He compartido un
artículo mío que ha salido publicado en este mismo periódico en la edición de
comarcas con un grupo de wasap de cazadores y tiradores al que pertenezco desde
hace unos días y del que me acabo de dar de baja por otras cuestiones que no
vienen al caso, sobre la proliferación de liebres en Fontanars dels Alforins ,
y uno de sus miembros, cuyo nombre no voy a revelar, me ha recriminado que en
el artículo, cuando escribo sobre la caza de la liebre con galgos, como una de
las modalidades de caza con más arraigo y más antiguas que se practican en
España, haga referencia a la muerte de estos animales a manos de algunos
desalmados que se llaman cazadores, pero que son auténticos matarifes, que
cuando termina la temporada cinegética deciden colgarlos o pegarles dos tiros,
bien porque el animal es mayor, ha tenido una lesión o sencillamente no era lo
que se esperaba de él y no ha ganado ninguna carrera. Esta persona, considera
que no es "apropiado ni oportuno" que un cazador escriba y diga algo
así. Inmediatamente le he contestado, diciéndole que por desgracia es una
realidad que ocurre todos los años. Una auténtica lacra que hay que erradicar y
contra la que hay que luchar de manera decidida y es responsabilidad nuestra
contarlo.
Que sea cazador
y me guste la caza y el tiro no es obstáculo en absoluto para denunciar y
reconocer este tipo de hechos, absolutamente reprobables y deleznables, que
siguen produciéndose en el mundo de la caza, especialmente entre los galgueros.
Es más, creo, que es una obligación de todo buen cazador denunciar estos hechos,
que ensombrecen el buen nombre de la caza y de los cazadores.
En todos los
colectivos hay desaprensivos y mala gente, y la caza no es ninguna excepción.
Negarlo es enmascarar una realidad que por desgracia sigue ocurriendo y mi
obligación, como la de todo aquel que ame la caza y a los animales es
denunciarlo. Nos guste o no.