viernes, 22 de octubre de 2021

De perdices en El Bonillo en el coto La Patirroja

Cuando he salido de casa empezaba a chispear. Aún de noche, el resplandor de un fuego en la orilla de un bancal dibuja en la oscuridad una estampa preciosa. Tenía pensado ir a cazar el jueves, pero finalmente lo he cambiado por hoy viernes porque bajaban las temperaturas. El jueves hacía todavía demasiado calor. Las temperaturas han bajado diez grados en apenas un día. Syrah se ha hecho la remolona y la he tenido que subir al coche. Hoy me ha acompañado Elías, un cazador experto que ha participado en varios campeonatos autonómicos de caza menor. Cuando he llegado Kico ya tenía preparado el permiso para salir a cazar. Junto con el resto de la documentación es obligatorio llevarlo encima. De camino al coto habré contado más de un centenar de perdices. Acababan de tirar comida en el camino y acuden bandos enteros a comer. Ha llovido muy poco y no hay verde en el campo. Hoy me ha tocado otro lote. La finca de La Patirroja cuenta con una gran extensión de hectáreas, así que es difícil repetir en el mismo sitio. Cesáreo que me ha acompañado otras veces andaba con el tractor llenando bebederos y echando de comer a las perdices. Ha bajado del tractor y hemos podido hablar un momento. La patirroja es un coto intensivo de caza menor en el corazón de La Mancha, tremendamente cuidado por su propietario Kico Zandio. Elías me dice de coger el camino mientras él va a mi derecha moviendo la caza. Echamos en falta alguna escopeta más para cubrir mayor terreno. Hoy ha sido uno de esos días de que aparte de salirte la caza a tiro, estás fino con la escopeta. Empezar la mañana abatiendo las primeras perdices te da mucha seguridad en los siguientes lances. Además, llevar a tu lado un buen perro y un buen acompañante como es Elías facilita mucho las cosas. La perdiz está en el sembrado y en los lindes. Son muy querenciosas. El día ha comenzado nublado, pero luego se ha despejado. El sol no molestaba, todo lo contrario. A penas he errado un par de perdices. Llegando ya al coche, Syrah ha hecho un cobro espectacular a una perdiz que ha caído alicortada en medio de un sembrado, pero que ya se metía en el monte. Lances como este ya valen la pena el viaje de 400 kilómetros. Cuando ha llegado la hora del taco me he dado cuenta de que me había dejado el almuerzo en el bar donde suelo parar a desayunar. Elías ha tenido la amabilidad de compartir conmigo uno de sus bocadillos. Un bocata de chorizo y tomate que me ha sabido a gloria bendita. Elías me canta un conejo que baja endiablado entre las retamas. Apenas lo veo, intuyo la trayectoria, corro la escopeta y lo revuelco de un certero disparo. Eran casi las doce del mediodía y ya llevábamos nueve perdices y dos conejos. Hora de pensar en retirarse.
La última vuelta ha sido más corta y aún han caído un par de perdices más y un conejo. De regreso a casa he parado a comer en El Rincón de Pedro. Debido al coronavirus hacia un montón de tiempo que no iba al restaurante de mi buen amigo Pedro. De entrada: jamón ibérico y queso curado. De plato: un delicioso arroz meloso de pollo, conejo y caracoles, regado con un buen Ribera del Duero.. De postre: torrija con helado de canela. Sin palabras. Día completo.

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