jueves, 27 de enero de 2022

Otro día de caza en La Patirroja

A las 6,30 ha sonado el despertador. Cuando he bajado Syrah ya estaba en la puerta esperándome, seguramente barruntaba que hoy era el último día y se ha subido al coche sin que yo tuviera que ayudarla. El termómetro marca un grado bajo cero. Al llegar a Barrax, los bancos de niebla no dejaban ver apenas la carretera. No ha sido hasta pasado Munera cuando se ha despejado. Pasadas las 9 he llegado a El Bonillo. En la puerta me esperaba Elías junto a otros compañeros suyos que iban a acompañar a otras cuadrillas de cazadores.
Hoy hemos vuelto a cazar en el mismo lote que el último día: Los Toscares. Me gustan más otras zonas del coto, con más monte donde es más fácil tirar a las perdices. En Los Toscares hay sobre todo campos de cereal y labrados, que son auténticos destroza piernas y poco monte y las perdices para cazarlas bien hay que echarlas al monte después de volarlas varias veces y cansarlas. Tirar a las perdices en campo abierto es complicado, aún así no se ha dado nada mal el día. En la primera vuelta he estado algo fallón. He tirado casi una caja de cartuchos para colgarme cuatro perdices. La perdiz está muy fuerte y se las sabe todas. A primera hora de la mañana se han visto algunos conejos. Andaban comiendo en la siembra. Syrah ha estado muy fuerte hoy. Cuando ha bajado del coche se lo he dicho a Elías que la perra andaba algo nerviosa. Hoy no ha cazado a la mano como otras veces, aún así ha estado magnífica cobrando dos perdices alicortadas que de otra forma no nos hubiéramos hecho con ellas. Se nos ha ido una que no hemos sido capaces de cobrar y que la perra no ha visto, a pesar de que he salido corriendo tras ella para cortarle el paso. La mañana ha amanecido con un sol resplandeciente. Un día magnífico para cazar. El cantar de los machos es un puro espectáculo. En esta época del año las perdices están ya emparejándose y los machos buscan atraer a las hembras, además de marcar su territorio. La segunda vuelta se ha dado bastante mejor, doblando el número de pájaros con los mismos cartuchos. Al principio de la mañana he tirado muy nervioso, sin apoyarme bien el arma. Me he dado cuenta de que los tiros se iban por arriba. Luego lo he tratado de corregir, apoyando mejor la escopeta y me ha ido mejor la cosa. Cuando íbamos por el monte he visto una caja de corcho blanca que había abandonada en el campo. La he levantado y cerca de ella ha saltado un conejo. He errado el primer tiro, pero en el segundo he intuido la trayectoria, corriendo la mano y me he hecho con él. Más tarde he errado otro. El tiro ha ido a la pieza, pero se ha conseguido escabullir. En la caza abates perdices complicadas, incluso difíciles, a las que muchas veces tiras por tirar y fallas otras facilonas de delante de los morros. Eso es lo que me ha pasado a mí con una perdiz que ha visto Elías aplastada en un sembrado. La he dejado volar y he errado el disparo. Si matáramos todo lo que nos sale, la caza no tendría ningún aliciente. Tras la oportuna foto de rigor sobre la una del mediodía hemos dado por concluida la jornada de caza. De camino a casa he parado en Almansa en El Rincón de Pedro, que llevaba cerrado unas semanas por vacaciones. He comido un delicioso arroz con pato y de entrada unas quisquillas fresquísimas y gamba blanca de Huelva.

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