Mi amigo Fernando Batano, que se ha proclamado recientemente campeón autonómico en la
modalidad de Foso Universal, me comunicaba estos días que el campo de tiro de
Alquería de Aznar ha cerrado sus puertas. Y no, precisamente, por falta de
tiradores. Abría al público jueves, viernes y fines de semana y había prevista
una tirada próximamente de foso universal que ha sido, obviamente, suspendida.
El cierre
obedece a que el campo no cumplía, al parecer, con las medidas de seguridad
exigidas. La ley obliga a vallar un perímetro de 200 metros. Tampoco puede
haber casas ni caminos cercanos. Y el campo debe de ser debidamente señalizado
con tablillas para que nadie entre en el recinto y pueda resultar herido. Si en
lugar de los 200 metros reglamentarios el campo tiene 195 te lo cierran,
alegando que no cumple con la ley. Así
de severos son para algunas cosas.
Teniendo en
cuenta que no se producen accidentes, la mayoría de los accidentes provocados
por la caza se registran en las batidas de jabalí y en las monterías, la ley o
mejor dicho quienes se encargan de aplicarla podrían ser un poco más flexibles.
La cuestión es
que reglamentos al margen a los tiradores nos quedan cada vez menos sitios donde
practicar nuestra afición favorita: el tiro al plato. Una modalidad que no
causa daño alguno porque no se utilizan animales, como si ocurre en el tiro de
pichón o en la codorniz, que tienen los días contados. Aquí se trata de un
plato de resina, que es lanzado por una
máquina y que el tirador tiene que romper, para lo cual dispone de dos
disparos.
Hace unos años casi
todos los pueblos tenían su propio campo de tiro. Ontinyent, Fontanars dels
Alforins, Moixent, Alcudia de Crespins, La Font de la Figuera, ... Todos han
cerrado.
En muchos de ellos
con motivo de las fiestas se celebraban, las tiradas de pichón y codorniz a
tubo. También de plato. Normalmente se utilizaba una máquina robot, ya que
montar un foso universal con cinco máquinas
conlleva mayor inversión y requiere de más permisos.
El problema con
el que nos encontramos muchos tiradores es que ya no hay campos y los pocos que
quedan están lejos de donde vivimos, teniendo que recorrer muchos kilómetros
hasta encontrar uno. No es mi caso porque por fortuna tengo uno relativamente
cerca, en Vallada, concretamente, pero me consta que otros compañeros no tienen
la misma fortuna que yo.
Otro problema
añadido es que cuando cierran un campo de tiro no dan una alternativa posible.
Por ejemplo, la ubicación del campo en otro sitio. De manera, que muchas veces
no nos queda otra que colgar la escopeta o cambiar de afición.
La ley parece
que esté concebida para perjudicar al tirador. En el campo de tiro de Alicante,
también cerrado, que tenía una de las mejores instalaciones de España con
varias canchas para el foso olímpico y el pichón a caja, se dio la paradoja que
el vecino que denunció al campo se instaló mucho tiempo después de que el campo
estuviera abierto. De modo, que cuando compró los terrenos para hacerse la casa
sabía de antemano la existencia de un campo de tiro a pocos metros de su
recinto.
Así están las
cosas.
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