Hoy día 1 de
septiembre ha sido mi primer día de caza en Peñadorada. Un coto enclavado en
pleno corazón de Castilla La Mancha, concretamente en Ossa de Montiel. Un
auténtico paraíso cinegético.
Como tampoco esta noche he podido pegar ojo, como cuando era adolescente y los nervios no me dejaban dormir, media hora antes de lo previsto ya estaba en el bar el Moreno, en Ossa de Montiel. El viaje fue tranquilo con muy poco tráfico, pese al día que era de regreso de vacaciones.
A las 7, llegaba Genaro con Genoveva, su pareja. Fran, que cada vez se parece más a su padre Venera, llegaba un poco antes y nos daba las indicaciones para que el día se terciara bien.
Yo tenía claro que quería ir a la codorniz y Genaro a la paloma.
Cuando entro al coto, una bandada de patos cruza el cielo en forma de uve y desaparece en el horizonte.
Hace muchos años que cazo en Peñadorada. Mi primer viaje fue en el año 1987. Lo recuerdo perfectamente porque tengo una hoja Excel donde anoto todas mis cacerías y anécdotas. Quizá algún día haga un diario.
Genaro se queda en la bebedora de Nacho, que la bautizamos así hace tiempo, y yo continuo el camino hasta el cañizo.
Syrah que fue la primera en subirse en el coche cuando salí de casa, ya estaba deseando bajarse. Normal después de más de dos horas en el maletero.
Empiezo bien la mañana abatiendo la primera codorniz del día. Syrah la cobra sin problemas dentro del cañet. Vuelan varias, pero prefiero asegurarme el tiro y no perder ninguna. Muchas veces por querer hacer un doblete, no las cobras y es peor.
Siempre que cazo la codorniz en Peñadorada, lo hago rodando la nava, que aún conserva algo de agua. Elijo las orillas que tienen algo de humedad, que es el sitio preferido para esta ave que cada año nos visita procedente de África y que pese a su pequeño tamaño recorre miles de kilómetros.
El cobro aquí es algo complicado, aún llevando un buen perro porque el cañet está muy alto y el olor que emana despista al perro y no capta la emanación de la pieza.
Eso es lo que me pasó con la tercera codorniz, que pese a marcarla bien donde había caído no hubo forma de encontrarla, pese a patear la zona un buen rato.
Dicen que la codorniz tiene un tiro fácil. Muchas veces nos apresuramos en el disparo. Con un plomo cae. Yo erré un par de ellas. A la primera solo le disparé un tiro porque aún no estoy acostumbrado al segundo gatillo.
Mientras voy cazando. oigo repicar a Genaro.
A la otra orilla de la nava, una cierva pasea tranquilamente por el sembrado, sin perdernos de vista. Un par de tórtolas se deja ver con su vuelo zigzagueante cruzando la laguna. Otra visitante
de marjales y humedales como es la becacina también se dejó ver.
La última vuelta que di alrededor de la nava no tuve suerte y no volé ninguna codorniz. El sol a partir de las 11 ya no se aguanta en el campo, además, en mi caso, me quedé sin agua.
Recojo los trastos y me voy en busca de Genaro para ver qué tal le había ido la mañana y echar un bocado y de paso beber agua fría que lo estaba deseando. Llevaba una veintena entre tórtolas y palomas.
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