viernes, 3 de enero de 2014

¿Quién tiene derecho a usar y disfrutar el monte público?


 

La polémica está servida. El Gobierno está estudiando, según informaba este mismo periódico en su edición de hoy sábado, dar prioridad a las actividades cinegéticas en los montes públicos en detrimento de  otras actividades o formas de ocio como el senderismo o la búsqueda de setas.

La futura Ley de Montes que prepara el Gobierno  establecería la prohibición de acceso al bosque en las zonas y  los días en los que se organicen batidas o monterías.

La finalidad  parece obvia: garantizar la seguridad y evitar accidentes.

Sin embargo, hay quien entiende que no se puede prohibir el acceso al monte público y que pasar de la advertencia a la prohibición es algo discutible desde el punto de vista jurídico porque a juicio de algunos juristas choca con el derecho a la libre circulación de las personas.

Personalmente me parece muy sensato y razonable, precisamente, para evitar accidentes, que cuando se organicen cacerías, en este caso monterías, que, además, requieren los permisos  correspondientes de la Delegación de Gobierno y la Guardia Civil, se prohíba el acceso al monte de cualquier persona que no esté relacionada con la cacería.

Los senderistas dicen que tienen derecho a entrar en un monte público . Lo mismo dicen los ciclistas y los cazadores. O cualquier persona que ame el campo. El monte público al fin y al cabo es de todos.

En el coto donde yo acostumbro a cazar es frecuente encontrar a seteros en una jornada de caza, con el consiguiente peligro que ello entraña. La Ley prohíbe coger setas en una propiedad privada. El coto debe estar debidamente señalizado. En este caso lo está y los carteles pueden leerse en los caminos de acceso a la finca. Pues bien. A pesar de ello, la gente sigue entrando a coger setas y raro es el día que detrás de una mata no te sale un setero. Mi amigo Fran Gómez de Ossa de Montiel sabe lo que tiene que luchar cada día para que esto no ocurra. Y si el día previsto se va a dar un ojeo, ni les cuento porque el hecho de haber personas en el campo ese día hace que las perdices o mejor dicho los bandos de perdices se partan y se salgan de la mancha a abatir, dando al traste con el ojeo.

Si esto ocurre un día de caza menor, imagínense el peligro que entraña algo así durante una montería o una batida, que se dispara con balas y no con perdigones y el alcance del proyectil es de varios cientos de metros.

Lo sensato y lo razonable es que el monte público lo disfruten todos. También los cazadores y por supuesto, los senderistas o los que buscan setas, o cualquier persona que lo desee, pero con unas medidas de seguridad que lo hagan compatible y es lógico pensar que cuando se organice una cacería, que no es ni mucho todos los días, se restrinja el acceso de personas ajenas a la cacería, atendiendo a la seguridad de todos.

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