A las 9 de la
mañana, tras el obligado almuerzo en Los
Rosales, deliciosos los bocatas de ternera y embutido que preparan en este
concurrido restaurante de Almansa, mi amigo Pepe Sala y yo nos hemos ido
a la finca La Patirroja en El Bonillo.
Pepe Tortosa por problemas de trabajo no ha podido acompañarnos esta vez.
A la puerta del
hotel nos esperaba Vicente. César estaba en esta ocasión
acompañando a otra cuadrilla. Nos subimos al coche y nos dirigimos a la mancha
que nos habían asignado. Tuvimos que esperar un rato dentro del coche hasta que
amainara la fina lluvia que caía. La temperatura era de 7 grados.
Cogimos la mano
haciendo caso a Vicente, aunque ya
habíamos cazado en esa parcela de la finca en otras ocasiones, pero es la que
más nos gusta porque el terreno es más llano y abundan las perdices. La
orografía es cómoda de cazar con pocos barrancos y vaguadas y para los que ya
vamos cumpliendo años es de agradecer.
Hay días en que
la escopeta te entra como un guante y otros en cambio que no sabes ni cómo
ponértela. Esta vez no pude estar más certero: 9 piezas; 8 perdices y 1 conejo
con 11 disparos y la perdiz que erré se llevó algún perdigón. Empecé la mañana
abatiendo una perdiz enviada, que ya venía pegada, pero por la velocidad que
llevaba no la hubiéramos cobrado.
Tiro a tiro fui
abatiendo el resto de perdices. No gasté
el cañón izquierdo, salvo cuando plomee la perdiz. Da igual que salieran largas
o cerca. Hacia delante o hacia atrás. Aterradas o de pico.
Sala no tuvo suerte esta vez porque su
perrita Laika iba muy larga toda la
mañana, levantando los bandos de perdices fuera de tiro y estorbándole la caza
más que otra cosa. Aún así hizo un par de muestras a pieza parada de las de
quitarse el sombrero. Aguanta mucho la muestra y eso permite al cazador
acercarse lo más posible a la pieza, que en el caso de perdiz soltada, aguanta
más. La salvaje es otro cantar. No permite estas florituras.
Mi perrita Duba que lleva desde principios de
temporada acompañándome a todas las cacerías va cogiendo afición, buenas
maneras y me cobró dos perdices de ala, que me entregó vivas. Tiene la boca muy
suave y no aprieta la caza. Otros perros cuando te las entregan están para tirar.
El día no podía
ser mejor. La temperatura acompañó durante toda la jornada y el sirimiri o
calabobos como lo llaman algunos de principio de la mañana, dio paso a que los
rayos de sol hicieran acto de presencia. El terruño de la zona está en esta época
del año en su mejor esplendor con inmensos campos de cereal y leguminosas que
empiezan a verdear. Estos días pasados ha llovido y han caído 17 litros. Las
perdices tienen comida abundante en los campos.
Las perdices
buscan los linderos y el refugio de las carrascas. También los comederos que
abundan por la finca.
Sobre las 13,30
horas dimos por finalizada la jornada. Parada obligada en dirección a casa es
el Restaurante El Rincón de Pedro en
Almansa y hacia allí nos dirigimos. Había unas jornadas gastronómicas de cocina
de autor a cargo Ricardo Sotres,
cocinero asturiano con una Estrella Michelin en 2015. Una delicia.
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