Estos días hemos
tenido que lamentar una nueva muerte por accidente de caza. Los hechos ocurrían
el pasado domingo en un pueblo de Lleida cuando la víctima fue alcanzada por un
disparo fortuito de otro compañero.
La mayoría de
los accidentes de caza se producen en la caza mayor y, en concreto, en las
batidas de jabalíes.
Muchos de estos
accidentes son debidos a imprudencias cometidas por los propios cazadores.
Cada año varias
decenas de personas pierden la vida por accidentes relacionados con la caza. 22 personas fallecieron en 2012 últimas cifras disponibles.
Hay que extremar
la precauciones siempre que salgamos a cazar, pero, más aún si cabe, cuando
vayamos de montería.
Algo tan obvio
cómo no disparar hasta que no veamos con claridad la pieza no siempre se
cumple y no
hacerlo entraña muchos peligros muchas veces con resultado de muerte.
Muchos tienen la
mala costumbre, además, de moverse del puesto que les ha tocado en el sorteo,
con lo cual, el compañero de al lado no sabe el lugar exacto donde se encuentra
aumentando el riesgo en caso de disparo.
Otro aspecto no
menos importante es el alcohol. Previamente al sorteo, la gente se cita en el bar y
los licores y aguardientes para entrar en calor son algo habitual en las
jornadas de caza, extralimitándose muchas veces en su consumo.
Y por último, otro
aspecto a considerar cuando vamos a montear o de batida es ser conscientes del
arma que llevamos en nuestras manos. Disparar con un rifle no es lo mismo que
disparar con una escopeta del calibre
12, la más habitual en la caza menor.
La distancia que
alcanza un proyectil, independientemente del calibre que utilicemos, no tiene
nada que ver con el cartucho de escopeta.
En el primero, la
bala puede alcanzar varios cientos de metros, con una efectividad mortal a
cuatrocientos o quinientos metros, incluso más, mientras que en el cartucho su
radio de acción es mucho menor ,no sobrepasando los cincuenta o sesenta metros a lo sumo.
Yo tuve la
desgracia de sufrir un percance en la caza, pero gracias a dios todo acabó en un
susto, aunque podía haber perdido la visión del ojo izquierdo. Todavía tengo
incrustado el perdigón en el párpado.
El accidente que
tuvo lugar en el coto de Fontanars se debió a una negligencia de un compañero
de la cuadrilla, que disparó a una liebre encarándose a mí y recibí el impacto
de los perdigones, tras rebotar en tierra.
Afortunadamente,
fue un tiro de escopeta y hoy lo puedo contar. De haber sido con bala estaría
como se dice criando malvas.
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