Ese día se me pegaron un poco las sábanas porque tenía pensado salir a las 7,30 y no lo hice hasta una hora más tarde.
Estos días las temperaturas han bajado bastante. Cuando llegué a El Bonillo el termómetro marcaba 8,5 grados. Una semana antes no se podía salir a cazar del calor que hacía, con temperaturas casi veraniegas, impropias de esta época del año.
Además, tuve
suerte porque el día anterior llovió algo y el campo estaba muy cómodo de
cazar, salvo algunas piedras sueltas con las que había que luchar.
Cuando llegué al
pueblo, me estaba esperando en el hotel Emeterio,
que ya ha venido alguna vez a cazar conmigo. Estaba algo fastidiado de las
rodillas, pero anduvo como un jabato.
El lote que nos
tocó ese día, ya lo habíamos cazado en otras ocasiones y es una zona donde
abunda la perdiz.
Syrah estuvo excepcional toda la mañana. Parece que no se alargue tanto
y cace más a la mano. Me levantó varias perdices emboscadas, alguna de las
cuales fallé. La perdiz se aplasta y si no llevas un buen perro, pasas por
delante de ella y no vuela.
Comencé mal la
mañana errando la primera perdiz a la que solo le disparé un tiro. Son los
primeros días de caza, y hay que acostumbrarse al segundo gatillo, después de
toda la temporada tirando con la escopeta platera.
Cuando íbamos
detrás de las patirrojas, se movieron algunos torcaces. Probé a disparar a uno
que iba algo estirado y le hice el tiro trasero. Hay que correr más la mano.
Luego erré un
par más de perdices. Syrah me miraba
con cara de pocos amigos.
Vi un par de
conejos, pero no pude tirar a ninguno. Emeterio
que no llevaba escopeta, vio alguno más. Suele ocurrir que ve más caza
quien en ese momento no lleva escopeta. Es como si los animales lo supieran.
Esta perdiz
busca los linderos. Son zonas pedregosas, con retamas entre campo y campo, que
sirve también de protección a las perdices de las alimañas y las águilas.
De hecho vimos en medio de un camino una que se estaba comiendo una perdiz.
El coto La Patirroja en el Bonillo tiene una de las mejores perdices que he visto en mi
vida. La perdiz apeona mucho y sabe mantener bien las distancias, dando pocas
opciones al cazador. Es una perdiz fuerte y dura, a más de una le tuve que
repicar los dos tiros sino no me hago con ella. Con el frío se harán todavía
más fuertes. Estamos a principios de temporada y queda todo el invierno por
delante, que es cuando mejor se caza. Los días de mucho calor no debería
cazarse. No solo por los perros también por la propia caza.
Hay días que por
lo que sea te echas la escopeta a la cara y matas todo lo que te sale, en el
tiro al plato pasa lo mismo, pero hay otros en cambio que te levantas burro y
da igual que lleves una escopeta o una escoba. Eso es lo que me pasó a mí que
parecía que llevaba una escoba en lugar de una escopeta.
Muchas perdices
las erré porque las dejé volar demasiado y yo no soy apuntador. No las sigo con
el cañón. Tiro de saque, a tenazón. Si apunto la pieza es fácil que la falle. Lo tengo comprobado.
Tras cerca de
tres horas detrás de las patirrojas y con casi dos cajas de cartucho tiradas,
me sobraron diez cartuchos, al final conseguí una buena percha con 11 perdices
cobradas, pero se me fueron media docena de perdices muy buenas, de las que te
quitan el sueño por la noche.
Para rematar el
día, llegando al coche, Emeterio me
vuela un bando de perdices cara a mí, tipo ojeo, que me pasaron por encima de
la cabeza para hacer perfectamente un doblete y tal como me pasaron las perdí
de vista. Au
revoir que dirían los franceses
No hay comentarios:
Publicar un comentario