A última hora
del viernes me llamó Fran para decirme que finalmente se iba a hacer el ojeo en
su finca. Estaban pendientes de las predicciones meteorológicas que marcaban
agua para el fin de semana en Castilla La Mancha.
El viaje como
suele ser habitual en esta época del año con niebla hasta pasar Barrax.
A las 9 de la
mañana quedamos en vernos en la casa de campo que los Venera han habilitado
para la organización de cacerías. Un chalet a todo lujo en el que no falta de
nada.
Los Venera saben
como nadie como tratar a sus invitados. Fran es el encargado de que llegue a
buen fin el ojeo y que todas las posturas se diviertan por igual, aunque esto
cuando hablamos de caza es harto difícil.
Isaac, por su
parte, lleva la parte comercial. Su hermana Pepi es la encargada de que
salgamos al campo con los estómagos llenos. Y créanme que lo cumple a rajatabla
y, por cierto, muy bien.
Este día se
dieron dos ojeos. Un cara y cruz en Peñadorada y los otros dos en la Finca La
Carolina.
No es la primera
vez que hablo de Peñadorada en estas páginas porque como saben ustedes soy un
enamorado de esta finca de caza. Es de lo mejor que he conocido tras muchos
años de dar patadas por los campos de Castilla La Mancha.
El cara y cruz
se dio, obviamente, en el barranco que es el lugar donde más juego dan las
perdices, pero algo ocurrió porque no entraron las perdices esperadas.
Por la mañana
vieron seteros en la finca. La Ley de Montes prohíbe coger setas en las fincas
de caza. Sobre este tema se ha debatido mucho, sobre si se puede entrar o no a
una finca a coger setas, pero la ley dice claramente que son propiedad del
dueño de la finca. Hay que indicarlo con carteles que está prohibido coger
setas y así esta puesto en los caminos que acceden a la finca. Además, es un
peligro en un día de caza estar cazando y ver a una persona detrás de una mata
cogiendo setas de cardo. Lo más fácil que puede ocurrir es que se lleve un
tiro. No sería la primera vez que esto ocurre. Muchos de los accidentes de caza
se producen precisamente por este tipo de imprudencias.
El barranco es
el lugar ideal para hacer un ojeo. Los puestos están situados abajo y las
perdices cogen gran altura. Además, el río que pasa pegado al barranco le da un
atractivo muy especial al lugar. Y si importante es que haya perdices tan
importante es el entorno en el que nos encontremos.
Me contaba un
amigo mío también cazador que este año fue a una tirada de torcaz en los
alrededores de Madrid. El sitio que le tocó estaba cerca de una naves
industriales y de unos chalés. Me dijo que no volvería más a ese lugar.
Como secretario
me acompaña Ángel, que a falta de perro para cobrar lleva una libreta donde va
anotando con una cruz y sobre un dibujo
que muestra la figura de un cazador, el lugar donde van cayendo las perdices
para que luego la recogida sea mucho más fácil y no se quede ninguna pieza muerta
o malherida en el monte.
Yo erré alguna
que otra perdiz en los dos primeros
puestos y me colgué una docena de perdices, con apenas una caja de cartuchos.
No se vieron
tordos. Cuando entraron los ojeadores al monte a penas se movieron pájaros y
eso que la finca reúne unas condiciones excelentes para el tordo. Si pillas la
entrada ese día es fácil que te quedes sin cartuchos y con el hombro dolorido.
A mediodía y como mandan los cánones cinegéticos se dio el
taco en la casa. Hay que decir, que éramos muchos los que ansiábamos que
llegaran las tortillas de patata que hace la madre de los Venera, Pepa y que
son de las mejores que he probado en mi vida. Si es que te gustan poco hechas
como es mi caso, claro. Si te gustan cuajaditas como que no.
Con ganas de
apretar de nuevo el gatillo faltaban por darse los dos últimos ojeos del día.
Con ganas de que
empezaran nos subimos a los coches.
El tercero, al
menos, en mi caso fue un auténtico desastre. Sólo pude tirar a una perdiz, que
erré y que por la velocidad a la que entró parecía de monte y me tuve que
contentar con oír al resto de compañeros más alejados de mi postura disparar a
las patirrojas. Hubo como es el caso de Ximo que lo acompañaba su novia Núria
colgarse trece perdices. Aunque en su caso lo mejor estaba por llegar.
Las perdices se
volvieron hacia atrás y sólo los puestos colocados en el centro de la vaguada
pudieron disparar a las patirrojas.
Los animales
tienen sus querencias y eso no lo cambia ni los mejores ojeadores del mundo.
Si, además, el aire no te es propicio poco puedes hacer porque a las perdices
no les gusta volar contra aire o con el aire en contra sino con el aire a
favor, ya que el esfuerzo que tienen que hacer es menor.
Cogemos los
coches y nos vamos al que sería el último ojeo del día. También en la finca La
Carolina.
A mí me toca
semipunta y a mi lado Ximo.
Se empieza a oír
a lo lejos los voceríos de los ojeadores y comienzan a entrar las primeras
barras de perdices. Para los que tiran
con repetidora no hay problema, pero los que andamos pertrechados con paralelas
lo tenemos más complicado porque es pegar los dos tiros y empezar a pasarte
perdices por la cabeza sin que te dé tiempo de cargar.
Sin duda, fue el
mejor puesto de los cuatro. Yo anduve fallón y podía haberme colgado cuatro o cinco
perdices más. El que estuvo muy certero con triplete incluido fue mi compañero
de puesto Ximo que bajó 22 perdices, algunas muy largas, mientras que yo me tuve que contentar con la mitad.
No está
tampoco nada mal. Ojalá todos los días nos pudiéramos colgar 22 perdices. No
creen?.