El sábado por la
tarde Juan José me confirmó que
podríamos ir a cazar a La Gloria con los
hurones. Sin pensármelo dos veces le dije que contara conmigo. Estaba pendiente
de que se lo confirmara un amigo suyo de Villena que iba a traer los hurones,
por eso no me lo dijo antes.
Antes de las
7,30, hora a la que habíamos quedado, ya estaba en su casa tocando el claxon
para que me abriera la puerta. Es bueno comenzar pronto porque luego hace mucho
calor y ya no se puede estar en el campo. Ni cazadores ni hurones aguantamos la
canícula veraniega.
Ya en la casa, Juan José como buen anfitrión que es,
propuso hacer dos grupos para no ir tantas escopetas juntas. Cuando llegamos al
cazadero, vi que del coche bajaban cuatro personas, cada una con su escopeta.
Les dije que si
íbamos a ser tantos prefería no cazar. Uno de ellos me ofreció su escopeta para
que tirara yo. Decliné el ofrecimiento no sin antes agradecérselo.
Más de dos
escopetas por hurón es una barbaridad, además de peligroso. Cuando disparas a
una pieza y no sabes quién la ha matado porque oyes tiros por todas partes, a
mí particularmente me hace apresurarme en el disparo y no tiro a gusto. Además
de que nunca sabes a ciencia cierta quién ha abatido la pieza. También hay que
darle una oportunidad al conejo y no llenarle el cuerpo de plomo
innecesariamente.
Mientras la
cuadrilla de Castalla estaba cazando con los hurones, Juan José se fue al pueblo a comprar pan para preparar el
almuerzo. Yo aproveché ese tiempo para dar una vuelta por la finca con el coche.
Vi muchos
conejos correteando por los barbechos, cruzando caminos, pegados a las bocas de
las madrigueras para al mínimo suspiro meterse en ellas, ... Había muchos
conejos fuera de las bocas comiendo en los bancales. A primera hora de la
mañana y a poca noche es cuando salen a comer los lagomorfos.
Yo no llevaba
hurones, pero decidí probar suerte y cazar un rato. No me fue mal del todo. Hice
hasta un doblete. Vi un rodal de conejos en medio de un barbecho. Fui por la orilla del monte y ya de lejos oían
mis pasos y salían disparados poniendo pie en polvorosa. Me metí dentro del
barbecho y enseguida arrancó uno que estaba agazapado en dirección al monte, lo
revolqué. De un margen de piedras saltó otro que también tumbé de un certero
disparo. Me fui más contento que unas pascuas con el lance que acababa de
hacer.
Pasadas las 10
de la mañana llegaba a la finca con 9 conejos en el zurrón. Juan José ya tenía el almuerzo
preparado.
Su mujer ,Maytechu, que es un encanto, preparó una deliciosa tortilla de
patatas, como me gustan a mí. Poco hecha, que cuando metes el tenedor se desparrama todo el huevo. La cebolla que
le puso apenas se notaba. De las mejores tortillas de patata que he probado en
mi vida.
Xanillo que tampoco se quiso perder el
almuerzo, vino de La Font de la Figuera con su reluciente vespa azul y trajo
una sobrasada casera que elabora su tío, que tiene una carnicería en Ontinyent.
El embutido de Ontinyent ya se sabe que es de lo mejorcito.
Juan José que cuida todos los detalles
al máximo, preparó un delicioso bonito con tomate que mojado con el pan de centeno
que trajo recién sacado del horno estaba para chuparse los dedos.
Como siempre que
voy a La Gloria pasé un día
entrañable en compañía de muy buenos amigos. Gracias Juan José por tanta hospitalidad.
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