martes, 8 de febrero de 2022

Sobre la montería de Córdoba

Estos días ha salido publicada una información relativa a una cacería en una finca de Córdoba donde se han abatido cerca de 400 piezas entre venados y jabalíes que ha causado mucha indignación y que enseguida ha sido utilizada por las asociaciones ecologistas para pedir una vez más la prohibición de la caza. De hecho, se ha convocado una manifestación para los próximos días a favor de prohibir la caza. Sobre esta cuestión en particular, es decir, sobre este tipo de cacerías o monterías donde se abaten tantísimos ejemplares decir que no solo indigna a los colectivos o personas contrarios a la caza, también a muchos cazadores entre los que me incluyo. En los cercones o fincas cerradas donde los animales no tienen posibilidad de escapar no debería permitirse cazar. La actividad cinegética debería estar permitida solo en aquellas fincas abiertas. La caza debe ser una lucha de igual a igual. En estas fincas el animal no puede escapar por lo que se enfrenta a una muerte casi segura. Es como si yo cuando salgo a cazar perdices, les pusiera en las patas o en cualquier otra parte de su cuerpo una cuerda, de tal manera que si yerro el disparo, tuviera una nueva oportunidad para abatirla. La montería contaba con todos los permisos reglamentarios para poder hacerla. El año pasado hubo otra con resultados parecidos en cuanto al número de reses muertas. Pero el hecho de que sea legal no quiere decir que no sea moral y éticamente reprobable porque la caza no es abatir piezas de manera indiscriminada. La caza es un sentimiento, una pasión que muchos la vivimos intensamente y que nada tiene que ver con este tipo de caza donde prima la cantidad. El lance en la caza no termina muchas veces con la vida del animal. Yo he salido a cazar y muchas veces me he venido a casa con el morral vacío. A los cazadores se nos ha dicho de todo. Nos han deseado la muerte, nos han llamado asesinos, maltratadores,… Nada de esto es cierto, pero como en todos los colectivos siempre hay indeseables que manchan el buen nombre de los cazadores. Las redes sociales se han convertido en un estercolero de amenazas e insultos. La caza existe desde la propia existencia del hombre. En la prehistoria el hombre cazaba para subsistir y poder alimentarse. Afortunadamente la humanidad ha avanzado y ya no necesita cazar para comer. Las imágenes que hemos visto estos días con las reses tendidas en el suelo, con la sangre todavía caliente, no ayuda desde luego a reivindicar la caza como una actividad necesaria, no solo desde el punto de vista económico, también como medio para controlar el equilibrio poblacional, pues la sobrepoblación de especies trae consecuencias negativas para las propias especies como la proliferación de enfermedades.

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