El día 22 de
diciembre fecha del sorteo de Navidad me fui a cazar con un grupo de compañeros
a un coto de caza intensiva que se encuentra enclavado en MonteAlegre del
Castillo, un pueblecito albaceteño muy cerquita de Almansa, entre La Higuera y
Fuente Álamo.
Tenía buenas
referencias del coto porque un compañero mío, Pepe Sala, ya había estado
cazando allí en un par de ocasiones. También Desiderio Catalá, cazador
experimentado, me habló maravillas del coto.
La finca
"La Higuera", que gestiona Moisés Navarro, tiene más de dos mil hectáreas. La perdiz es
sembrada, pero de muy buena calidad. Lleva tiempo en el campo y eso se nota
cuando apeona y cuando vuela. Arranca muy larga, dando pocas opciones al
tirador.
La orografía del
terreno es ideal para la práctica de la caza en mano o al salto. Monte bajo con
romeros, carrascas y esparteras, algo de viña y barbechos. Muy cómodo de
caminar, pues es bastante llano. Ideal para los que ya estamos cerca de los
cincuenta y nos pesan los años. También los kilos.
La densidad de
perdices no es muy elevada, al menos, en la mancha que estuvimos cazando. Yo lo
prefiero porque así no tienes la sensación de estar cazando en una granja
aunque en la caza hay mucho matarife que presume de matar perdices sin apenas
moverse del sitio. Lo que quieren es colgarse una buena percha sea como sea. Da
igual cómo se consiga.
Yo llevaba
varias semanas sin echarme la escopeta al hombro, así que imagínense las ganas
que tenía de cazar.
Cuando llegamos
a la finca nos esperaba Miguel Ángel, la persona encargada de acompañarnos
durante la jornada cinegética.
El día fresco
aunque con sol y con algo de viento era perfecto para salir a cazar.
Me acompañan
Pepe Sala, Filiberto y Rico.
Tardé en apretar
el gatillo. Había que patear el monte para dar con las patirrojas. No se crean
que por ser de granjas son tontas. Aprenden rápido.
No tuve suerte
en la primera perdiz enviada. Le rompí el codillo y cayó de ala, pero no la
pude cobrar y eso que Sénia puso todo su empeño y el que suscribe estas líneas
también.
No me gusta nada
tener que dejar caza herida o muerta en el monte y no poderla cobrar y más si
llevas perro, pero no siempre consigues echarlas al zurrón aunque te acompañe
el mejor de los perros posibles como es mi caso.
Si hay algún
agujero cerca de donde han dado el porrazo es fácil que se metan en él y así no
hay forma de dar con ellas.
Al principio
pocos tiros, pero certeros. Todo lo contrario que al final de la mañana que
erré cuatro perdigotes de los pies, dos de ellos sacados por mi perrita Sénia
de muestra y que me podían haber dado el segundo doblete de la mañana.
Parece
incomprensible fallar perdices que te arrancan de los pies, pero la caza es
apasionante entre otras cosas precisamente por eso. Cada lance es distinto. No hay
dos lances iguales como tampoco hay dos perdices iguales. A veces abates
perdices que dudarías en tirarles en otro momento por la dificultad del tiro,
ya sea por lo lejos que están o porque hay algún obstáculo que te impide
tirarles con comodidad y por el contrario, en otras ocasiones ,fallas perdices
que te sonrojas por errarlas, como me ocurrió a mí. Y más, si vas en ese
momento en compañía del guarda, como fue el caso.
Conejo hay muy
poco, siendo un terreno propicio para ellos, pero ya empiezan a verse los
primeros gazapos. Si el tiempo acompaña empezara a repoblarse el coto de
conejos.
Sénia como
siempre estuvo inconmensurable, cobrándome tres perdices de ala.
Yo anduve
fallón, pero al final me colgué seis perdices, las mismas que Sala. Eso sí,
tuve que tirar una caja de cartuchos para llegar a la media docena.
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