lunes, 3 de septiembre de 2018

Otra jornada memorable de media veda en Peñadorada

Las previsiones meteorológicas anunciaban para hoy domingo día 2 de septiembre una ola intensa de calor en toda España, sobre todo, en Extremadura y Andalucía. Tampoco Galicia se salvaba de la canícula veraniega. Pasadas las 5 de la madrugada y a la altura de El Bonillo, el termómetro marcaba 23 grados. Menos mal, que al llegar a Ossa de Montiel bajó algo el mercurio hasta los 17.
A las 6,30 nos vimos, como de costumbre, en la cervecería  El Rincón del Moreno. Genaro me llamó esta semana para decirme que estaba nervioso por volver a Peñadorada. Ha sacado la misma vena cinegética y la misma pasión por la caza que su padre Ramón Ferrero. Como dice el refrán: "de tal palo, tal astilla".
Hay días en que te coloques  la escopeta como te la coloques, lo matas todo. Dispares a piezas largas o cercanas, de pico o cruzadas. Esto mismo me ha pasado a mí durante esta nueva jornada cinegética en Peñadorada. No erré ninguna pieza. Otras en cambio por mucho que te eches la escopeta a la cara no hay forma de encontrarte cómodo con ella.




A falta de torcaces, me fui detrás de las codornices, que es lo que realmente me gusta. No tengo paciencia suficiente para aguantar quieto en un puesto. A no ser que el chorreo de palomas sea incesante. Entonces no me mueven de la barraca ni a tiros.
A mitad mañana  y cuando más apretaba el calor se vieron algunas tórtolas en la laguna. Buscaban el agua . Pero yo iba centrado con las codornices y no quería desviar mi atención.
Tardé en dar con  ellas. En la primera vuelta solo pude tirar a una. Syrah está preñada, a finales de mes será mamá, así que no quise cansarla mucho. Aprovechamos la sombra de las carrascas que proporcionan una refrescante sombra estival para descansar de vez en cuando, aunque más por mí que por ella, porque sigue con la misma vitalidad y excelente forma física que antes.
Durante la primera hora  apenas vi codornices, pensaba que ya no estaban, que habían emigrado. Pero no, todavía quedaban algunas.
Aunque Syrah todavía no está muy picada en la caza, cobró todas, menos una, que cayó dentro del cañizo y aunque se metió, no dio con ella. Seguramente será porque está preñada, pero tengo que quitarle la caza de la boca sino se la come. Me pasó con una codorniz y con la tórtola. Y con el resto de piezas no porque me apresuré a quitárselas antes de que se las zambullera. Antes, sin embargo, me entregaba las perdices de ala vivas y no las apretaba nada.
Los lances se fueron sucediendo, cada cual mejor. Volaban en pareja y solas. La percha iba aumentando mientras avanzaba la mañana. Hasta 8 codornices y 1 tórtola me eché al zurrón.
Terminando la jornada, Syrah se queda  parada a la orilla de la laguna. Algo le llama la atención. Permanece quieta. Yo me preparo con tiempo pensando que sería una nueva codorniz. Oigo un chapoteo impresionante y llamo a Syrah para que salga del cañizo ante el temor de que fuera un jabalí. No lo pude ver en ese momento, pero por el ruido que hizo dentro del agua debía de tratarse de un jabalí enorme.  Pasé varias veces por esa misma zona , pero el guarro aguantó hasta que la perra lo levantó del encame. Poco después lo vi salir por la punta de la laguna cruzando un sembrado al galope. Efectivamente, se trataba de un jabalí grande. Avisé a Genaro porque iba en dirección a él. Saqué el móvil del bolsillo como pude  del pantalón y le hice una foto. Aunque no puede divisarse bien porque estaba muy largo. La fotografía de más abajo recoge el momento en que el jabalí cruza el rastrojo.


Pasado el susto, di por concluida esta excelente jornada de caza, con cochino incluido y con Syrah y yo sanos y salvos.


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