Nueva jornada de
caza en la patirroja y como siempre que vamos una auténtica gozada cazar en
este coto que Kiko regenta en El
Bonillo.
Kiko tiene una de las mejores perdices
que conozco por su bravura y fortaleza. Una vez muerta cuesta distinguirla de
la perdiz bravía. Pico rojo y un plumaje limpio, igual que las patas. Las alas
no tienen restos de haber sido criadas en cautividad. Normalmente el extremo de
las alas es un indicador del tiempo que la perdiz lleva en la jaula. Si las
tiene romas o despuntadas, las han soltado hace poco. El mejor voladero es el campo. Una
perdiz que no defrauda a los cazadores más experimentados y exigentes.
La orografía del
terreno para la caza menor no puede ser mejor. Esparteras, romeros, chaparros y
retamas. Monte bajo y ondulado. Ideal para la caza en mano y para el ojeo.
El día amaneció
muy nublado. Las temperaturas han caído considerablemente y ya no hace el calor
de días atrás. Para cazar mejor que sea
así porque uno de los enemigos de la caza es el calor. El termómetro marcaba 8
grados, pero la sensación térmica era de más frío. Tuvimos mucha suerte porque
cuando terminamos sobre las dos del mediodía empezó a apoderarse una densa
niebla, que nos hubiera impedido seguir cazando debido a la falta de
visibilidad. Además de que cazar en días de niebla está prohibido porque es muy
peligroso.
Como arreciaba un gélido viento de tramontana, la perdiz busca resguardo en las orillas de los barbechos para
protegerse del frío. Lo mismo que haríamos nosotros. En días de viento, la
perdiz aguanta más.
Durante la
jornada cinegética nos ha acompañado Emeterio,
un auténtico lujo de acompañante, que nos iba indicando en todo momento
como debíamos coger la mano para no echarlas fuera y hacer el trabajo en balde.
Vimos muchas
perdices. Bandos enteros. Solo eso ya es por sí mismo un auténtico espectáculo.
Gabriel que venía por primera vez
con nosotros no se creía lo que veían sus ojos, acostumbrado a cazar en otros acotados
donde ver una perdiz es un milagro. Ya me ha dicho que está deseando volver de
nuevo.
Yo, apenas dormí
la noche anterior y eso se nota. No sé si por las elecciones en EEUU y el
triunfo de Donald Trump o porque
todavía tengo el gusanillo de los nervios antes de ir a cazar. O ambas cosas a
la vez.
Es muy
importante descansar porque hay que estar muy rápido de reflejos. Me
costaba echarme la escopeta a la cara, incluso, dar con el segundo gatillo. Hubo
un par de perdices a las que solo les disparé una vez, quedándome engarrotado.
Empecé errando
las primeras perdices de la mañana y poco a poco fui entrando en tiro hasta
completar una buena percha de patirrojas, lo mismo que mis compañeros Sala y Tortosa, que anduvieron bastante finos en sus lances.
Mi perrita Syra va estando en forma poco a poco y
me sacó de los morros un par de perdices que estaban emboscadas en la maleza.
Aún le cuesta entrar en las jaras.
Y después del
frío que pasamos, lo mejor era tomar algo caliente para atemperar el cuerpo y entrar
en calor y qué mejor que unas alubias con chorizo, como las que prepararan en el
restaurante Casa Valencia de Almansa y para allí que nos fuimos raudos y
veloces, sin pensarlo dos veces.
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