viernes, 5 de noviembre de 2021
Día de perdices en El Bonillo
Cuando salí de casa el termómetro marcaba 5 grados. Cerca de Albacete recibo una llamada de Jorge para decirme que no tuviera prisa en llegar porque había mucha escarcha. En El Bonillo el mercurio marcaba un par de grados menos.
Para reponer fuerzas paré en Barrax. Esta vez no se me olvidó el bocadillo, como el último día que estuve y lo dejé olvidado en la barra del bar. En la carretera me cruzo con varios coches con remolques. Parece que la pandemia nos ha dado un pequeño respiro, tras más de año y medio de confinamiento y sin poder salir a cazar.
Jorge y sus amigos llegaron por la noche desde Valencia y se quedaron a dormir en el mismo hotel que tiene la finca. Jorge Bolás y yo somos amigos de la infancia. Hemos estudiado juntos en el mismo colegio, mantenemos una buena amistad y la verdad es que me apetecía mucho cazar con él. Siempre que nos hemos visto habíamos hablado de cazar un día juntos.
Al ser cuatro escopetas, nos han acompañado dos secretario, Francisco y Elías. Dos de ellos no llevaban perros, así que Kico ha sacado los suyos, aunque al final solo ha cazado con nosotros uno de ellos que no anduvo muy fino en toda la mañana.
Jorge y yo, que sí que llevábamos perros, hemos cazado con Elías. Jorge llevaba una setter jovencita de dos años que está empezando a cazar y un español bretón que han andado un poco largos. Los perros se vuelven locos con tanto rastro. La setter hace varias carreras a los conejos. La ladra es constante.
Hoy Kico nos ha mandado a otra zona de la finca conocida como El Pajar. El último día estuvimos en Fuente Agria. Un cazadero más duro, más exigente, con menos densidad de perdices. Había que trabajar bien las perdices para poder echarte alguna al zurrón.
La perdiz está muy fuerte. Apeona y vuela muy larga, dando muy pocas opciones. Esta semana han caído más de 50 litros y da gusto pisar el campo. Hacía falta que lloviera después de una larga sequía. Dentro de poco habrá verde en el campo y eso reforzará aún más a las perdices. Ha hecho un día inmejorable para cazar la perdiz.
Los cartuchos que llevo son de sexta, 34 gramos. Mejor porque la perdiz está muy dura y para tumbarla necesitas un plomo más grueso y que penetre. Normalmente suelo cazar con séptima y 32 gramos.
Empiezo mal la mañana errando dos perdices enviadas. Una de ellas casi me quita la gorra.
Quien mal empieza, bien acaba, me recuerda Elías para darme ánimo.
Y así fue. Llevar un buen acompañante al lado facilita mucho las cosas. Las perdices mantienen la distancia volando muy largas. El frío y el agua que ha caído estos días les ha sentado muy bien.
Syrah estuvo soberbia cobrando varias perdices de ala. Cada vez lo hace mejor.
Engancho dos perdices largas. Una cae alicortada. La setter de Jorge se hace con ella.
Con los conejos no tuve tanta suerte. El primero me sorprendió por detrás cuando estaba cazando una linde y venía corrido de Francisco y Elías que llevaban la mano por arriba del cortado. El segundo lo sacaron los perros de Jorge. Le salí al paso, pero erré los dos tiros. Subía como un diablo por el cerro empedrado y le faltó tiempo para meterse en el agujero.
A mitad mañana tomamos un pequeño taco y continuamos hasta la una y media. Con una buena percha de perdices cada uno, dimos la jornada por finalizada. Además, Jorge consiguió cobrar dos de las perdices que abatió en la primera vuelta.
Como colofón a un buen día de perdices paré a comer en El Rincón de Pedro en Almansa. Llamé por el camino porque ya era un poco tarde. Nada más entrar al restaurante, me dirigí a la cocina y le dije a Isabel, la mujer de Pedro, que me preparara el arroz que quisiera. Y la verdad es que no pudo haber elegido mejor opción: Arroz con pato. El arroz estaba en su punto y muy sabroso. De los mejores que he comido. Como la mañana había sido agotadora terminé con un mil hojas de crema.
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