domingo, 4 de diciembre de 2022
Sénia
Solo hace unas horas que te has ido y no sabes el vacío tan inmenso que has dejado en mi vida. El pasado mes de octubre cumpliste 16 años. Tu hocico canoso delataba el paso de los años. Toda una vida juntos. Eras inteligente, cariñosa, noble, obediente, leal y me faltan adjetivos para describirte porque todo lo que escriba me parece poco.
Esta noche he echado de menos los ladridos que de madrugada me despertaban de mal humor. Lo que daría por escucharlos de nuevo.
Me has dejado un vacío inmenso que va a ser muy difícil de suplir.
Con apenas tres meses llegaste a casa y no nos hemos separado desde entonces. Hemos hecho un montón de viajes juntos a cazar a Peñadorada. No dejabas que ningún perro se acercara cuando llevabas la pieza en la boca.
Conocí a su padre, Pimienta, en una cacería de patos en Guareña, un pueblo de Badajoz. Estaba él solo para cobrar los patos de todos los cazadores.
Sénia tenía el mismo instinto que su padre y la misma afición. Recuerdo cuando me ponía al pato a poca noche dentro de la laguna y me avisaba girando la cabeza para advertirme de la presencia de las acuáticas que yo no veía. Era única. He tenido muchos perros a los que he querido con toda mi alma (Linda, Lola, Rocco, Veda, Tomy), pero Sénia era muy especial. Pasa con las personas. Hay perros que no deberían morirse nunca. Sénia era uno de ellos.
Una grave dolencia muscular que fue progresiva la tuvo con escasa movilidad durante mucho tiempo. Tuve que tomar la decisión más difícil de mi vida para no verla sufrir más.
Cada vez que salgo de casa, la veo sentada junto a la puerta. Acostada sobre una mantita que le puse para que no pasara frío. Nunca se separaba de mí. Sénia era un miembro más de la familia. No te olvidaré nunca. Gracias por todo el amor que me has dado y lo feliz que me has hecho durante todos estos años.
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