho que abato, tras meterle un par de perdigones en la cabeza. Apenas la toqué, pero un plomo en la cabeza es suficiente para derribarla.
He cambiado de
munición. Hasta ahora siempre tiraba Armusa
PLa 1, séptima ,de 34 gramos. Las escopetas paralelas suelen ser bastante
más pegonas que el resto de las armas, así que este año he optado por tirar 32
gramos. La diferencia es considerable y me encuentro más cómodo. Esos dos
gramos de diferencia entre un cartucho y otro se notan. Y en verano con el
calor más aún, por lo que es preferible tirar munición más suave. Nuestro
hombro lo agradecerá.
Las perdices
apeonan a larga distancia. El terreno está muy seco. Apenas ha llovido. El
ruido de nuestras botas al pisar el terreno nos delata y la caza va delante. Syra me saca de tiro varias perdices. El
guarda me avisa de que aguante a la perra o tiraremos las perdices fuera del
coto. Dolo me sigue a corta
distancia, avisándome de los bandos de perdices que se ven a lo lejos.
A mitad mañana
hicimos un receso y nos tomamos unos
bocadillos de chorizo con queso, con pan recién hecho que nos supieron a gloria
bendita. Nada como comer en el monte. Aquí todo sabe distinto. Nos faltó echar
la bota con el vino.
Tras el taco,
continuamos en el monte detrás de las patirrojas, cobrando alguna pieza más y
errando otras. Francisco va
dirigiendo la mano. Nos adentramos en una zona de esparteras muy querenciosa
para las perdices, pero, sobre todo, para los conejos. Vuela una perdiz hacia
abajo a una velocidad endiablada, que engancho de segundo tiro. Syrah va como una flecha en dirección
hacia ella. Me espero a que la cobre. Al ver que tarda, decido bajar. La perra
no lleva la perdiz en la boca. Francisco
que se percató del lance también se acerca y vemos el pelotazo, y un montón de
plumas, pero ni rastro de ella. Continuamos cazando y al poco Syrah
da con ella. La perdiz a pesar del pelotazo estaba de ala. Era un macho viejo
que había sobrevivido a varias batallas.
Sobre las 13,30
dimos por concluida la jornada, con media docena de perdices en el zurrón y un
conejo.
De regreso a
casa, paramos como de costumbre en el Restaurante
Casa Valencia de Almansa, donde Daniel
nos preparó un deliciosa paella de verduras. De entrada: croquetas de jamón y pollo y una
deliciosa ensaladilla de sepia de bocas de mar. Día redondo.