Hacía mucho
tiempo que le había prometido a mi amigo Miguel que le invitaba a cazar. Tras
haberlo aplazado en varias ocasiones, el jueves pasado fue el día elegido.
La mañana
amaneció fría y lluviosa. Marcaba nieve a muy pocos metros de altitud. Quedamos
en vernos en La Font de La Figuera. Llegó con algo de retraso debido a la
lluvia.
Pepe Sala nos
esperaba en el lugar de costumbre. Almorzamos en Los Rosales. Sala ya había
hecho una llamada al cuartel de la guardia civil para ver el estado de las
carreteras y para saber si llovía donde íbamos a ir a cazar. Allí, al menos, no
marcaba agua.
Tras un
suculento almuerzo nos subimos a los coches en dirección a Albacete. En esta
ocasión íbamos a cazar a un coto llamado El Viso, que también gestiona Moisés
Navarro.
El coto de cerca
de mil hectáreas es una auténtica delicia para cazar. Muy cómodo de andar.
Abundan los chaparros, los romeros y las esparteras. Un cazadero de lujo en el que si hay
que ponerle un pero, diré que allí uno se encuentra con perdices que llevan más
y menos tiempo en el terreno, pero eso es por otra parte es normal en un coto
de caza intensiva, donde se va reforzando la perdiz conforme pasan los días y
se van abatiendo patirrojas. Por lo demás perfecto.
Como yo este
viaje iba sin perro, Moisés me prestó una braca de dos años de nombre Kattie
que lo hizo francamente bien, tanto a la perdiz como al conejo. La verdad es
que quedé enamorada de ella. Pero todavía confío en que Sénia mejore y vuelva a
acompañarme.
Cuando me eché
los cartuchos al chaleco me di cuenta de que uno de ellos estaba oxidado. No le
di más importancia aunque luego más tarde lamentaría haberlo echado al chaleco.
Nada más entrar
al monte, Kattie se queda estática de muestra. Arranca una perdiz hacia atrás a
la que derribo de segundo tiro y le rompo el codillo. La perdiz cae de ala y
los perros finalmente no se pudieron hacer con ella. Hay mucho agujero y esta
perdiz cuando cae herida se refugia inmediatamente dentro del agujero. También
les gustan las piedras y allí donde pueden se esconden sin que los perros
puedan hacer nada para cobrarlas.
A Miguel le
acompañan dos esplendidas perras, Hanna y Debbie, dos magníficas podencas
andaluzas, una mediana y una chica, que hicieron varias carreras a los conejos
y las delicias de los que las vimos trabajar.
El día fue
inmejorable para la caza. La perdiz, además, voló bastante bien. Se vio algo de conejo, que está recuperándose
después de la mortandad que ha sufrido en esta zona debido a la neumonía
hemorrágico vírica que ha diezmado mucho la población de conejos en Castilla La
Mancha. La liebre abunda poco aunque hay una zona en la finca donde puedes
probar fortuna.
Yo disfruté
tirando a varias perdices de muestra que Kattie magistralmente me ponía a tiro.
No erré ninguna de las 11 perdices a las que disparé, pero si me ocurrió en el
último lance de la mañana y cuando me disponía a disparar a una patirroja que
el cartucho me hizo falta. La razón no era otra que puse sin darme cuenta el
cartucho oxidado en la recámara y el pistón estaba más hundido de lo normal y
el percutor falló, con lo cual no se produjo la detonación ni claro está el
disparo.
El día como la
compañía no pudo ser mejor. Sala se colgó cinco perdices y Miguel, seis y un
conejo. Y para que el día fuera ya redondo paramos a comer en el Restaurante
Valencia de Almansa donde nos esperaban unas alubias y unos gazpachos manchegos,
inmejorables. Aderezado con un buen vino de Rioja. Como le dije a Miguel: esto
es lo que me ha recomendado el médico que haga con frecuencia: Cazar, comer
bien y estar en buena compañía.
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