Sobre las 11 de
la mañana llegábamos al coto de La Patirroja. Allí nos esperaba el dueño de la
finca kiko y César, el acompañante. Tras darnos los correspondientes permisos
nos hemos puesto en marcha. Un grupo de
cazadores franceses almorzaba alrededor de una mesa.
La temperatura
no podía ser mejor: 12 grados. Nada que ver con los 25º de un par de semanas
atrás que hacían que la jornada cinegética fuera soporífera para cazadores y
perros.
Duba ha estado fantástica, cobrando tres
perdices de ala y batiendo el terreno, ya casi como una perra experimentada,
aunque tiene poco más de un año. En sólo cuatro días, el cambio ha sido
abismal. De ir detrás de mí, más que cazando; acompañándome a ir como toca, es
decir, delante, no muy lejos, guardando la distancia para no espantar la caza y
estropear la jornada y batiendo el terreno. La verdad es que me he venido muy
contento. Matar más o menos caza es irrelevante. Prefiero un buen lance con el
perro que abatir perdices sin ton ni son.
Una de las
perdices que ha caído de ala lo ha hecho en medio de un sembrado, a pesar de
que ha intentado zafarse en varias ocasiones, aprovechando unas piedras que
había en mitad del bancal, finalmente se ha hecho con ella. No aprieta la caza.
Hay perros de boca dura que destrozan la caza cuando la entregan y luego las
tienes que tirar porque no aprovechan para nada.He tenido ocasión de tirar a varios conejos, pero al llevarme la escopeta a la cara para disparar he notado varios pinchazos en el cuello y bastante dolor, ya que al conejo suelo tirar a tenazón y el movimiento es más rápido y brusco al mismo tiempo.
César , el acompañante, nos indicaba en
todo momento como coger la mano para que las perdices no nos toreasen más de la
cuenta porque aunque son de granja se las saben todas. Llevan tiempo en el
campo y aprenden rápido.
Llegando al
coche he hecho un doblete de perdices. Sala
y Tortosa han llenado el zurrón con
11 y 10 perdices cada uno, respectivamente. Sala ha disfrutado con su perrita Laika a muestra parada en varios
lances. También Pepe Tortosa se lo
ha pasado de lo lindo y quien suscribe estas líneas ídem de ídem.
Para completar
el día, hemos comido en uno de los mejores restaurantes de Almansa que conozco,
por no decir el mejor. El Rincón de
Pedro. A parte de un inmejorable y diligente servicio con Toni en la barra y con Pedro el propietario al pie del cañón,
se come de maravilla. De entrada hemos pedido berberechos y calamar plancha. Frescos
y exquisitos. Y de plato para compartir: Arroz con bogavante. Una especialidad de la
casa junto a la paletilla de cabrito a la brasa. Espectacular y en su punto
justo. Y como colofón: los postres caseros: Milhojas caramelizada con crema y salsa de
vainilla y torrijas caramelizadas con helado de canela. Sin palabras.
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