lunes, 9 de diciembre de 2013

El lobby de los cazadores


 

En el programa de ayer domingo de "Salvados" que dirige y presenta el periodista Jordi Évole se abordó el tema de los lobbies.

En un momento determinado del programa, el periodista pregunta a la ex Ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, de qué colectivo había recibido más presiones siendo ella ministra.

La contestación, que sorprendió al propio Évole, pensando que iba a citar a los constructores por su famosa ley de costas fue cuando Narbona citó al colectivo de cazadores como el lobby que mayor presiones había ejercido sobre su ministerio por la ley que abolía el uso del plomo en los humedales.

La ex ministra socialista añadió que durante las cacerías se hacen muchas amistades y es un buen lugar para entablar amistad y hacer negocios,  si no que se lo pregunten a los Agag, Bárcenas, Blesas o Zaplanas, si el compadreo cinegético funciona y da pingües beneficios, además de emociones fuertes. Narbona eludió responder cuando se le preguntó por el Rey.

Desde hace unos años está prohibida la utilización del plomo en los humedales por el daño que hacía al ecosistema y sobre todo, a las aves, algunas de las cuales morían envenenadas al ingerir plancton infectado en lo que se conoció como plumbismo.

Se trabajó con varios sustitutos al plomo y con varias aleaciones como el  hierro, el tungsteno  o el bismuto, pero finalmente se optó por el acero.

El problema y eso no lo cita la ex ministra es el riesgo que entrañaba, en este caso, para los cazadores sustituir el cartucho de plomo por el de acero. No sólo por el coste que supone una caja de cartuchos sino porque las escopetas no estaban preparadas ni lo están hoy para utilizar esta munición, que entraña más peligros para el cazador por los rebotes que puede llegara a producir el acero, por ejemplo, con su contacto con el agua y por el riesgo de que el arma pudiera llegar a reventarse.

Con el perdigón de acero hay mas fricción en el ánima, mayor presión y, por tanto, el esfuerzo que hace el cañón es mayor.

Si disparamos con escopetas con recamaras cerradas o chockes cerrados de una o dos estrellas el plomo tiende a deformarse y no causa ningún daño al cañón del arma, pero cuando hablamos de cartuchos de acero la cosa cambia sustancialmente. Y si las escopetas son antiguas, el problema se acrecienta mayormente pudiéndose deformar los cañones o peor aún reventar.

Además, se da la paradoja de que el cartucho de acero es más lento debido a la menor densidad de acero, y en consecuencia, tiene menos penetración, con lo cual deja más piezas heridas.

Afortunadamente, las modificaciones que se han hecho en el proceso de fabricación de armas para perdigón de acero han mejorado notablemente su comportamiento con cañones más fuertes y cierres más robustos. Lo que se traduce en mayor seguridad para todos.

 

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