viernes, 8 de agosto de 2014

Caza, sí


 

Los ecologistas aprovechan las primeras de cambio para tratar de prohibir la caza. Su pretensión ahora es que no se cace durante la media veda debido a la sequía. Tampoco quieren que se cace el resto del año, haya sequía o no.

Siempre han sido contrarios a la caza. No es nada nuevo. Lo intentan siempre que pueden con nulo éxito, afortunadamente, con argumentos peregrinos y sin ninguna base científica que los sostenga.

Hablan de maltrato animal sin preguntarse muchas veces la procedencia del jamón que se están llevando a la boca. ¿Alguien se ha preguntado cómo matan a las vacas en el matadero o de dónde procede el paté que tanto nos gusta? Hay mucha hipocresía en el debate sobre la caza.

Se acusa a los cazadores de ser los responsables de muchos animales que hoy se encuentran en peligro de extinción como el lince o el águila imperial. Lo que ha llevado a estas especies al borde de su desaparición ha sido la pérdida de su hábitat y alimento. Ambas especies tienen como alimentación básica el conejo, lagomorfo que ha desparecido en muchas partes de España, fundamentalmente, por dos enfermedades: la mixomatosis y la neumonía hemorrágico vírica, enfermedades propagadas por un médico francés para exterminar los conejos.

En el caso de las rapaces, los tendido eléctricos causan muchas muertes todos los años. Con ello, no quiero exculpar a los cazadores porque en todos los colectivos hay desaprensivos. Entre la labor de los cazadores está la de denunciar hechos delictivos como disparar a animales en peligro de extinción, el uso del veneno o el furtivismo. Aspectos todos ellos que están tipificados en el Código Penal y que llevan aparejada a parte de la correspondiente sanción económica, penas de cárcel.

Prohibir la caza tendría más efectos negativos que positivos. Que se lo pregunten, si no,  a los cientos agricultores que todos los años ven perder sus cosechas por el daño que causan los conejos en sus explotaciones agrícolas.

La caza es no sólo es necesaria sino imprescindible, no sólo para la conservación de la naturaleza sino también para el control de las poblaciones. Esto ha sido así desde que el hombre es hombre.

En parques nacionales y reservas de caza se dan lo que se llaman permisos para caza selectiva porque el exceso de animales sean venados, muflones, corzos o macho montés, impide muchas veces que estos animales puedan llegar a emparejarse. Además, de animales moribundos o enfermos, que conviene abatir para que no contagien al resto de las especies de caza mayor.

La actividad cinegética genera riqueza, sobre todo, en el mundo rural. Las batidas, las monterías, los ojeos o la caza en mano es el sustento de muchas familias que viven gracias a la caza. La caza en España genera alrededor de 3.600 millones de euros.

Comunidades como Castilla La Mancha, Extremadura o Andalucía viven del turismo cinegético y tienen en la caza una buena fuente de ingresos.

La caza es una actividad legal, aunque michos se empeñen en llamarnos asesinos ,que practican más de  más de un millón de personas en España.

Aunque en el tema de las corridas de toros, si hay partidos que son partidarios de su abolición, como ya ocurre en Cataluña y muy pronto sucederá también en el País Vasco, en el tema de la caza, ninguna formación política ,contempla la posibilidad de prohibir la caza, me refiero a las que tienen representación parlamentaria porque luego hay otras como el partido animalista, contrarios vehementemente a la caza.

El eterno debate caza sí o caza no.

Quiero recordar a los ecologistas que si hay caza es precisamente por los cazadores. Precisamente, ahora que aprieta el calor y hay una sequía extrema en media España, los propietarios de cotos o las sociedades de cazadores se preocupan para que a los animales no les falte ni agua ni comida. Para ello, recurren a la colocación de bebederos o de charcas y de comederos, diseminados en distintos puntos del coto.

No he visto a ningún ecologista y mira que piso el monte hacer esta labor, por otra parte necesaria, independientemente, de que nos guste la caza o no.

Es un ecologismo de oficina, que clama el cielo.

 

 

 

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