Ayer sábado volví al campo de tiro de Vallada a tirar unas series de entrenamiento. La semana pasada no fui porque no me encontraba bien y preferí quedarme en casa.
Comí algo en el Serrano porque Mauro’s no ha abierto todavía el restaurante, solo permanece abierta la gasolinera.
Llegué pronto al campo de tiro. Había bastante gente. Aún no se puede salir de la provincia. Estamos todavía en fase 1. A partir de mañana entramos en fase 2 y ya se podrá viajar a otras provincias dentro de la Comunidad.
Para cumplir con las medidas de seguridad, tiramos las series de tres en tres. Amadeo lo consultó con la Federación y de momento no pueden tirar escuadras completas de seis tiradores para evitar contagios por la COVID-19.
Soplaba un agradable viento de levante. El campo tiene un emplazamiento privilegiado pegado a la falda del monte que forma parte del mazizo del Caroig. Allí se respira aire puro.
Me apunté en el primer hueco que había libre.
En la primera serie terminé con un 22. Rompí también el plato flash. Tiré muy cómodo, doblando algunos platos.
Tras descansar un rato, me apunté de nuevo. En la segunda serie erré solo un plato y acabé con un 24. Hice cero en el plato 9. Un plato central que sube. Lo quise coger rápido y me quedé por debajo de él.
Durante la tarde salieron otros tres 24: Amadeo Garrido padre e hijo y Emilio Benavent.
La siguiente serie fue un auténtico desastre. Tiré muy acelerado. Quise seguir el ritmo del tirador que me precedía y no di pie con bola. No sabía ni dónde ponerme la escopeta. En la anterior, entraba sola y me lo veía todo hecho.
El tiro es básicamente concentración. Si la pierdes estás perdido. Los ceros vienen solos. Y es lo que me pasó a mí.
En el mismo campo de tiro, con la misma escopeta, en las mismas condiciones meteorológicas y con los mismos cartuchos: 15
Empecé muy mal la serie con tres ceros consecutivos. Eso ya me desmotivó bastante. No había forma de coger los platos. Llegaba tarde y mal.
Hice la mejor y la peor serie de la tarde.