domingo, 11 de noviembre de 2018

Un nueva jornada de caza en Peñadorada


Solo cogí niebla a la entrada de Ossa de Montiel. Con el cambio de hora amanece más temprano y a las 8,30 nos echamos al monte para aprovechar el día y coger las horas más frescas de la mañana.
Fran recorre la finca subido en su furgoneta ,echando trigo por los caminos. Los comederos están llenos, pero es bueno que a las perdices no les falte comida en el campo.
Esta viaje sí que me ha acompañado Syrah. Hace casi dos meses que parió y por la forma física que tiene, nadie lo diría. De hecho, me estropeó un par de lances.
Al poco tiempo de pisar el monte me estreno con una liebre. Hacía mucho tiempo que no tiraba a una rabuda. Syrah está a punto de cogerla del encame. Le tiro a una distancia muy corta, pero no la estropeo, a pesar de tirar con un choque cerrado.
El día anterior hubo un ojeo en Peñadorada. Un cara y cruz en el barranco. Al estar la línea de escopetas situadas en el barranco, los tiros son espectaculares por la altura y los ángulos que cogen las perdices.
Empezamos a cazar el linde para dar con las perdices del terreno. Tras más de cuatro horas tras ellas, no conseguimos dar con ellas, al menos yo, Genaro sí que se colgó un par.
Esta semana estuvo Fran con los perros en la nava y vio algunas codornices y becacinas. Así que me fui para allí ,sin pensármelo dos veces.
Syrah vuela una pareja, pero no puedo tirarles porque tengo a Genaro en línea de tiro. Y la seguridad cuando estamos cazando es lo más importante. Ante la duda es preferible no efectuar el disparo. Vemos donde se echan y vamos a por ellas. Primero es Genaro el que yerra una codorniz de los pies. Y como no te puedes reír de los errores del compañero, el siguiente fui yo.
Cerca de la una del mediodía y cuando el sol más apretaba, después de un inicio de jornada más bien fresco, con braga al cuello incluida, decido ir al barranco a ver si puedo tirar a alguna de las perdices que se soltaron para el ojeo.
No me pego demasiado al barranco porque había cazando una cuadrilla. De una de las lomas arranca una perdiz. La tumbo de segundo tiro. Se oyen tiros en el barranco, así que decido apartarme un poco más para no molestar la mano.
Syrah cobra una perdiz  muerta del ojeo del día anterior.
Veo una perdiz de ala entre los romeros y espero a que Syrah se percate para cobrarla. No me gusta tirar a piezas que apeonan ni paradas.  No es de ser buen cazador. La perdiz fue más rápida y consigue zafarse.
En otro de los lances de los muchos que se sucedieron, Syrah vuela una perdiz. Estoy lento y le tiro ya muy pasada. Larga, aunque a tiro. De las que da gusto colgarse.
Miro el móvil y tengo varias llamadas de Genaro. Trato de hablar con él, pero apenas hay cobertura.
Me espero en una de las entradas de la finca para ver si lo veo aparecer. Nada. Decido continuar la marcha y coger la otra parte del barranco.
Cazo en forma de ese para batir más terreno. Syrah va desenfrenada. Me saca de tiro varias perdices.
Apenas vi conejos, solo pude tirar a uno, sin apenas verlo, a tenazón. La enfermedad ha entrado con fuerza y ha diezmado mucho la población de lagomorfos.
Doy con un bando. Una de ellas se revuelve hacia mí y la derribo. Las otras las pierdo de vista.
Veo una jaula  de reclamo con un perdigón del terreno dentro. Lo utilizan para atraer al resto de perdices para que no se vayan. Otras están vacías a la espera de coger otros pájaros que sirven de reclamo.
Más adelante vuelvo a ver otra perdiz de peón. Le levanto la voz para que vuele. Le zumbo los dos tiros y desparece en el horizonte. Estas cosas pasan. Esto es lo que hace grande la caza.
Cerca de un pequeño vallado veo a Syrah nerviosa, tocando. Debajo de la sabina estaba la perdiz, que no sabía muy bien por donde salir. Arranca hacia el sembrado y la tumbo.
Voy en dirección hacia el coche, que lo había dejado en el barranco, con la intención de proseguir cazando, aunque ya pasaban de las dos del mediodía.
Cuando trato de pasar al otro lado, oigo tiros en dirección a mí, así que decido dar por concluida la jornada antes de que me peguen un perdigonazo.



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