miércoles, 21 de enero de 2015

Entrañable reencuentro con Pepe Sala tirando a las patirrojas

Ir a cazar hoy ha sido motivo de doble satisfacción. En primer lugar porque después de varios meses me ha acompañado mi buen amigo Pepe Sala, que el pasado mes de diciembre fue sometido a una delicada operación quirúrgica, de la que se recupera satisfactoriamente.
Hemos cazado en el coto La Patirroja en El Bonillo.

La mañana ha comenzado con frío, pero con buen tiempo. A mitad mañana, sin embargo, ha cambiado el viento y el frío se ha hecho notar hasta bajar las temperaturas considerablemente por debajo de 0 grados. Además, el viento de tramontana que soplaba hacía que la sensación de frío fuera aún mayor.

Nos ha acompañado, Julián, que lleva desde los 18 años en la finca y la conoce como la palma de la mano.
El cazadero hoy ha sido otro distinto. La finca, que cuenta con más de 10.000 hectáreas tiene una orografía perfecta para la caza de la perdiz a mano o al salto, aunque también se organizan ojeos. Las hondonadas y barrancos lo hacen ideal también para esta modalidad cinegética.

A estas alturas de temporada, la perdiz está mucho más fuerte. Lleva tiempo en el campo y eso se nota.  Guarda bien las distancias. Los campos de cereal verdean en esta época del año y comienzan a verse las primeras perdices emparejadas.
El segundo motivo de satisfacción al que aludía al principio del escrito es que hoy me ha acompañado por primera vez Duba, una preciosa labradora, color chocolate de seis meses.

A los labradores con sólo salir un par de veces al campo y morder alguna que otra pieza no hace falta que nadie les enseñe a cobrar. Es innato de ellos.
No tienen buena muestra como el braco o el pointer, pero son muy resolutivos, además de obedientes. No creo que cambie de raza de perro.

Duba ha mostrado muy buenas maneras abatiendo el terreno. Incansable, no ha tenido miedo a entrar en los chaparros, a pesar de lo escarpado del terreno.
En cuanto a la caza, la perdiz ha dado mucho juego. Inaccesibles a veces, entumecidas otras por la escarcha de la mañana, no han aguantado las muestras de los perros.

Yo he empezado bien la mañana, abatiendo las primeras perdices y errando sólo un par de ellas.
He hecho un tiro precioso a una perdiz que ha movido Duba de debajo de un chaparro. No he contado los pasos, pero debía haber más de 60 hasta donde ha caído la perdiz.

No hay nada mejor para que un perro que empieza aprenda, que abatir una perdiz de ala en un sembrado. Cuando esto ha ocurrido, Duba ha ido veloz a su encuentro, sin percatarse de que había una malla protectora rodeando el campo para que no entren los conejos y estropeen la cosecha.
Terminando la jornada he tenido ocasión de tirar al único conejo que hemos visto. He conseguido abatirlo y Duba lo ha podido mordisquear.

Agarrotados y entumecidos por el frío pusimos fin a la jornada con una buena percha cada uno: 9 perdices cobradas y 1 conejo. Sala se echó al zurrón 11.
A la altura de Bonete comenzaban a caer los primeros copos de nieve.



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