domingo, 21 de junio de 2020

Sénia

A Sénia le cuesta cada vez más mantenerse de pie. Desde hace unos años padece displasia de cadera. En octubre cumplirá 14 años.

Cuando la llevé a la veterinaria no me dio muchas esperanzas.
La traje de Badajoz con tres meses. Conocí  a su padre, Pimienta, un magnifico labrador durante una cacería de patos en un pueblo de Extremadura. Era el único perro que había cobrando en el agua. No se dejaba ni uno. Era un espectáculo verlo.
Cuando me enteré que lo había cruzado, me puse en contacto con el dueño del perro, Evaristo Pimienta para pedirle un perrito de la camada. Tuve suerte y aún le quedaba alguno.
Le puse de nombre Sénia.



Dicen que los labradores no son perros para cazar, solo para el cobro. Sénia es la mejor perra que he visto cazando a la pluma y al pelo. Un todoterreno.
De hecho, el mejor lance de mi vida lo viví con ella cuando me cobró un conejo tiroteado que sacó con sus patas de dentro de un majano. Tengo el  final del lance grabado. Cuando lo recuerdo se me pone la piel de gallina. Acababa de llegar al coto. Arrancó el conejo y le hice el tiro trasero. Sénia lo siguió hasta el majano donde buscó refugió. Metió la cabeza hasta donde pudo y con ayuda de sus patas lo sacó de dentro. Otro lance que permanece en mi retina fue con Rocco, un fornido braco alemán curtido en mil batallas. Esta vez no fue un conejo sino una liebre. Estaba hablando con el guarda de la finca de al lado cuando arrancó la liebre. Entonces yo cazaba con repetidora. Le descerrajé los tres tiros. Rocco anduvo detrás de ella hasta perderlo de vista. Pensaba que no iba tocada. Tras casi media hora de espera vino con la liebre en la boca. El guarda me felicitó por el lance.
En Peñadorada he pasado jornadas inolvidables con ella. Noches al pato, donde me avisaba cuando a poca noche entraban a la laguna. Giraba la cabeza y me miraba. Era su forma de decirme: Prepárate que ya vienen!
En mi primera y única becada que he matado me acompañaba Sénia. Fue también en Peñadorada.
Al conejo era una auténtica máquina. Rodaba la jara hasta sacarlo. Si movía el rabo, allí estaba el conejo. No fallaba. Entraba en todo tipo de arbustos y matorrales. No tenía miedo a pincharse. Si el conejo se metía en un pedregal era capaz de rebuscar entre las piedras hasta hacerlo salir.
Era buena en todo. Al torcaz en puesto, aguantaba a mi lado sin moverse hasta que caía la pieza.
También a la codorniz. Por los trigales de la mancha hemos compartido muchas jornadas cinegéticas. Para la caza de la codorniz, si no llevas un buen perro que te acompañe es fácil que te vengas con la percha vacía. Aguantan mucho y solo  si el perro te la marca tienes opciones de hacerte con ella, si  no yerras el tiro, claro. Porque también se fallan codornices con el perro puesto. Si no que me lo digan a mí.
Siempre ha cazado a la mano. Era puro instinto. No tuve que enseñarle a nada. De pequeñita ya cobraba como una campeona.
Pero no solo ha sido una magnífica perra para cazar, también ha sido una formidable compañera y madre.
Por desgracia no tengo ningún perro de aquella camada. Una amiga mía tiene una perrita que se llama Fosca. Se parece mucho a ella. También mi hermana Patricia tiene a Rosco.
A pesar de su andar renqueante, me sigue allá donde voy, aunque cada vez más le cuesta subir y bajar  las escaleras. Trato de evitar que lo haga, cogiéndola muchas veces en brazos.
Es una experta en colarse en la cocina y arrasar con todo lo que pilla en el banco. Su hija Muga era igual de glotona.
Gracias Sénia por todos estos años que hemos vivido juntos. Has conseguido hacerme la vida mucho más agradable.



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