miércoles, 19 de febrero de 2014

Otra jornada de caza, apurando los últimos días


Hoy hemos cazado en una finca que se llama El Bachiller, que está situada entre las poblaciones albaceteñas de  Bonete y Corral Rubio.

En  los cotos de caza intensiva, como es el caso,  la veda se cierra el próximo 28 de febrero. En el resto de cotos de Castilla La Mancha, la veda se cerró el pasado día 8.

Hasta el día 28 sólo se puede cazar la perdiz, estando prohibido el resto de especies cinegéticas de menor como el conejo o la liebre. En el caso del conejo salvo permisos por daños.

La finca es muy cómoda de cazar y abundan los chaparros, romeros y esparteras. En mi caso, que estoy recién operado de una hernia, lo agradecí enormemente.

Tampoco en esta ocasión me ha acompañado mi perrita Sénia, convaleciente como esta de su dolencia de cadera.

Si insensato resulta salir a cazar sin perro, en estos cotos, donde te sueltan la perdiz el mismo día, lo es aún más.

La perdiz apeona y le cuesta volar, a no ser que se sienta presionada por el perro, prefiere escurrirse entre las matas.

Un buen perro que marque la muestra es fundamental para pasar un buen rato. De lo contrario, lo normal es que no des con las patirrojas y te aburras como una ostra.

 A falta de perro, me pegué a mi buen amigo Pepe Sala que lleva una estupenda braca de nombre Laica, que lo hace francamente bien, tanto en el cobro como en la muestra. Es una perra dócil, cariñosa y obediente, que caza a la mano, sin necesidad de estar fustigándola con el collar de castigo ni tampoco hay que andar llamándola hasta la extenuación.

Las perdices recién soltadas, como era el caso, apeonan para quitarse el estrés de haber permanecido en la caja durante tanto tiempo.

Cuando las sueltan no saben dónde ir porque no conocen el terreno, tardan un tiempo en aclimatarse, así que optan por apeonar.

Se llaman entre ellas y al rato vuelven a juntarse.

Isidro Lillo que nos ha acompañado durante esta cacería nos comentaba que el secreto para que la perdiz críe es que sea de la primera puesta.

Lillo no es partidario de poner bebederos en la finca porque, según él, el agua es un foco de transmisión de enfermedades. No es el primero al que le he escuchado decir algo así. Y algo de razón tienen.

La perdiz debe de beber del rocío de la mañana y de las charcas de agua natural, exactamente igual que hace la perdiz salvaje. Es la única forma de que se adapte al medio.

En cuanto a la comida, aunque es bueno que haya comederos repartidos en varios puntos de la finca, sobre todo, cuando la comida escasea es conveniente tirar trigo por los caminos para que se enseñen a picar en tierra como hace la perdiz autóctona.

En cuanto a la jornada cinegética propiamente dicha se abatieron algo más de la mitad de las perdices que se soltaron y quien suscribe estas líneas se colgó ocho en el zurrón.

He aprovechado el día para probar munición nueva. Un cartucho remington de 32 gramos de séptima que me ha gustado especialmente por dos motivos: uno por su rapidez y plomeo en distancias cortas y largas  y en segundo lugar porque es un cartucho que no es nada pegón y eso los que utilizamos paralelas lo agradecemos mucho.

A falta de buenas perdices, el día se completó, con unos buenos gazpachos manchegos y unas excelentes alubias, que se comió un servidor  en el restaurante Valencia de Almansa en compañía de dos buenos amigos y cazadores como son Pepe Sala y Pepe Tortosa.

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario