Los ecologistas
aprovechan las primeras de cambio para tratar de prohibir la caza. Su
pretensión ahora es que no se cace durante la media veda debido a la sequía.
Tampoco quieren que se cace el resto del año, haya sequía o no.
Siempre han sido
contrarios a la caza. No es nada nuevo. Lo intentan siempre que pueden con nulo
éxito, afortunadamente, con argumentos peregrinos y sin ninguna base científica
que los sostenga.
Hablan de
maltrato animal sin preguntarse muchas veces la procedencia del jamón que se
están llevando a la boca. ¿Alguien se ha preguntado cómo matan a las vacas en
el matadero o de dónde procede el paté que tanto nos gusta? Hay mucha
hipocresía en el debate sobre la caza.
Se acusa a los
cazadores de ser los responsables de muchos animales que hoy se encuentran en
peligro de extinción como el lince o el águila imperial. Lo que ha llevado a
estas especies al borde de su desaparición ha sido la pérdida de su hábitat y
alimento. Ambas especies tienen como alimentación básica el conejo, lagomorfo
que ha desparecido en muchas partes de España, fundamentalmente, por dos
enfermedades: la mixomatosis y la neumonía hemorrágico vírica, enfermedades
propagadas por un médico francés para exterminar los conejos.
En el caso de
las rapaces, los tendido eléctricos causan muchas muertes todos los años. Con
ello, no quiero exculpar a los cazadores porque en todos los colectivos hay
desaprensivos. Entre la labor de los cazadores está la de denunciar hechos
delictivos como disparar a animales en peligro de extinción, el uso del veneno
o el furtivismo. Aspectos todos ellos que están tipificados en el Código Penal
y que llevan aparejada a parte de la correspondiente sanción económica, penas
de cárcel.
Prohibir la caza
tendría más efectos negativos que positivos. Que se lo pregunten, si no, a los cientos agricultores que todos los años
ven perder sus cosechas por el daño que causan los conejos en sus explotaciones
agrícolas.
La caza es no
sólo es necesaria sino imprescindible, no sólo para la conservación de la
naturaleza sino también para el control de las poblaciones. Esto ha sido así
desde que el hombre es hombre.
En parques
nacionales y reservas de caza se dan lo que se llaman permisos para caza
selectiva porque el exceso de animales sean venados, muflones, corzos o macho
montés, impide muchas veces que estos animales puedan llegar a emparejarse.
Además, de animales moribundos o enfermos, que conviene abatir para que no
contagien al resto de las especies de caza mayor.
La actividad
cinegética genera riqueza, sobre todo, en el mundo rural. Las batidas, las
monterías, los ojeos o la caza en mano es el sustento de muchas familias que
viven gracias a la caza. La caza en España genera alrededor de 3.600 millones
de euros.
Comunidades como
Castilla La Mancha, Extremadura o Andalucía viven del turismo cinegético y
tienen en la caza una buena fuente de ingresos.
La caza es una
actividad legal, aunque michos se empeñen en llamarnos asesinos ,que practican
más de más de un millón de personas en
España.
Aunque en el
tema de las corridas de toros, si hay partidos que son partidarios de su
abolición, como ya ocurre en Cataluña y muy pronto sucederá también en el País
Vasco, en el tema de la caza, ninguna formación política ,contempla la
posibilidad de prohibir la caza, me refiero a las que tienen representación
parlamentaria porque luego hay otras como el partido animalista, contrarios
vehementemente a la caza.
El eterno debate
caza sí o caza no.
Quiero recordar
a los ecologistas que si hay caza es precisamente por los cazadores.
Precisamente, ahora que aprieta el calor y hay una sequía extrema en media
España, los propietarios de cotos o las sociedades de cazadores se preocupan
para que a los animales no les falte ni agua ni comida. Para ello, recurren a la
colocación de bebederos o de charcas y de comederos, diseminados en distintos
puntos del coto.
No he visto a
ningún ecologista y mira que piso el monte hacer esta labor, por otra parte
necesaria, independientemente, de que nos guste la caza o no.
Es un ecologismo
de oficina, que clama el cielo.
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