martes, 17 de enero de 2012

Ojeo con los Venera en Ossa de Montiel

El día 13 de enero era mi cumpleaños y no se me ocurrió mejor idea de celebrarlo que irme de ojeo con los Venera. Fue mi regalo por mi cuarenta y nueve cumpleaños.
A la altura de Albacete el termómetro marca tres grados bajo cero.
Pasadas las nueve de la mañana llego a Ossa de Montiel. Poco a poco van llegando ojeadores y cazadores.
En el bar, ya no cabe ni un alma.
Sin embargo, tuvimos que esperar un poco más debido a lo gélido de la mañana. El monte había amanecido blanco por la escarcha.
Cuando me dirigía al coto, me cruza por la carretera, ya en el término de Ciudad Real una cierva. El coche que va delante de mí ha de frenar para no atropellarla. Por unos instantes se detiene en el barbecho y me mira fijamente, segundos después se pierde en el monte.
A las 10.30 ya estábamos en los puestos.
De secretario me acompaña Ángel y su perro Leo. Un cruce de labrador y dálmata de cinco años, muy bueno para la caza en mano y para el cobro, a pesar de que sólo lleva un año cazando.
En el primer ojeo me tocaba de punta, pero Isaac decide cambiarme de sitio y me pone más hacia la izquierda, buscando el centro del barranco por donde en teoría iban a entrar más las perdices, ya que esa era su querencia natural. Y no se equivocó.
El primer y segundo ojeo tuvo lugar en Peñadorada. Era un cara y cruz en el barranco.
Las perdices cogían gran altura, ya que los puestos estaban situados en el hondo del barranco. En mi opinión, demasiado pegados al monte. Hubiera sido mejor colocarlos algo más hacia atrás para una mejor visión.
Los puestos han de estar en línea unos con otros, ni más adelantados ni más atrasados y no se trata de cambiar de sitio como hizo algún compañero, rompiendo la línea de tiro. Además, del peligro que ello conlleva.
No me gustó y he decirlo que el ojeo se celebrara en Peñadorada habiendo otros cotos como son la Sierrecilla y la Carolina- también gestionados por los Venera- para la celebración de este tipo de tiradas.
Creo que los cotos con perdiz autóctona, que por desgracia en España se pueden contar con los dedos de una mano, no sólo  hay que mantenerlos sino también preservarlos, cuidarlos y mimarlos a toda costa.
Entiendo, por otro lado, que la caza es un negocio. Y en este sentido, hay que rentabilizar al máximo las explotaciones cinegéticas.
La siembra de perdices de granja, bien para ojeos o para cazarlas en mano o a palo mata, acaba por aniquilar la perdiz autóctona porque son un foco de enfermedades, además, de atraer a todos los depredadores y alimañas de la zona como zorros, jabalíes o urracas.
Para la suelta de perdices están los cotos de caza intensiva, que no es el caso, que además cumplen muy bien esa labor.
En el primer ojeo tengo a mi derecha a Patrick, un francés afincado ya muchos años en España y que tiene un coto de caza intensiva en Villahermosa.
Y a mi izquierda un grupo de cazadores que había venido de Alicante: Rafa y Emilio. El resto de la cuadrilla estaba en otros puestos del ojeo.
Los puestos se podían doblar. De tal manera, que en todos ellos- nueve en total-, salvo donde yo estaba, había dos escopetas por puesto.
Tiré francamente bien, recibiendo elogios de los compañeros alicantinos por alguna de las perdices que abatí.
No me duelen prendas reconocer que ellos bajaron algunas patirrojas también de las de quitarse el sombrero.
Las perdices por desgracia no entraban como se dice  en el argot cinegético “chorreadas” que es lo que toca sino bandos enteros al unísono, con lo cual había que centrar más la atención.
Aún tengo el hombro un poco endolorido por los tiros que pegué durante el ojeo.  Desde hace un par de años cazo con paralela, que son más pegonas que las repetidoras, pero no hay color entre una y otra. Prefiero el tiro con paralela que con semiautomática o repetidora. A pesar de haber cazado muchos años con este tipo de arma, hoy no la cambio.
La Mateo Mendicute de dos gatillos me acompaña a todas partes.
Terminado el ojeo en Peñadorada nos dirigimos a otra finca gestionada también por los Venera, “La Carolina”, situada en el término de Albacete, a muy pocos kilómetros de Ossa de Montiel.
En la misma finca tomamos el taco. Pepa, madre de los Venera y Pepi, la hija mayor, nos prepararon como de costumbre un delicioso almuerzo campero en el que no faltaba de nada, incluido un delicioso caldo de perdiz. La tortilla de patata tampoco podía faltar en la mesa. Nada sabe igual cuando estás en el campo. Hasta el pan sabe diferente.
En “La Carolina” tuvo lugar el tercer y cuarto ojeo de la mañana. También al igual que en Peñadorada, un cara y cruz en un barranco.
Lomas altas, vaguadas, montes empinados y barrancos suelen ser ideales para los ojeos, ya que la perdiz coge altura, dificultando el tiro de los cazadores.
También en estos dos últimos ojeos anduve muy certero, errando un par de patirrojas y cobrando un total de 34 perdices, con apenas tres cajas de cartuchos, 77 cartuchos para ser más exactos. Sin duda, una buena media que no se da todos los días.
Y no quiero terminar estas líneas sin citar una frase de Leopoldo Valle  en su cuaderno de caza sobre el ojeo de perdiz que me parece muy acertada y que comparto al cien por cien:“En la caza, no hay tiro más bonito y complicado que el que nos regala la patirroja y de éstos, los lances de los ojeos son insuperables. Cada lance es distinto y no hay matemática posible cuando te aborda una barrera de endiabladas perdices”.

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