jueves, 11 de diciembre de 2014

Inolvidable jornada de caza en La Patirroja



A las 7,15 de la mañana, cuando me disponía a coger el coche, el termómetro marcaba 0 grados. Antes de llegar a la cárcel de Villena, el mercurio había bajado a -2 grados.

Los campos escarchados, casi blancos por el rocío, conforme me iba adentrando por tierras manchegas eran el presagio de que por fin había llegado el frío, tras los días primaverales de las últimas semanas.

El destino cinegético esta vez era El Bonillo. En concreto, la finca La Patirroja. Una extensa finca de caza menor, con más de 4.200 hectáreas de carrascas, retamas, esparteras y romeros. Ideal para la caza de la perdiz a mano o al salto. También sus escarpados montes la hacen perfecta para los ojeos.

Nada más entrar a la finca, empezamos a ver los primeros bandos de perdices. Los caminos que atraviesan el coto eran un hervidero de patirrojas.

A pesar del frío de la madrugada, lució el sol durante toda la mañana. Menos mal que no sopló el viento que hizo el día anterior y que hubiera puesto en aprietos a más de uno.

Pasaban poco más de las diez cuando empezamos a cazar.

Nos acompañó, Julián, uno de los encargados de la finca. También cazador. La verdad es que da gusto llevar al lado a alguien que sabe de caza.

Cazamos el cogollo de la finca, es decir, lo mejor. La zona VIP.

Empecé con buen pie y abatí la primera perdiz al poco de salir del coche. No hay nada como empezar bien la mañana. Si comienzas errando piezas, mal. Y llevaba últimamente una mala racha.

Hay veces que la escopeta te entra como un guante y ayer fue uno de esos días. No sólo me salía caza sino que, además, no erré ninguna perdiz.

Me colgué 14 perdices y un conejo. Al no llevar perro, perdí  dos perdices de ala y otra a la que le descolgué las patas. A mitad mañana , el guarda llamó a un compañero suyo y trajeron un bretón. Rumbo se llamaba. Desde ese momento, ya no perdimos nada de caza.

La próxima vez que vaya me llevaré a Duba, una preciosa labradora color chocolate de cinco meses, que ya es bueno empezar a iniciarla. De momento es muy buena portadora, aunque aún no me la he llevado a cazar. Veremos cómo reacciona ante los disparos.




Uno de los lances más bonitos que logré y que nunca hasta ayer había hecho, tras un doblete de perdices, fue una carambola, es decir, de un tiro matar dos perdices. El guarda no daba crédito a lo que veía. Yo he de confesarles que tampoco. Aunque me contó otro lance más difícil que había protagonizado él mismo. Disparando a una perdiz mató una liebre encamada. "Menos mal que aquel día me acompañaba el guarda de la finca sino no se lo cree nadie", apostilló.

En la cuadrilla cazó con nosotros, Isidro Lillo, veterano y experimentado cazador que probaba ese día una preciosa braca muy fina, color chocolate, de tres años de nombre Runa, que le arruinó, nunca mejor dicho, la jornada. La perra con poca nariz y muy larga, iba levantando perdices a su paso fuera de tiro. Tortosa estaba negro.

Cazar en La Patirroja fue un auténtico lujo. No sólo por la bravura de las perdices, que también sino porque cazando allí no tienes la sensación de que te están tomando el pelo. He estado en fincas que, además, de llevar a un acompañante plomizo que te amarga la mañana, cuando disparas un tiro, ya te quieren facturar la perdiz. Aquí, no.

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