martes, 20 de agosto de 2013

Peñadorada


 

Acabo de regresar de Peñadorada. Peñadorada es el nombre de un coto que está enclavado en Ossa de Montiel. Para ser más exactos y para que no me corrija Baltasar, el dueño de la finca, el nombre exacto es Peña Horadada, aunque todo el mundo lo conoce por Peñadorada.

 He salido esta madrugada para cazar codornices. La veda se abrió el pasado jueves día 15, pero no será hasta el día 22 cuando se abra para la torcaz y la tórtola. Desde hace un par de años se ha optado por esta medida, al menos en Castilla La Mancha, para evitar que haya torcaces todavía con pollos en el nido y se malogren.

 


Me he puesto el despertador a las 4 y a las 4,30 ya estaba en el coche con mi inseparable perrita Sénia. Los bártulos ya los había echado al coche una semana antes de que se abriera la media veda.

Pasadas las 5 he parado en Almansa a tomar algo. Siempre que puedo me detengo en el mismo sitio. El servicio es muy amable y tengo mucha amistad con uno de los camareros. Me ha preparado un bocadillo de chorizo con queso que  me ha sabido a gloria bendita cuando a mitad mañana me lo he comido en el campo. Bueno, para ser más exactos hemos comido, pues lo he compartido con Sénia, que se lo merecía.

Durante el trayecto he encontrado algún banco de niebla y pocos vehículos. Se nota que aún no se ha abierto la veda para el torcaz y la tórtola, que siempre atrae a más cazadores que la codorniz.

Había quedado en verme a las 7 en el bar de Ossa con Fran, el encargado de la finca.

Son fiestas en Ossa de Montiel y pasadas las 7 al ver que no venía Fran que estaba de resacón me fui directamente al coto.

Hacía más de un año que no subía a Peñadorada a cazar. Estuve el año pasado, pero en un ojeo. No había vuelto a cazar a palo mata desde entonces.

El año pasado que se dieron un par de días buenos a la tórtola no fui. Contraté una cacería para dos días de torcaz, que luego resultó ser uno, pues el segundo día ni disparamos  en un coto que está pegadito a Albacete y que resultó una auténtica estafa.

Cuando llego al coto, Sénia ya está deseando bajar del coche tras algo más de dos horas de viaje. Yo también.

Estos viajes cada vez se me hacen más largos y agotadores, sobre todo, al regresar.

A Sénia  le han diagnosticado una displasia de cadera, pero su afición a la caza puede más que esa dichosa displasia que la tortura y la hace cojear. Ahora la tengo sentada a mis pies mientras escribo estas líneas. No se separa de mí ni un momento atenta como parece a lo que escribo.

Nada más entrar a la laguna me arranca de los pies un jabalí de 40 o 50 kilos.  Sigo bordeando la laguna en busca de alguna codorniz. El sonido de los patos es ensordecedor. Se les ve tranquilos dentro del cañizo. Al  haber tanta gente de vacaciones en las lagunas de Ruidera todo el pato se concentra aquí, que está más tranquilo. Cojo la cámara para grabar algunas imágenes y hacer algunas fotos. Conforme avanzo por la laguna empiezan a salir collverds en todas direcciones. Decido  apartar la vista para evitar la tentación.

Fran las había oído cantar días atrás. No había habido ninguna tormenta últimamente, así que habiendo agua en la laguna todo parecía indicar que pudiera haber alguna codorniz. Sin embargo, habían recogido la paja de los campos. A las codornices les gusta la paja, que les sirve de cobijo y protección frente al peligro de las alimañas.

Mientras ando por la laguna me detengo al ver heces de venado. Se lo comento después a Fran y me dice que hay venados que se acuestan en la laguna buscando el fresco del cañizo. En el coto que linda con Peñadorada, Navalcaballo, abatieron dos medallas de oro la pasada temporada.

Yo, la verdad, no di con las codornices tras dos horas de cacería. El calor empezaba a apretar y no quería cansar mucho a Sénia en su primer día de salida al campo y más con la lesión de cadera que padece.

Al completar la primera vuelta decidí irme al coche y dar por concluido el día.

No disparé ni un solo tiro en toda la mañana, pero créanme que valió la pena el viaje. Y se lo dice un cazador al que le gusta mucho apretar el gatillo, pero también la naturaleza y el entorno, que en el caso de Peñadorada es de los que no se olvidan fácilmente. Reconozco mi fascinación por este enclave paradisíaco en tierras castellano manchegas.

Tuve ocasión de disparar a patos, conejos, torcaces y tórtolas, incluso al jabalí. Es más que probable que cuando se abra la veda no tenga tantas ocasiones. Pero, sinceramente, me da igual.

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