Hoy día 18 de
enero he participado en un ojeo, organizado por los Venera en la finca La
Carolina en el término municipal de Ossa de Montiel.
En Valencia que
estuve el día anterior aproveché la estancia para comprar cartuchos. Fui a dos
armerías, pero no encontré el cartucho que habitualmente uso: Armusa Pla 1 de
34 gramos. Entre el Saga que me ofrecieron en una de ellas, bastante
desabastecida, por cierto, y que en otro tiempo fue una armería muy frecuentada
por los aficionados a la caza y el Remington, opté por este último, a pesar de
pagar a 13 euros la caja por un cartucho de 32 gramos. Los cazadores somos muy
fieles a los cartuchos que, regularmente, utilizamos y no nos gusta andar
cambiando de munición.
A penas tuve ocasión de probarlo, pero los
cinco o seis tiros que disparé con él me gustó. Seguramente porque no erré
ninguna de las perdices. Y eso para los
que no entendemos de balística es un argumento de peso y suficiente para seguir
comprándolo.
Afortunadamente,
durante el viaje a penas he tenido niebla, algo muy frecuente en esta época del
año por las carreteras manchegas que hace muy pesada la conducción, sobre todo,
en viajes largos, pero sí he encontrado algo de lluvia al entrar en Barrax. Luego
la borrasca ha escampado un poco.
Los pronósticos
meteorológicos anunciaban una semana muy lluviosa en Castilla La Mancha, con
probabilidad de nieve en cotas bajas.
Hasta un día
antes Fran no me llamó para confirmarme que, finalmente, se iba a celebrar la
cacería. Han estado toda la semana pendientes del cielo para hacer el ojeo.
Cuando me
telefoneó el viernes por la mañana no me lo pensé dos veces y allá que me fui.
A las 9 en punto con puntualidad británica, algo inusual en mí, salvo cuando me
voy a cazar, estaba entrando en Ossa de Montiel.
Pepa ya tenía
preparado el almuerzo.
No convenía
demorarse mucho y empezar el ojeo cuanto antes ,ya que en cualquier momento podía empezar a
llover.
Alrededor de la
mesa había un par de matrimonios que habían llevado a sus hijos de corta edad
al ojeo. También la esposa de alguno de ellos portaba escopeta y dobló puesto
con el marido.
Es bueno, si
tienen afición, que los nanos acompañen a sus padres desde pequeños y se
inicien en la caza. El relevo generacional es muy importante, además, en una
actividad como la cinegética, que anda bastante huérfana en este sentido y con
la mala publicidad que dan en los colegios sobre el mundo de la caza en general
y de los cazadores en particular ,la cosa se pone cada vez más difícil para que
les atraiga este mundo tan apasionante como es la caza.
He de decir que
a pesar del mal día, con lluvia incluida y frío, aguantaron estoicamente hasta
el final.
La perdiz, si me
permiten el símil taurino habría que haberla devuelto a los corrales por mansa.
Fran que es muy honesto en su trabajo me reconocía al finalizar el ojeo que
tampoco le había gustado como se habían comportado las patirrojas.
Hubo mucha
perdiz que entraba a los puestos en vuelo rasante para apeonar poco después. Otras
se paraban delante de los puestos en vuelos cortos huyendo de los ojeadores. La
perdiz más que volar, planeaba. Abría las alas y por la inercia atravesaba los
puestos a poca altura.
Y eso que los
organizadores buscaron hondonadas y barrancos para dificultar el tiro y que la
perdiz cogiera altura, pero ni por esas. Cuando entraban, lo hacían en barras
en lugar de chorreaditas, que es como más nos gusta, sobre todo, a los que
tiramos con paralela y no llevamos repetidora y lo tenemos más complicado para
cargar y ocurre muchas veces que cuando hemos disparado los dos tiros entonces
nos pasan por encima de la cabeza.
Fuera por la
lluvia, por el mal tiempo o por la razón que fuese ese día la perdiz no quiso
volar.
El monte está
precioso en esta época del año. Los campos empiezan a verdear porque la siembra
comienza a salir con fuerza. Una fina capa verde cubre los campos manchegos.
Una imagen bucólica y pastoril se apodera de los terruños castellano manchegos.
En esta ocasión
me acompañó como secretario Ángel y su perro Leo. Un magnífico e incansable
perro de 7 años mezcla de labrador y dálmata, que lo hace francamente bien en
el cobro y aunque no hace muestra, levanta mucha caza como pude comprobar
personalmente cuando nos dirigíamos al coche desde uno de los puestos. Hasta
tres perdices levantó y eso que iba cogido de la cadena por su dueño. Lástima
que no pude tirarles porque el ojeo había concluido y es cuando ojeadores y
secretarios proceden a cobrar las perdices abatidas.
Cuando los
ojeadores se aproximan a los puestos una bocina o trompeta da cuenta del final
del ojeo y desde ese momento por cuestiones de seguridad no debe dispararse a
ninguna pieza.
En los tres primeros ojeos tuvimos suerte y no
nos mojamos, pero fue empezar el cuarto y último y empaparnos hasta la médula.
No tuve
demasiada suerte en el sorteo, hubo dos puestos muy flojos en los que apenas
entraron perdices.
En días de
viento es fundamental acertar con el puesto porque la perdiz siempre vuela a
favor de aire. Por tanto, los puestos más querenciosos para la perdiz suelen
ser los mejores. Normalmente, puntas y semipuntas. En días de viento, además,
la perdiz se aplasta y sólo levanta el vuelo cuando los perros le dan alcance o
los ojeadores las molestan con sus gritos y voceríos.
Si lo puede
evitar, a la perdiz no le gusta volar con el aire de cara porque le cuesta más
volar y tiene que hacer más esfuerzo y gastar el doble de energía para el mismo
fin. Tampoco acostumbra a meterse en barbechos embarrados o campos anegados de
agua.
En el cuarto y
último ojeo me desquité y a pesar de la lluvia hice dos dobletes y bajé once
perdices. En el puesto de al lado, Kiko y su hijo Francisco hicieron un par de
tiros espectaculares en las pocas perdices que dieron la pechuga a lo largo de
la mañana.
El taco se vio
interrumpido por la lluvia, pero tuve ocasión de probar la fantástica tortilla
de patatas que hace la madre de los Venera, Pepa. Tampoco podía faltar la crema
de perdiz. Muy sabrosa también.
A pesar del revuelo
de los ojeadores no entraron conejos a los puestos ni se movieron tordos. Sólo
pude ver uno.
Es más que
probable que el conejo estuviera en las madrigueras o majanos escondido y con
pocas ganas de salir a campo abierto debido al mal tiempo, pero como
consecuencia de las enfermedades, mixomatosis y vírica, su población ha diezmado mucho. Es una lástima
porque este coto precisamente ha sido muy conejero y ha dado grandes
satisfacciones a los podenqueros y cazadores de pelo.
Hubo una
expresión que me gustó y que le escuché pronunciar a mi compañero de puesto Kiko
y que quiero traer a estas páginas y es la frase "de patas" para
referirse a una perdiz que lleva las patas colgando cuando ha sido alcanzada
por un tiro. En la caza es muy frecuente
oír expresiones como "hacer la torre" o "va de ala", pero
nunca había oído antes de "patas". A partir de ahora, la añadimos al
argot cinegético, muy rico en vocabulario y la propondremos a la RAE para que
la incluya en su diccionario.
Como es de
rigor, los Venera habían organizado una comida a la que no me pude quedar
porque era el cumpleaños de mi hermana Patricia y le habían preparado una
fiesta sorpresa por su 58 cumpleaños, a la que no pude asistir por encontrarme
en el ojeo. Quería hacer acto de presencia, aunque fuera de manera testimonial.
Antes de llegar
a Ontinyent, repuse fuerzas en el Restaurante Los Rosales de Almansa donde me
tomé un caldo de gallina bien calentito con tropezones y huevo duro, que me
supo a gloria bendita y me ayudó a entrar en calor después del frío que había
pasado.
Al llegar a casa,
lo primero que hice fue limpiar a conciencia la escopeta, rociar los cañones
con aceite para evitar que se oxiden y darme una ducha de agua caliente. Y para
prevenir coger un gripazo me tomé un comprimido efervescente de Dolmen, que me
va muy bien cuando ando resfriado.
Pero como dice
el refrán: sarna a gusto no pica. La
semana que viene volvemos, si el tiempo lo permite, pero esta vez a palo mata.
Si tienen interés, les seguiré contando en estas mismas páginas cómo me ha ido
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