Ayer domingo día 2, coincidiendo con el final de la temporada de caza se celebraron manifestaciones en toda España, con escaso éxito, por cierto, contra la caza, el abandono, la matanza y el maltrato animal, en un totum revolutum, como si tuvieran relación unas cosas con otras. Desde luego con la caza, no.
Soy cazador y estoy en contra del abandono y, por supuesto, del maltrato animal, pero desde las asociaciones ecologistas manipulan los mensajes para meternos a todos en el mismo saco.
Respecto al abandono de galgos se dan cifras falsas que nada tienen que ver con la realidad. Los animalistas cifran en 50.000 el número de galgos abandonados, mientras el Seprona, que maneja cifras oficiales cifra el número de perros abandonados en 52. Otro dato importante que intencionadamente se oculta es que el mayor número de estos abandonos, no corresponde a perros de caza sino a perros de otras razas.
Vincular la caza a prácticas delictivas no es solo injusto sino que, además ,es falso. La caza es una actividad legal y necesaria, generadora de empleo y de riqueza en el mundo rural.
Los que abandonan o maltratan a sus animales no son cazadores, son delincuentes y como tal sobre ellos debe recaer todo el peso de la ley. El maltrato animal está contemplado en nuestro ordenamiento jurídico con penas de cárcel. Muchos defendemos que estás penas deben ser aún mayores para equipararlas a otros países.
A los cazadores se nos estigmatiza con toda clase de insultos. Las redes sociales son un bombardeo constante de amenazas e insultos cada cual más hiriente. Gente que desde el anonimato celebra con vítores cada vez que se produce la muerte de un cazador con absoluta impunidad. Afortunadamente, la ley es cada vez menos permisiva con este tipo de acciones, que sí que son delictivas.
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