En el segundo
programa que Frank Cuesta dedica al
mundo de la caza hay una cierta tendenciosidad por parte del presentador de llevar el tema a su terreno cuando aborda
el ojeo de perdices. El capítulo también dedica un tiempo del mismo al
campeonato de caza del zorro en Galicia en los montes de Cotobade y a la taxidermia.
La grabación tiene
lugar en una finca de superlujo, situada en Puebla del Príncipe en la provincia
de Ciudad Real, en la que participan media docena de cazadores extranjeros, la
mayoría ingleses, que llegan a pagar entre 5.000 y 6.000 euros por un ojeo de
perdiz repoblada. Pero no toda la caza es así. Tampoco todos los ojeos. He
participado en ojeos a perdiz muerta que no cuestan ese dineral. Tampoco hace
falta hospedarse en esas lujosas mansiones. La imagen que da de la caza no es
la real. Claro que hay personas que se gastan un pastizal en ojeos y monterías,
pero no son la mayoría.
Gracias a la
actividad cinegética viven en España muchas familias y es un factor
importantísimo de desarrollo del mundo rural, pero ¿por qué no se habla también
de los cotos sociales y de su importancia? De esa gran mayoría de cazadores,
que cazan en su pueblo y que no pagan esas cantidades astronómicas para salir
al campo con sus perros. En mi pueblo donde yo cazo, un talón de caza para toda
la temporada ronda los 150 euros.
El ojeo es una
modalidad de caza, cara; pero existen otras en la menor como: la caza al salto
o a mano, las tiradas de torcaz o de tordo, la caza de la codorniz en la media
veda. Por un puesto de torcaz se paga alrededor de 300 euros y de tordo 150
euros, pudiéndose doblar en ocasiones. Quiere esto decir, que en un mismo
puesto se pueden poner dos escopetas.
La caza hace
mucho tiempo que dejó de ser un deporte practicado únicamente por la
aristocracia y las clases pudientes. No es un deporte elitista. Hoy en día está al alcance de todos los que
deseen practicarla.
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