Hemos estado
cazando en MonteAlegre del Castillo, en el coto La Higuera, que gestiona con
buen criterio, Moisés Navarro.
La perdiz es
auténtica, a pesar de ser sembrada. El hecho de llevar semanas en el monte la
asemejan mucho, en lo que a hábitos y comportamientos se refiere, con la perdiz
salvaje. Si bien a esta le falta la astucia,
la bravura y la picardía de la perdiz de monte. La orografía del terreno es
ideal para la caza en mano. Chaparros, romeros y esparteras conforman el
paisaje de esta finca enclavada en la provincia de Albacete.
Hoy hemos cazado
en otra mancha. La finca da para eso y para más. Con más de dos mil hectáreas,
hay monte y barbecho para no aburrirse. En la finca hay tres lagunas y una
parte del coto está protegido por la presencia de avutardas, ave que se
encuentra protegida y en peligro de extinción y que hace algunos años era una
especie cazable y su caza estaba permitida.
El día amaneció
muy frío y con mucho viento. Ideal para la caza de patirrojas.
En días de viento, y
siempre que sea posible, la perdiz hay que cazarla a contra viento. La perdiz
siempre buscará volar con el aire a favor. Les incomoda volar con el aire en
contra. Prefieren apeonar a alzar el vuelo. Al igual que tampoco les gusta nada
andar por barrizales y que se les pegue el barro en las patas. Los perros ventean mejor con el aire de cara
y dan antes con la pieza. Por el contrario,
si la cazamos a favor del viento, la perdiz arranca más larga y muchas
veces fuera de tiro, dificultando nuestras posibilidades de éxito.
Cuando salimos
al monte, bien abrigados, el mercurio marcaba 2 grados. Al final de la mañana
había subido algo el termómetro, pero el viento de tramontana, que no dos dio
un respiro hacía que la sensación térmica fuera mucho mayor y pareciera que
estábamos bajo cero.
Nos
encontramos en pleno invierno y lo suyo es que haga frío, pero
estamos acostumbrados a días primaverales en el mes de enero y febrero y luego
pasa lo que pasa.
A diferencia del
último día de caza que anduve bastante fallón, sobre todo, al final de la
jornada, hoy he estado muy certero con la escopeta, abatiendo 13 perdices con
apenas 20 cartuchos.
De las 15
perdices que se han puesto a tiro, he bajado 13 y una se ha ido pinchada.
He efectuado
algunos tiros largos en perdices enviadas tipo ojeo que daba gusto
descolgarlas.
Además, he
tenido ocasión de tirar a dos perdices con perro puesto y no fallarlas. Sénia
como siempre estuvo impecable en los cobros, no dejando ni una sola perdiz sin
cobrar.
A mis compañeros
de cuadrilla tampoco les ha ido nada mal. Tortosa se ha colgado 10; Sala otras
7 y De la Piedad, 9.
A Josep Lluís le
acompañaba por primera vez su perro Mora. Un joven labrador negro, de apenas 7 meses, que era su debut en la
pluma y que lo ha hecho francamente bien, cobrando y mostrando todas las
piezas.
Durante la
placentera jornada de caza nos ha acompañado el guarda de la finca. Miguel
Ángel, bien conocedor del terreno y de la querencia de las patirrojas.
Como colofón a
esta memorable jornada de caza, nada mejor que un buen plato de alubias, unas
croquetas de ibérico, y un buen ribera
del duero, como el que nos sirvieron en el Restaurante Valencia de Almansa.
No quisiera
terminar la temporada, que se cierra el próximo 8 de febrero, sin volver a
pisar tierras manchegas y degustar otro plato de alubias. Seguro que repetimos.