domingo, 6 de enero de 2013

De caza por La Mancha


 

El día 22 de diciembre fecha del sorteo de Navidad me fui a cazar con un grupo de compañeros a un coto de caza intensiva que se encuentra enclavado en MonteAlegre del Castillo, un pueblecito albaceteño muy cerquita de Almansa, entre La Higuera y Fuente Álamo.

Tenía buenas referencias del coto porque un compañero mío, Pepe Sala, ya había estado cazando allí en un par de ocasiones. También Desiderio Catalá, cazador experimentado, me habló maravillas del coto.

La finca "La Higuera", que gestiona Moisés Navarro,  tiene más de dos mil hectáreas. La perdiz es sembrada, pero de muy buena calidad. Lleva tiempo en el campo y eso se nota cuando apeona y cuando vuela. Arranca muy larga, dando pocas opciones al tirador.

La orografía del terreno es ideal para la práctica de la caza en mano o al salto. Monte bajo con romeros, carrascas y esparteras, algo de viña y barbechos. Muy cómodo de caminar, pues es bastante llano. Ideal para los que ya estamos cerca de los cincuenta y nos pesan los años. También los kilos.

La densidad de perdices no es muy elevada, al menos, en la mancha que estuvimos cazando. Yo lo prefiero porque así no tienes la sensación de estar cazando en una granja aunque en la caza hay mucho matarife que presume de matar perdices sin apenas moverse del sitio. Lo que quieren es colgarse una buena percha sea como sea. Da igual cómo se consiga.

Yo llevaba varias semanas sin echarme la escopeta al hombro, así que imagínense las ganas que tenía de cazar.

Cuando llegamos a la finca nos esperaba Miguel Ángel, la persona encargada de acompañarnos durante la jornada cinegética.

El día fresco aunque con sol y con algo de viento era perfecto para salir a cazar.

Me acompañan Pepe Sala, Filiberto y Rico.

Tardé en apretar el gatillo. Había que patear el monte para dar con las patirrojas. No se crean que por ser de granjas son tontas. Aprenden rápido.

No tuve suerte en la primera perdiz enviada. Le rompí el codillo y cayó de ala, pero no la pude cobrar y eso que Sénia puso todo su empeño y el que suscribe estas líneas también.

No me gusta nada tener que dejar caza herida o muerta en el monte y no poderla cobrar y más si llevas perro, pero no siempre consigues echarlas al zurrón aunque te acompañe el mejor de los perros posibles como es mi caso.

Si hay algún agujero cerca de donde han dado el porrazo es fácil que se metan en él y así no hay forma de dar con ellas.

Al principio pocos tiros, pero certeros. Todo lo contrario que al final de la mañana que erré cuatro perdigotes de los pies, dos de ellos sacados por mi perrita Sénia de muestra y que me podían haber dado el segundo doblete de la mañana.

Parece incomprensible fallar perdices que te arrancan de los pies, pero la caza es apasionante entre otras cosas precisamente por eso. Cada lance es distinto. No hay dos lances iguales como tampoco hay dos perdices iguales. A veces abates perdices que dudarías en tirarles en otro momento por la dificultad del tiro, ya sea por lo lejos que están o porque hay algún obstáculo que te impide tirarles con comodidad y por el contrario, en otras ocasiones ,fallas perdices que te sonrojas por errarlas, como me ocurrió a mí. Y más, si vas en ese momento en compañía del guarda, como fue el caso.

Conejo hay muy poco, siendo un terreno propicio para ellos, pero ya empiezan a verse los primeros gazapos. Si el tiempo acompaña empezara a repoblarse el coto de conejos.

Sénia como siempre estuvo inconmensurable, cobrándome tres perdices de ala.

Yo anduve fallón, pero al final me colgué seis perdices, las mismas que Sala. Eso sí, tuve que tirar una caja de cartuchos para llegar a la media docena.

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