lunes, 17 de diciembre de 2018

De perdices en Peñadorada

Cuando he llegado esta mañana a Ossa de Montiel apenas se veía el pueblo debido a la intensa niebla que lo cubría, sin embargo, cuando hemos entrado a Peñadorada la niebla ya se había levantado  y hemos podido cazar sin problemas, eso sí, con mucho frío y algo de viento. El termómetro marcaba 0,5 grados. Genaro había recibido una llamada de Fran, indicándole que no cazáramos si había niebla porque con poca visibilidad es muy peligroso.
Esta vez he cambiado de cartucho y la verdad es que ha sido todo un acierto. He tirado con sexta y 34 gramos.
El plomo del 6, sobre todo, ahora en invierno que la perdiz está más fuerte es mucho más preciso, sobre todo, si no queremos ir dejando perdices alicortadas en el campo. Al ser un plomo más grueso, tiene más penetración. He probado con perdices largas y cortas y mata muy bien. Las deja secas.
Yo estaba tirando hasta ahora con 32 gramos porque cazo con una escopeta paralela que son más pesadas, pero también más pegonas que las semiautomáticas. En invierno no importa tanto, pero en verano sí se nota, sobre todo, si tiras muchos tiros. Al final, el hombro se resiente.
Antes de entrar a la finca Genaro se ha bajado del coche para tratar de meter las perdices al coto. Siempre hay un bando pegado a la carretera. Yo, mientras tanto, le he esperado en la mata de donde salimos siempre.
Hemos cazado mejor que otros días. Más cerca el uno del otro. Al ser solo dos, las perdices te torean. Si cazamos muy separados, batimos más zona, pero las perdices también lo saben y si dejamos mucho terreno entre ambos, se escurren porque apeonan mucho. Solo vuelan cuando se sienten muy presionadas.
Genaro tiene todas las cualidades para la caza, en eso se parece mucho a su padre. Es listo, rápido, pega muy bien y anda que se las pela. Ve, donde la vista no nos alcanza a muchos de nosotros. Ha bajado un par de perdices de las de quitarse el sombrero o mejor dicho, la gorra en este caso. No le he visto errar ninguna.
Para ir detrás de las perdices hay que tener buenas piernas. Y, sobre todo, dar los pasos correctos. No por más andar, matas más perdices. Genaro se conoce el coto como la palma de su mano y también la querencia de las perdices.
Hemos tenido suerte con el día porque solo ha empezado a chispear a última hora de la mañana. El frío y el viento cuando vas viendo caza y pegando algún tiro que otro, parece que no moleste tanto.
En el linde de Peñarubia estaban cazando hoy. Eso nos ha venido muy bien porque nos han metido dentro algunos bandos de perdices.
Normalmente cuando salgo a cazar me suelo tirar al chaleco  entre 35 y 40 cartuchos.  Siempre me sobran más de la mitad. Hoy casi me quedo corto porque solo me echado una caja y me han sobrado un par de cartuchos. He tenido que hacer filigranas para aguantar hasta el final.
 He disfrutado de lo lindo viendo cazar a Genaro. Cualquiera no lo hace. Cuando hemos terminado la jornada le he felicitado. Ha tumbado una perdiz desde lo alto del barranco, a la que seguramente yo no le hubiera ni tirado, que de haber habido público viéndolo, hubiera levantado aplausos. Fran que andaba por bajo revisando los comederos, la ha cobrado.
Pero aparte de todas esas cualidades que he enumerado antes, tiene un imán especial para la caza. Su padre era igual. Cuando nos poníamos a la paloma en puesto fijo, daba igual que hubiera sorteo o no, donde él se ponía, por ahí entraba la paloma. Ya podías ingeniártelas para matar más que él, que siempre te las triplicaba. Le bastaba echar un  simple vistazo para saber cuál era la mejor postura. Y ahí andábamos los demás, peleándonos por coger el mejor puesto.
Al final, me he colgado 7 perdices y 1 conejo. Solo he dejado una alicortada en el monte. He tenido ocasión de hacer un par de dobletes que he desaprovechado al errar el segundo tiro. Ese es el hándicap de las paralelas. El conejo lo he matado largo. Hay muy poco, pero he podido tirar a dos.
En la recta de Barrax, los salicornios campaban a sus anchas, cruzando la carretera, removidos por el viento.
Como colofón a este fantástico día de caza en plena naturaleza y entre amigos, había que reponer fuerzas y qué mejor sitio para hacerlo que El Rincón de Pedro, en Almansa.  Toni, que siempre que voy me trata como a uno más de la familia, me dio a probar un trozo de chorizo. Me preguntó si sabía de qué animal era. Por el color y un poco al azar le dije que de jabalí. Era de venado. Estaba espectacular, con un sabor picante. No soy mucho de comer carne de caza, y menos de mayor, pero bien cocinada es una delicia.

No sabía si comer lechazo o chuletón.  Al final opté por un chuletón de buey, que estaba exquisito. En su punto. Y de postre, bizcocho de chocolate caliente, relleno de trufa con helado. Sin palabras.

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