Cuando disparo
un cartucho pienso en todo el periplo que ha tenido que pasar hasta llegar a
mis manos, bueno, mejor dicho hasta el cañón de mi escopeta. Esto me recuerda
unos dibujos animados que vi hace muchos años que contaban la historia de un
petardo en forma de cohete desde su fabricación hasta que finalmente era pasto
de las llamas. Lo mismo les pasa a los cartuchos. Solo que los artefactos
pirotécnicos suelen acabar en una noche de luz y colorido propio de los fuegos
artificiales. Y, en eso, los valencianos tenemos alguna experiencia.
El fin del
cartucho es abatir una pieza o hacer blanco cuando estamos tirando al plato o a
la hélice. Yo siempre después de tirar, con el cañón todavía humeante, me lo llevo a la nariz porque me gusta
el olor a pólvora. También porque soy muy supersticioso y los tiradores lo
somos mucho. Tenemos muchos tics entre ellos, yo, al menos, soplar dos veces el
cañón después de haber disparado.
El cartucho, que es de forma cilíndrica está compuesto por una vaina de plástico o de cartón. Coronando la vaina, el culote que es de latón. En su interior hay un taco de plástico, que contiene perdigones y la pólvora. El tamaño y la cantidad de los perdigones varía. Hay un amplio abanico. Van de mayor a menor. Así, por ejemplo, un cartucho con plomo del 10 o décima es más pequeño que uno del 5, que es más grueso.
El cartucho, que es de forma cilíndrica está compuesto por una vaina de plástico o de cartón. Coronando la vaina, el culote que es de latón. En su interior hay un taco de plástico, que contiene perdigones y la pólvora. El tamaño y la cantidad de los perdigones varía. Hay un amplio abanico. Van de mayor a menor. Así, por ejemplo, un cartucho con plomo del 10 o décima es más pequeño que uno del 5, que es más grueso.
Cuando
accionamos el gatillo, el percutor pica el pistón y se produce la deflagración.
A veces nos juega una mala pasada y lo pica, pero falla. Si esto ocurre cuando
estamos tirando al plato, no pasa nada porque se repite el plato y punto. Pero
si te pasa cuando estamos cazando, ya es otra cosa. A todos nos ha ocurrido alguna vez ir a tirar a
una perdiz y que te haga falta el cartucho. En ese momento maldecimos haberlo
comprado. Si, además, tienes la fatalidad de que esto te ocurre estando de muestra el perro, ya ni te cuento.
¿Qué buscamos en
un cartucho? Primero y fundamental que no sea pegón, es decir, que podamos
tirar con él sin tener que tener que terminar con el hombro endolorido o el
pómulo enrojecido. He visto a compañeros con derrames en el brazo por una mala
colocación del arma o por utilizar un cartucho muy "pegón".
Otro factor
importante a tener en cuenta es la penetración, sobre todo, cuando vamos a
cazar lo que queremos es cobrar la pieza y no dejarla malherida. De ahí que una
buena penetración sea importante porque con pocos plomos podremos cobrar la
pieza, sin dejarla herida en el monte.
También, sobre
todo, para los que tiramos al plato que sea rápido. Un cartucho rápido es
fundamental. A menos gramos, más velocidad, así un cartucho de 24 gramos es más
rápido que uno de 28.
Y, por último,
el plomeo. Que plomee bien. La única forma de comprobarlo es probando sobre una
plancha o cartón, así veremos si el plomeo es regular o deja muchos huecos.
Esto conviene hacerlo siempre para ver dónde van los tiros. Es aconsejable
hacerlo cuando probamos una escopeta por primera vez, así podremos corregir
nuestros errores de tiro.
En los cartuchos
la gente es muy fiel, es decir, no cambia de cartuchos fácilmente. Y eso está
bien porque cuando te acostumbras a tirar un cartucho conoces bien sus
cualidades y no es bueno andar cambiando cuando te sientes cómodo tirando con
él.
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