Solo cogí niebla
a la entrada de Ossa de Montiel. Con el cambio de hora amanece más temprano y a
las 8,30 nos echamos al monte para aprovechar el día y coger las horas más
frescas de la mañana.
Fran recorre la finca subido en su
furgoneta ,echando trigo por los caminos. Los comederos están llenos, pero es
bueno que a las perdices no les falte comida en el campo.
Esta viaje sí
que me ha acompañado Syrah. Hace casi
dos meses que parió y por la forma física que tiene, nadie lo diría. De hecho,
me estropeó un par de lances.
Al poco tiempo
de pisar el monte me estreno con una liebre. Hacía mucho tiempo que no tiraba a
una rabuda. Syrah está a punto de
cogerla del encame. Le tiro a una distancia muy corta, pero no la estropeo, a
pesar de tirar con un choque cerrado.
El día anterior
hubo un ojeo en Peñadorada. Un cara y
cruz en el barranco. Al estar la línea de escopetas situadas en el barranco,
los tiros son espectaculares por la altura y los ángulos que cogen las
perdices.
Empezamos a
cazar el linde para dar con las perdices del terreno. Tras más de cuatro horas
tras ellas, no conseguimos dar con ellas, al menos yo, Genaro sí que se colgó un par.
Esta semana
estuvo Fran con los perros en la
nava y vio algunas codornices y becacinas. Así que me fui para allí ,sin
pensármelo dos veces.
Syrah vuela una pareja, pero no puedo
tirarles porque tengo a Genaro en
línea de tiro. Y la seguridad cuando estamos cazando es lo más importante. Ante
la duda es preferible no efectuar el disparo. Vemos donde se echan y vamos a
por ellas. Primero es Genaro el que
yerra una codorniz de los pies. Y como no te puedes reír de los errores del
compañero, el siguiente fui yo.
Cerca de la una
del mediodía y cuando el sol más apretaba, después de un inicio de jornada más
bien fresco, con braga al cuello incluida, decido ir al barranco a ver si puedo
tirar a alguna de las perdices que se soltaron para el ojeo.
No me pego
demasiado al barranco porque había cazando una cuadrilla. De una de las lomas
arranca una perdiz. La tumbo de segundo tiro. Se oyen tiros en el barranco, así
que decido apartarme un poco más para no molestar la mano.
Syrah cobra una perdiz muerta del ojeo del día anterior.
Veo una perdiz
de ala entre los romeros y espero a que Syrah
se percate para cobrarla. No me gusta tirar a piezas que apeonan ni paradas. No es de ser buen cazador. La perdiz fue más
rápida y consigue zafarse.
En otro de los
lances de los muchos que se sucedieron, Syrah
vuela una perdiz. Estoy lento y le tiro ya muy pasada. Larga, aunque a
tiro. De las que da gusto colgarse.
Miro el móvil y
tengo varias llamadas de Genaro.
Trato de hablar con él, pero apenas hay cobertura.
Me espero en una
de las entradas de la finca para ver si lo veo aparecer. Nada. Decido continuar
la marcha y coger la otra parte del barranco.
Cazo en forma de
ese para batir más terreno. Syrah va
desenfrenada. Me saca de tiro varias perdices.
Apenas vi
conejos, solo pude tirar a uno, sin apenas verlo, a tenazón. La enfermedad ha
entrado con fuerza y ha diezmado mucho la población de lagomorfos.
Doy con un
bando. Una de ellas se revuelve hacia mí y la derribo. Las otras las pierdo de
vista.
Veo una jaula de reclamo con un perdigón del terreno dentro.
Lo utilizan para atraer al resto de perdices para que no se vayan. Otras están
vacías a la espera de coger otros pájaros que sirven de reclamo.
Más adelante
vuelvo a ver otra perdiz de peón. Le levanto la voz para que vuele. Le zumbo
los dos tiros y desparece en el horizonte. Estas cosas pasan. Esto es lo que
hace grande la caza.
Cerca de un
pequeño vallado veo a Syrah nerviosa,
tocando. Debajo de la sabina estaba la perdiz, que no sabía muy bien por donde
salir. Arranca hacia el sembrado y la tumbo.
Voy en dirección
hacia el coche, que lo había dejado en el barranco, con la intención de
proseguir cazando, aunque ya pasaban de las dos del mediodía.
Cuando trato de
pasar al otro lado, oigo tiros en dirección a mí, así que decido dar por
concluida la jornada antes de que me peguen un perdigonazo.
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