domingo, 17 de septiembre de 2023

Pensando ya en las perdices

Esta semana he llamado a Kiko para reservarle una cacería el próximo día 12 de octubre. El coto La Patirroja abre el día 8. Esta temporada espero que me acompañen Lía y Blaki, dos preciosos labradores, hijos de Syrah y Cartouche, que pronto cumplirán seis meses. No han salido todavía a cazar. Blaki ya cobra y trae las piezas. Le he matado algún palomo. A Lía aún le cuesta. A Syrah la quiero sacar poco este año a cazar porque cojea algo y prefiero no forzarla. Estos perros son muy propensos a la displasia.
Lía y Blaki, dos preciosos labradores de cinco meses. (Foto: PS) Syrah pronto cumplirá 8 años, es joven todavía, pero ya la última vez que me la llevé a cazar observé que cojeaba. La he vuelto a hacer criar para quedarme un par de perritos. Tienen muy buenos genes. Si salen a la madre y al padre seguro que me hacen disfrutar de buenos lances. Lo que me hace seguir cazando ahora que salgo solo son los perros. Si no fuera por los perros no cazaría. Mis inicios en la caza fueron sin perro. Ahora no lo concibo. No entiendo abatir una pieza sin un perro al lado que la cobre. El primer perro que tuve era un precioso braco alemán, Rocco. Espectacular, fuerte, pero muy obediente. Nunca he necesitado ponerle collar. De hecho, a ninguno se lo he puesto. Cazaba de maravilla al pelo y a la pluma. Era un todoterreno. Muy versátil. Estaba muy picado a los conejos porque yo entonces cazaba en un coto de Ossa de Montiel, Peñadorada, que era muy conejero. En una temporada pasaba de los 200 conejos. Después de Rocco, ya he cazado con labradores. Sénia, Duba y ahora Syrah. Son una raza formidable para la caza, no solo para el cobro. También para la caza en mano o al salto. Tocan muy bien y tienen una buena nariz. Con Sénia he vivido lances inolvidables detrás de las patirrojas y los conejos. Conservo todavía uno en mi retina, cuando sacó de un majano un conejo que había hecho trasero. Metió la cabeza dentro del majano y ayudándose de las patas, lo sacó todavía con vida. Todavía se me ponen los pelos de punta cuando lo recuerdo. Con Rocco también viví un lance de los que no se olvidan. Estábamos acabando la mañana y tiré a una liebre justo en el linde. Estaba conmigo el guarda de la finca de al lado. Yo pensaba que no la había tocado. Después de un buen rato vino con la liebre en la boca, tras cruzar un sembrado enorme y llegar hasta el monte. El guarda no creía lo que acaba de ver. Son precisamente estos momentos los que te hacen no perder la afición y seguir con la misma ilusión que el primer día, donde el binomio perro- cazador es fundamental para disfrutar de buenas jornadas de caza. Lo de menos es llenar el zurrón.

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