sábado, 23 de noviembre de 2024

De perdices en El Bonillo (tercer día)

El día previo a ir a cazar no suelo pegar ojo, esta noche pasada, además, el fuerte viento hacía imposible conciliar el sueño. El rugir del viento estremece a cualquiera. Vivo rodeado de pinos, algunos de ellos pegados a la casa, lo que hace más peligroso si cabe las rachas de viento por el riesgo de caída de los árboles. A las 6,15 ha sonado el despertador. He aguantado un poco más en la cama. Llevábamos un par de semanas sin ir a cazar porque Kiko lo ha tenido completo durante todas estas últimas semanas, razón de más para que nuestras ganas fueran aún mayores. Sobre las 7,15 he pasado a recoger a Mauro por su casa que me esperaba impacientemente con todos los bártulos preparados. Hoy hemos cazado con dos amigos de Alcoy: Óscar y Miguel. El cazadero ha sido el mismo de días anteriores: Fuente Agria. Un lote con abundancia de perdiz.
Elías haciendo indicaciones a los cazadores para coger bien la mano (Foto:. PS) El día amanece muy nublado con previsiones de agua. Dividimos la mano en dos grupos. Elías nos acompaña a Mauro y a mí, mientras que Nicolás va con Miguel y Óscar, cerrando la mano. Los primeros disparos no se hacen esperar. Óscar y Miguel se cuelgan las primeras perdices de la mañana. Elías ha traído a su perrita “Trufa”, un spaniel francés que mueve muy bien la caza. Hoy, además, ha cobrado su primera pieza. Elías no ha podido ocultar su felicidad. Ha sido una perdiz larga que ha abatido Mauro y que Trufa ha traído sin decirle nada. Con el resto de perdices ha hecho lo mismo. Óscar y Miguel llevaban otros dos perros. La braca se ha alargado mucho y sacaba las perdices fuera de tiro, pero el perro, de nombre "Chulo", una mezcla de spaniel y bretón, lo ha hecho francamente bien, cazando a la mano y cobrando todas las piezas. En uno de los lances, he perdido el equilibrio al cruzar una acequia y me he caído al suelo con tan mala suerte que se ha disparado la escopeta. Por suerte ha sido solo un susto. He descansado muy poco y eso se nota en los reflejos. A muchas perdices no he tenido tiempo ni de encararlas cuando en circunstancias normales les hubiera descerrajado los dos tiros. He estado bastante lento. Ello me ha impedido tirar a algunas perdices.Hasta Elías se ha percatado. Blaki lo va haciendo cada vez mejor, pero sigue sin querer traer la caza. Se espera al lado de la pieza hasta que yo llego y no deja acercarse a ningún perro. Ha cobrado varias perdices de ala y ha hecho la muestra a otra que estaba escondida en unas piedras. Otra que ha caído alicortada en un sembrado se le ha perdido al refugiarse en un montón de piedras. Al menor hilo de vida que tienen se meten en el agujero, escapando a los perros. El día es perfecto para la perdiz. Hace un poco de frío y el cielo está muy nublado. Cae una pequeña llovizna, que no resulta molesta para cazar. Se han movido algunos tordos de las carrascas. Yendo a la perdiz no me gusta tirar a los zorzales para no estropear la mano. Mientras caminaba detrás de las perdices he encontrado una herradura que es señal de buena suerte. La he cogido y me la he echado al chaleco. Los bandos de perdices animan la jornada cinegética. A mitad mañana hemos parado a tomar un pequeño taco y a contar algunos de nuestros lances. Más allá de las piezas abatidas, la caza son anécdotas, lances y, sobre todo, buen compañerismo. El día que no sea así dejaré de cazar. Óscar y Miguel van por delante con media docena más de perdices que nosotros. En la segunda vuelta hemos cogido la misma mano. Yo solo he conseguido tirar a tres perdices que he conseguido abatir. Una de ellas ha sido gracias al perro. Pensaba que no la había tocado y el perro se ha percatado de donde ha caído aunque le echó la culpa a las botas. Por las orillas de las siembras las perdices apeonan y vuelan largas. Es difícil que se quede alguna rezagada. Las lindes son muy buena ,ya que sirven de refugio a las perdices. El terreno está algo resbaladizo, hay mucha piedra suelta por medio de la ladera por donde camino y vuelvo a caerme, pero no soy el único porque Mauro también se cayó. Recordar todos los lances resulta casi imposible porque son muchos y variados. Se abaten perdices largas y, sin embargo, se fallan otras que son, aparentemente, fáciles. Esto es lo que hace realmente atractivo la caza. Si no falláramos nunca, sería realmente aburrido. Tras terminar la jornada que se ha dado francamente bien con casi medio centenar de perdices entre los cuatros hemos comido en un restaurante que se encuentra en el mismo pueblo de El Bonillo, que he frecuentado en alguna ocasión, pero que hacía mucho tiempo que no iba, donde se come de maravilla, como es La Fonda de Santiago, además cuenta con una carta realmente amplia donde puedes comer unas gambas frescas, unas almejas de carril o una cazuela de angulas. El menú del día tampoco está nada mal. Hemos comido unas migas con huevo frito y unas alubias con perdiz. Mejor final a esta inolvidable jornada, imposible.

lunes, 11 de noviembre de 2024

Pocos tordos en el comienzo de temporada

Hacía mucho tiempo que no iba al tordo. El jueves me puse un rato por la tarde a la “lloca” que es cuando el zorzal entra a poca noche a dormir a sus lugares de refugio, normalmente pinadas. Allí pasa la noche hasta el día siguiente que sale a comer. Les gustan mucho las aceitunas, las uvas que se han quedado por vendimiar en las cepas, pero también las bolitas de las sabinas o del llidoner. Suelen ser bastante madrugadores. Antes de que amanezca hay que estar ya en el puesto. El tordo tiene mucha vista, así que conviene estar bien escondido. Me puse en un bancal de almendros y olivos, detrás de un arbusto que me tapaba bastante, pero a la vez tenía buena visibilidad. A mi izquierda estaba Mauro a la punta del bancal. Allané un poco el terreno, quitando algunas piedras que molestaban para tirar más cómodo. Es importante evitar los desniveles y tirar lo más llano que sea posible. Se movieron muy pocos tordos. Tuve la fortuna de tirar a dos, pero solo pude cobrar uno. Si cae boca abajo son muy difíciles de encontrar porque se confunden con la tierra y si hay poca luz, como era el caso, mucho peor. Panza arriba son más fáciles porque el plumaje moteado del pecho les delata. Al día siguiente volví con los perros y tampoco lo encontré. Por la noche se mueven muchas alimañas, como zorros o jabalíes, así que es fácil que alguno diera con él.
Al tordo tiro con cartucho de novena y 32 gramos. Hay quien utiliza plomo del 10 o incluso del 11 porque al ser un pájaro pequeño es muy fácil que por cualquier hueco del plomeo se escape y un plomo del 10 o del 11 contiene más perdigones, aunque más pequeños. El domingo volví al mismo sitio, pero esta vez no tuve suerte. No conseguí disparar ni un solo tiro. Solo vi un conejo cuando me dirigía al puesto. Iba cargado con la escopeta y los cartuchos y no le pude tirar. Salió de unas zarzas y se paró justo al lado del camino para volver rápidamente a perderse entre los matorrales. Por la tarde se oyeron algunos tiros, pero muy lejanos, probablemente en el término de Villena. El paso de los aviones es constante y dibuja una silueta perfecta con la luna en su fase creciente de fondo. El ulular de un búho me acompaña y hace más agradable la espera. Los sonidos que nos regala la naturaleza son maravillosos. El año pasado fue muy malo para el tordo y esta temporada no se prevé que sea mucho mejor, aunque habrá que esperar a que llegue el frío y que la aceituna esté más madura. A la península ya están empezando a entrar los primeros bandos de zorzales por los Pirineos y la costa Mediterránea para pasar su invernada entre nosotros. Aquí al tordo se le tira al paso. Hay quien lo caza al salto, detrás de ellos, que para mí es la caza más difícil porque el zorzal es un pájaro muy rápido, que no espera y tiene un vuelo zigzagueante. Estos días no hay entrada. Hace dos años se dio muy bien. Desde comienzos de octubre comenzaron a verse, seguramente porque las temperaturas en el norte de Europa anticiparon la inmigración de esta ave que tanta afición despierta entre los cazadores. Hace ya unos cuantos años al tordo no se le tiraba porque los cartuchos eran caros y los cazadores preferían ir detrás de las perdices o los conejos antes que malgastar un cartucho tirando al tordo. No era considerada una especie cinegética como lo es ahora. Entonces había mucha caza y era normal llegar a casa con media docena de patirrojas en el morral, pero los tiempos han cambiado y hoy la caza del zorzal congrega a cientos de cazadores.