jueves, 10 de enero de 2013

De vueltas con la caza por tierras manchegas


 
Hoy he pasado una jornada cinegética formidable en compañía de mis buenos amigos: Pepe Sala, Pepe Tortosa y Josep Lluís de la Piedad.

Hemos estado cazando en MonteAlegre del Castillo, en el coto La Higuera, que gestiona con buen criterio, Moisés Navarro.

La perdiz es auténtica, a pesar de ser sembrada. El hecho de llevar semanas en el monte la asemejan mucho, en lo que a hábitos y comportamientos se refiere, con la perdiz salvaje.  Si bien a esta le falta la astucia, la bravura y la picardía de la perdiz de monte. La orografía del terreno es ideal para la caza en mano. Chaparros, romeros y esparteras conforman el paisaje de esta finca enclavada en la provincia de Albacete.

Hoy hemos cazado en otra mancha. La finca da para eso y para más. Con más de dos mil hectáreas, hay monte y barbecho para no aburrirse. En la finca hay tres lagunas y una parte del coto está protegido por la presencia de avutardas, ave que se encuentra protegida y en peligro de extinción y que hace algunos años era una especie cazable y su caza estaba permitida.

El día amaneció muy frío y con mucho viento. Ideal para la caza de patirrojas.

 En días de viento,   y siempre que sea posible, la perdiz hay que cazarla a contra viento. La perdiz siempre buscará volar con el aire a favor. Les incomoda volar con el aire en contra. Prefieren apeonar a alzar el vuelo. Al igual que tampoco les gusta nada andar por barrizales y que se les pegue el barro en las patas.  Los perros ventean mejor con el aire de cara y dan antes con la pieza. Por el contrario,  si la cazamos a favor del viento, la perdiz arranca más larga y muchas veces fuera de tiro, dificultando nuestras posibilidades de éxito.

Cuando salimos al monte, bien abrigados, el mercurio marcaba 2 grados. Al final de la mañana había subido algo el termómetro, pero el viento de tramontana, que no dos dio un respiro hacía que la sensación térmica fuera mucho mayor y pareciera que estábamos bajo cero.

Nos encontramos  en pleno  invierno y lo suyo es que haga frío, pero estamos acostumbrados a días primaverales en el mes de enero y febrero y luego pasa lo que pasa.

A diferencia del último día de caza que anduve bastante fallón, sobre todo, al final de la jornada, hoy he estado muy certero con la escopeta, abatiendo 13 perdices con apenas 20 cartuchos.

De las 15 perdices que se han puesto a tiro, he bajado 13 y una se ha ido pinchada.

He efectuado algunos tiros largos en perdices enviadas tipo ojeo que daba gusto descolgarlas.

Además, he tenido ocasión de tirar a dos perdices con perro puesto y no fallarlas. Sénia como siempre estuvo impecable en los cobros, no dejando ni una sola perdiz sin cobrar.

A mis compañeros de cuadrilla tampoco les ha ido nada mal. Tortosa se ha colgado 10; Sala otras 7 y De la Piedad, 9.

A Josep Lluís le acompañaba por primera vez su perro Mora. Un joven labrador negro,  de apenas 7 meses, que era su debut en la pluma y que lo ha hecho francamente bien, cobrando y mostrando todas las piezas.

Durante la placentera jornada de caza nos ha acompañado el guarda de la finca. Miguel Ángel, bien conocedor del terreno y de la querencia de las patirrojas.

Como colofón a esta memorable jornada de caza, nada mejor que un buen plato de alubias, unas croquetas de ibérico,  y un buen ribera del duero, como el que nos sirvieron en el Restaurante Valencia de Almansa.

No quisiera terminar la temporada, que se cierra el próximo 8 de febrero, sin volver a pisar tierras manchegas y degustar otro plato de alubias. Seguro que repetimos.

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