Llevo semanas en
el campo labrando viña y almendros y no he visto ni un solo bando de perdices,
que digo bando, ni siquiera una perdiz solitaria.
La perdiz
salvaje se acaba. Desaparece. No sé si existen estadísticas, como sí se han
publicado de otras aves como la tórtola o la codorniz, cuyas poblaciones han
diezmado drásticamente en los últimos años, pero, si no lo remediamos antes, la
perdiz podría pasar a engrosar esas cifras. En nuestras manos está evitarlo.
Perdiz bebiendo en una charca (Foto: PSG)
En el recuerdo
de muchos de nosotros está el verlas corretear por caminos y veredas, siguiendo
a la madre recién salidas del cascarón, cuando apenas levantan un palmo del
suelo. Bandos de 10 ó 12 perdigones, incluso más. La madre siempre
protegiéndolas. Si cogías una, la madre no se separaba de ella hasta que la
dejaras en el suelo.
Eso ya es
historia. Son contados los cotos en España que todavía tienen perdiz salvaje.
Donde hay es porque ha habido una buena gestión cinegética. La mayoría de los
acotados echa mano de la perdiz de bote, responsable en cierta medida de la
desaparición de la autóctona porque transmite infinidad de enfermedades.
La perdiz tiene
innumerables enemigos en el campo. El control de las alimañas para la supervivencia
de la perdiz es fundamental, sin embargo, cada vez hay más zorros, más urracas o más jabalíes, que arrasan nidos
y bandos completos.
El hábitat de la
perdiz ha cambiado sustancialmente. Y a peor. Se han eliminado linderos que
servían de acomodo para que la perdiz criara.
Antes veías en
los campos de barbechos de cereal motones de piedras o pequeños refugios que
servían de protección a la perdiz ante la amenaza de las rapaces, siempre
vigilantes para echarse alguna al buche.
Los tratamientos
fitosanitarios son también causantes de este preocupante declive. Si bien cada
vez hay un mayor control sobre estos productos, lo cierto es que hemos tirado
veneno en el campo para combatir las plagas de los cultivos y me incluyo porque
aparte de cazador, soy agricultor.
Si queremos que
de verdad la perdiz no desaparezca y vuelva a poblar nuestros montes y campos como antaño deberíamos tomar medidas.
Lamentarse no sirve de nada.
Mientras se
protegen especies como el cernícalo primilla o el sisón común, la perdiz es la
gran olvidada.
Sin duda, corresponde
a los cazadores hacer el mayor esfuerzo de conservación y protección de esta
gallinácea, que tantas buenas jornadas de caza nos ha dado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario