viernes, 3 de enero de 2014

Nuevo accidente mortal en la caza



Estos días hemos tenido que lamentar una nueva muerte por accidente de caza. Los hechos ocurrían el pasado domingo en un pueblo de Lleida cuando la víctima fue alcanzada por un disparo fortuito de otro compañero.

La mayoría de los accidentes de caza se producen en la caza mayor y, en concreto, en las batidas de jabalíes.

Muchos de estos accidentes son debidos a imprudencias cometidas por los propios cazadores.

Cada año varias decenas de personas pierden la vida por accidentes relacionados con la caza. 22 personas fallecieron en 2012 últimas cifras disponibles.

Hay que extremar la precauciones siempre que salgamos a cazar, pero, más aún si cabe, cuando vayamos de montería.

Algo tan obvio cómo no disparar hasta que no veamos con claridad la pieza no siempre se cumple y no hacerlo entraña muchos peligros muchas veces con resultado de muerte.

Muchos tienen la mala costumbre, además, de moverse del puesto que les ha tocado en el sorteo, con lo cual, el compañero de al lado no sabe el lugar exacto donde se encuentra aumentando el riesgo en caso de disparo.

Otro aspecto no menos importante es el alcohol. Previamente al sorteo, la gente se cita en el bar y los licores y aguardientes para entrar en calor son algo habitual en las jornadas de caza, extralimitándose muchas veces en su consumo.

Y por último, otro aspecto a considerar cuando vamos a montear o de batida es ser conscientes del arma que llevamos en nuestras manos. Disparar con un rifle no es lo mismo que disparar con una escopeta del  calibre 12, la más habitual en la caza menor.

La distancia que alcanza un proyectil, independientemente del calibre que utilicemos, no tiene nada que ver con el cartucho de escopeta.

En el primero, la bala puede alcanzar varios cientos de metros, con una efectividad mortal a cuatrocientos o quinientos metros, incluso más, mientras que en el cartucho su radio de acción es mucho menor ,no sobrepasando los cincuenta o sesenta metros a lo sumo.

Yo tuve la desgracia de sufrir un percance en la caza, pero gracias a dios todo acabó en un susto, aunque podía haber perdido la visión del ojo izquierdo. Todavía tengo incrustado el perdigón en el párpado.

El accidente que tuvo lugar en el coto de Fontanars se debió a una negligencia de un compañero de la cuadrilla, que disparó a una liebre encarándose a mí y recibí el impacto de los perdigones, tras rebotar en tierra.

Afortunadamente, fue un tiro de escopeta y hoy lo puedo contar. De haber sido con bala estaría como se dice criando malvas.
 

 

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